Jorge Aznal | 30 de septiembre de 2019
¿Qué le diría Rambo a Sylvester Stallone después de su última pelicula? Un diálogo imaginario que nos explica la evolución de una saga.
John Rambo: Sylvester, ¿recuerdas la primera escena de «Acorralado»?
Sylvester Stallone: Claro, hijo, parece que fue ayer. ¿Cuántos años han pasado? Déjame pensar… Hicimos «Acorralado» en 1982 y estamos en 2019… ¡37 años!
Rambo: Más o menos, los que tenías por entonces…
Stallone: Sí, tenía 36 años cuando hicimos «Acorralado», no era tan joven.
Rambo: No sé qué te hace pensar que ahora, con 73 años, sí lo eres para interpretarme en «Rambo V».
Stallone: ¡Nadie ha luchado tanto por ti como yo, no seas desagradecido!
Rambo: ¿Sabes que lo primero que hice en Acorralado fueron tres cosas que me cuestan muchísimo?
Stallone: ¿Cuáles? ¿No matar, no matar y no matar?
Rambo: Sí, eso también, pero me refería a otras tres: sonreír, hablar y ser amable…
En su primera aparición en la pantalla, allá por 1982 en Acorralado (película basada en la novela Primera sangre, de David Morrell), Rambo esbozaba una sonrisa. Me ha sorprendido el detalle ahora que he visto nuevamente Acorralado y después de ver Rambo V: Last Blood, la cinta que acababa de estrenarse en los cines. Bien es cierto que la sonrisa le duraba poco al ex boina verde: enseguida se enteraba de la muerte del único compañero de fatigas (y horrores) en la guerra de Vietnam que le quedaba.
Las sonrisas en Acorralado terminan ahí, pero no las sorpresas. Por ejemplo, las cosas que tomó de ella El fugitivo, la película protagonizada por Harrison Ford 11 años después de Acorralado. O cómo encuentro en Acorralado detalles de otras películas que más tarde protagonizaría el propio Sylvester Stallone: el manguerazo a Rambo en los calabozos y la ducha en la cárcel de Tango y Cash; la camioneta que Rambo roba en Acorralado y el camión que conduce Stallone en Yo, el halcón; los túneles de Acorralado y los de Pánico en el túnel y Rambo V: Last Blood; el helicóptero en Máximo riesgo.
Rambo deja de sonreír -y con razón- muy pronto en Acorralado, pero yo lo hago con otro parecido, esta vez sonrojante: la lucha entre Rambo y los policías que lo maltratan se asemeja a un combate de Pressing catch. Con piquete de ojos y todo.
En Rambo V: Last Blood, el personaje interpretado por Sylvester Stallone intenta rescatar a su sobrina de una red de tráfico de mujeres y drogas en México. Hay quien ve en la imagen que se da de los mexicanos en la película una suerte de alianza entre Rambo y Donald Trump. 37 años antes, al comienzo de Acorralado, el sheriff sacaba en su coche a Rambo de su pueblo… por no ser del pueblo. Es fácil ver ahora a Donald Trump en aquel sheriff interpretado por Brian Dennehy que detenía a Rambo por “vagabundear”, así que difícilmente Rambo simpatizaría con Trump y menos aún cuando los niveles de patriotismo del personaje estaban por los suelos después de Vietnam. Y no olvidemos que en Rambo III (1988) el protagonista ayudaba a los talibanes en Afganistán en su lucha contra los soviéticos…
John Rambo: Sylvester, ¿qué has hecho conmigo en «Rambo V: Last Blood»? No parece una de mis películas… Parece una de Liam Neeson. ¡Si es igual que «Venganza»! En vez de buscar a su hija, como él, tengo que rescatar a mi sobrina. Muy originales no habéis sido con el guion…
Sylvester Stallone: John, esto es muy fácil: si siempre te has movido por venganza, ¿en qué película íbamos a fijarnos para hacer «Rambo V: Last Blood»?
Rambo nunca ha entendido lo de poner la otra mejilla. O lo ha entendido mal: ha puesto a sus enemigos la otra mejilla… igual o peor que la primera. La venganza, que no es precisamente un concepto nuevo para el personaje, es el tema principal de Rambo V: Last Blood. Habrá quien piense que el gran asunto de Rambo V es la violencia, que de eso la cinta y en general la saga van excesivamente servidas (Rambo III , con sus 221 actos violentos y 108 muertes, entró en el Libro Guinness de los Récords como la película más violenta rodada hasta entonces), pero la violencia sería más bien el vehículo -uno muy peligroso y con una carga pesada- en el que viaja la venganza.
El peligro moral de Rambo V: Last Blood es subirse a ese carro de la venganza. Creer que la única solución a un acto violento, por grave que sea, es responder con otro acto violento. Si como personas de bien condenamos la violencia, ¿por qué no hacemos lo mismo con la venganza? Lo preocupante no es que Rambo se tome la justicia por su mano sino que nosotros también confundamos justicia con venganza y aceptemos que el sanguinario camino que toma el personaje es el mismo que elegiríamos nosotros en su lugar.
Rambo: Siempre has querido más al potro italiano ese, el perdedor de Rocky Balboa. Has hecho más películas con él que conmigo.
Stallone: No vayas por ahí. Además, él no es tan perdedor: «Rocky» ganó el Óscar a la Mejor Película. Contigo solo he ganado Razzies. No me obligues a elegir…
Rambo: ¡La próxima vez exijo que me interprete Santiago Urrialde! Aunque yo nunca haya dicho eso de “¡no siento las piernas!”.
Si el tema principal de Rambo V: Last Blood es la venganza, el de la saga en general sería la supervivencia. John Rambo es, ante todo, un superviviente. Y ese, salvando las lógicas distancias, sí es un valor al que agarrarnos como personas. La vida, la de verdad, es cada vez más una lucha en la que muchas veces compartimos el mismo peor enemigo que John Rambo: uno mismo. De Rambo, al menos, conocemos el origen del problema: las secuelas causadas por el horror de la guerra y el desprecio y el olvido que sufre por aquellos por los que ha luchado. A nosotros, en cambio, nos cuesta más autoanalizarnos.
Eso sí, las mejores armas para superar al enemigo, por temible que sea, no las tiene Rambo. No son un cuchillo, ni unos explosivos ni, llegado el caso, unas flechas. Las mejores armas las tenemos nosotros y son de largo alcance: la fe, la esperanza y el amor. Sus flechas llegan más y mejor al corazón.
Cada temporada se compone de unos porcentajes, más o menos estables, de obras maestras, filmes interesantes, títulos para pasar el rato y bodrios absolutos, con todas las categorías intermedias que se quieran establecer.
La novena película de Tarantino lleva al máximo exponente todos los elementos que lo han convertido en un director de culto.