Jorge Aznal | 20 de noviembre de 2019
Una serie que ha envejecido bien. O mejor dicho, que no ha envejecido. Personajes y situaciones que se siguen disfrutando como en el momento de su estreno.
Friends acaba de cumplir 25 años. El aniversario es el de su primera emisión en Estados Unidos, el 22 de septiembre de 1994, pero la sensación de vértigo por el paso de tiempo no creo que difiera mucho de los 25 años para un estadounidense de los casi 22 para un español que comenzara a verla en noviembre de 1997, cuando empezó a emitirla, en abierto, Canal+.
25 años -22 para muchos de nosotros- son muchos, sí. Pero, a diferencia de otros aniversarios, la impresión al darnos cuenta de lo rápido que “pasa la película” -en este caso, la serie- no solo carece de nostalgia o incluso melancolía sino que va acompañada de una sonrisa. Diferente a las que dibujaba Joey (Matt LeBlanc) cuando intentaba ligar con su eficaz frase “¿cómo va eso?”, pero una sonrisa. De admiración. De reconocimiento. Y, sobre todo, de agradecimiento por la cantidad de buenos momentos que nos ha dado. Friends va más allá de ser una (excelente) serie para alegrarnos el día. Friends nos ha alegrado -aún lo hace- la vida.
Con Friends me ocurre algo que no me pasa con ninguna otra serie. Tal vez con ninguna otra cosa. Durante 22 minutos (o 44, 66, 88…), me creo que el tiempo no ha pasado. Que Chandler (Matthew Perry) consigue quitar la razón a Heráclito y que, 22 años después, me baño dos veces (o tres o cuatro) en el mismo río y soy el mismo hombre.
El tiempo ha pasado, como por todos nosotros, por Courteney Cox, Jennifer Aniston, Lisa Kudrow, David Schwimmer, Matthew Perry y Matt LeBlanc, pero no por Monica, Rachel, Phoebe, Ross, Chandler ni Joey. Y durante 22 minutos (o 44, 66, 88…) me creo que por mí tampoco. Quizá, dada su inocencia, solo me entenderían Joey y Phoebe. Y seguro, no quizá, Chandler aprovecharía para reírse de mí. Tampoco es para menos, la verdad.
El caso es que, en esa deformada percepción temporal -por una vez, a nuestro favor y no al del propio tiempo- encuentro una razón más para reencontrarme con Friends. Una razón subjetiva y personal -ojalá que también transferible- que conecta con el carácter moderno de una serie que, como sus personajes y situaciones, ha envejecido bien. Mejor aún: no ha envejecido. Lo habría hecho si en algún momento desde 2004, cuando se emitieron sus últimos capítulos, los seis amigos se hubiesen reunido de nuevo.
Esto lo pienso y lo escribo ahora, pero reconozco que durante mucho tiempo he deseado que Friends tuviese continuidad como serie y no en forma de película, como se ha rumoreado en alguna ocasión. Es más: en el fondo no he dejado de desear que Friends volviese con nuevos episodios. Es solo que cada vez veo más claro que la mejor forma de que Friends se mantenga sin arrugas en nuestro recuerdo es que el contador se quede en esos 236 divertidos episodios que nos regaló. La cantidad y la calidad son lo suficientemente amplias como para volver a las 10 temporadas de Friends, paladear de nuevo los capítulos que recordamos con facilidad y redescubrir situaciones, personajes y detalles que no teníamos tan fijados en la memoria.
Probablemente, en un segundo visionado de la serie (y en un tercero, un cuarto, un quinto…), además de ser capaces de reproducir cada vez más diálogos con exactitud, nos demos cuenta de que Joey es todavía más sensible de lo que pensábamos. O que Ross nos hace reír tanto o más que Chandler. O que ya no tengamos tan claro de qué lado estamos en las discusiones entre Rachel y Ross a raíz de su famoso descanso. Bueno, aquí quizá haya exagerado: es difícil que alguien cambie de opinión sobre si un descanso en una relación de pareja permite acostarse con otras personas. Rachel, descuida: sigues teniendo mi apoyo.
25 años después de su estreno en Estados Unidos y 15 años después de su adiós, Friends sigue siendo moderna y especial. Tiene que serlo a la fuerza una serie por la que Netflix pagó 100 millones de dólares por mantener sus derechos en 2019 y por la que Warner ha desembolsado 425 millones de dólares para la operadora que llegará en 2020. De momento, Friends forma parte del catálogo de Netflix, HBO y Amazon Prime Video y puede verse también en Movistar+, ya que la emiten Comedy Central y Neox. Una locura para una serie íntimamente unida a Nueva York que, sin embargo, se grabó casi íntegramente en unos estudios de Los Ángeles – Friends viajó a Londres para el final de la 4ª temporada y el inicio de la 5ª, y también a Las Vegas-.
Personajes muy bien definidos, excelentes interpretaciones, diálogos mordaces, guiones originales y elaborados con precisión, situaciones divertidas… Quien haya visto Friends sabe cuáles son los puntos fuertes de la serie. Débiles también los tendrá, pero como fans incondicionales que somos, ni los encontramos ni los buscamos. ¿Dedicamos mejor ese tiempo y ese espacio a hablar de nuestros capítulos favoritos de Friends? ¿Cuáles son los vuestros? El mío es el episodio 12 de la 4ª temporada en el que está en juego el apartamento de las chicas con la inolvidable ronda relámpago. Claro que lo mismo elijo otro en la siguiente revisión de Friends con la tranquilidad que da saber que Monica, Rachel, Phoebe, Ross, Joey y Chandler van a estar igual. Y dejadme pensar que nosotros, también.
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