Juan Orellana | 03 de octubre de 2019
Llega la precuela de «El crack», cuarenta años después. Hablamos con su director, José Luis Garci, sobre cine, sus referentes y cómo tomar un Martini Dry con amigos.
Garci lo deja claro. No le gusta poner “Una película de Garci”, sino “Dirigida por José Luis Garci”. El oficio por encima de la autoría. Pero El crack cero no solo es una película dirigida por José Luis Garci. Es una prolongación de Garci, un alter ego o una coctelera en la que se agitan muchos de los elementos que forman el imaginario vital y afectivo del director madrileño.
El boxeo, sus películas favoritas, sus directores más amados, sus actores preferidos… se dan cita en cada plano, en cada esquina de la puesta en escena. Incluso otras películas de Garci tienen su eco en esta, como las alusiones a Cerralbos del Sella de You’re the one. Sus amigos, como el recientemente fallecido Manuel Alcántara, reciben su homenaje, en este caso a través del Dry Martini, el cóctel preferido del director. Y Alfredo Landa recorre con su espíritu la genial interpretación de Carlos Santos.
El Hotel Palace, tan familiar para Garci, alberga también algunos planos del filme. La estatua de Humphrey Bogart que Garci tiene en su despacho de Nickel Odeon está en un decorado de la película, junto al cartel de Un extraño en mi vida, con Kirk Douglas y Kim Novak. Y el futbol: “Yo creo que es la primera película en la que un personaje durante varios minutos cuenta un gol”. La lista de referencias al mundo personal de Garci sería inacabable.
La forma de hacer cine de José Luis Garci, “la única forma en que sé hacerlo”, es muy clásica. Montaje invisible como John Ford, puesta en escena fluida como Howard Hawks, iluminación intimista como la que usaba Milton Krasner en las películas de Fritz Lang, y nada de efectos digitales y combos en el rodaje. “Yo no uso el combo, que para mí es un problema. Actualmente, después de cada plano todo el mundo va al combo a ver cómo ha quedado, y si el actor se ve con un poco de tripa pide repetir –aunque no te diga por qué-… Yo no quiero el combo, prefiero estar junto a los actores y la cámara cuando se rueda un plano. Si ves las fotos de rodaje antiguas, ves por ejemplo a Fritz Lang pegado a la cámara, mirando a los actores. Eso de estar a veinte metros, detrás de un combo, no es para mí. Y así hago los rodajes más ligeros”.
Como mucho, repito una vez la toma. Los actores están bien en la primera tomaJosé Luis Garci
Garci no puede evitar tener en el rabillo del ojo todas las películas noir que ha disfrutado y las novelas policiacas que ha leído. “El arranque es como un comienzo de Raymond Chandler, con esa mujer misteriosa que llega al despacho del detective, o como las novelas y películas del detective Sam Spade”. El personaje de Areta también recuerda algo al comisario Maigret de Simenon, austero, silencioso, pero con un pronto latente. “Maigret también fumaba e iba bajo los cielos encapotados de París, con esos portales impregnados del olor de la comida, los guisos de su mujer… al final todos son referentes”.
Garci ensaya mucho con los actores, cree en ellos, y huye de repetir tomas infinitas veces. Mantiene la mentalidad ahorradora de planos del cine en celuloide. “Como mucho, repito una vez la toma. Los actores están bien en la primera toma. Imagínate que has hecho una toma y es muy buena, pero dices ‘vamos a hacer otra por si acaso’, y entonces uno te dice que quiere cambiar un poquito el foco, la de vestuario dice que va a poner mejor el cuello de la camisa, etc… y, al final, parece que nada valía del plano primero”.
En esta ocasión, en la que vuelve al blanco y negro, se ha centrado mucho en la fotografía. “El objetivo es que el espectador se sumerja en la película, y para ello he buscado esas iluminaciones del cine negro clásico, esas luces que te echan los brazos al cuello, y te confortan y te dan ganas de leer un libro de tapas duras en un sillón, con una lamparita que ilumina solo el libro, el resto en penumbra, con un poco de música… esa confortabilidad es la que he buscado, como hice en Canción de cuna, de forma que el espectador se vaya ‘instalando’ poco a poco. Esa fotografía de interiores con mesitas de luz, la importancia que tienen las lámparas, los tejidos, las texturas -que dan muy bien la época-… en esto Fritz Lang era un maestro”. Pero este blanco y negro no es el mismo del de You’re the one, más cercano al de Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler, con la fotografía de Gregg Toland.
“El Martini Dry es el rey de los cócteles. No hay cóctel mejor. Hay que empezar de joven para paladearlo e ir sacándole el gusto. Yo ya no puedo tomar tanto, por el colesterol y esas cosas. Ahora me conformo con uno o dos por semana. Me los preparo yo, que puedo presumir de hacerlos bastante bien. He hablado con un montón de barmans de muchos hoteles. Alfredo Landa lo hacía muy bien. Buñuel no, hacía una cosa que llamaba buñueloni, y lo hacía en coctelera. El Martini Dry se hace en vaso mezclador. Se debería llamar Dry Martínez, porque lo inventó un barman mexicano llamado Martínez. En casa de Alfredo Landa nos reuníamos Manuel Alcántara, Eduardo Torres-Dulce y yo, y nos hemos llegado a tomar hasta cinco Drys cada uno. Los hacía tan bien Alfredo… Ya el primero era como una fiesta que te cambiaba el talante… era una maravilla, una fiesta de la amistad.
Tiene que tener la temperatura exacta, que se te peguen los dedos en el vaso del frío que tiene por fuera. Al margen de leyendas como poner la botella del vermú y que pase un rayo de luz, tienes que llenar el vaso mezclador bien de hielo y echar un buen chorro de vermú, y lo tienes un rato moviéndolo sin parar y luego lo tiras, pero no todo, que parezca que lo has tirado pero no, porque el hielo está empañado del olor fantástico del vermú. Entonces echas la ginebra helada, que cae como si fuera aceite por el frío, y la mezclas un poco. Mientras, tienes el vaso preparado al gusto, por ejemplo con una cascarita de limón al revés o una aceituna. Con hueso ¿eh?, no con el alien ese que le meten diciendo que es una anchoa. Y lo vas echando despacio. Vas viendo cómo la copa se va helando. Entonces, echas el primer sorbo y es es algo… buff…. como decía Manuel Alcántara, “es un cuchillo disuelto”, una definición mejor que la clásica de Cold War o “la bala de plata”. Te quedas tan a gusto que te tomas el segundo. En la película le rendí un homenaje a Alcántara con esa escena rodada en una habitación del Palace, decorada años setenta. Llamé a Manolo y se lo dije, pero no pudo llegar a verla, porque la rodé en diciembre y él murió en marzo, antes de tener la película acabada”.
Cada temporada se compone de unos porcentajes, más o menos estables, de obras maestras, filmes interesantes, títulos para pasar el rato y bodrios absolutos, con todas las categorías intermedias que se quieran establecer.
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