Antonio Olivié | 30 de octubre de 2019
Comunidades de religiosas que, lejos del foco mediático, se enfrentan a la trata de personas y alivian el sufrimiento de refugiados y enfermos.
Roma (Italia) | Entre los grandes problemas del Amazonas, agravados por la pobreza y la falta de educación, se encuentran la trata de personas y la prostitución forzada. En uno de los enclaves más turísticos de Colombia, Puerto Nariño, trabajan las hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, sufriendo amenazas y persecución por este empeño. En la India, las Hermanas de Notre Dame Des Missions mantienen dispensarios en zonas donde llegan a atender a más de 40 personas al día por mordedura de serpiente (en muchos casos de cobras), arriesgando su vida a diario. Son algunos testimonios del papel de las religiosas en zonas de frontera, que apenas reciben visibilidad mediática.
La embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede ha organizado en octubre un encuentro titulado «Mujeres en el frente», en el que presentaban algunas de las labores que realizan religiosas en situaciones de alto riesgo. Entre ellas, destacaban Nigeria, la India y Sudán del Sur. El evento coincide con el Sínodo del Amazonas, que nos ha permitido conocer de primera mano el coraje de las mujeres consagradas.
Las comunidades indígenas del Amazonas son más vulnerables por estar situadas en zonas de frontera, donde la autoridad del Gobierno apenas se percibe, dando lugar a la ley del más fuerte en algunas ocasiones. Sor Edelmira Pinto, hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, asegura que han tenido que enfrentarse directamente con un proxeneta que captaba a jóvenes de su escuela para la prostitución.
Las religiosas lograron que uno de los proxenetas fuera detenido en febrero de este año, pero el miedo a las represalias sigue, porque son redes ligadas también al narcotráfico. Desde entonces ya no salen solas a la ciudad de Puerto Nariño, deben hacerlo con alguien que las acompañe.
En uno de los países más pobres del mundo, Sudán del Sur, también hay una gran presencia de religiosas. Entre ellas, se encuentra la hermana Orla Treacy, del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, que dirige una escuela secundaria para chicas, así como un colegio de educación primaria y un centro de salud maternoinfantil. Cuando en el año 2006 comenzaron a trabajar en la misión de Rumbek, una localidad de unos 30.000 habitantes, solo había 12 niñas en la escuela secundaria, una tendencia que han logrado cambiar radicalmente.
Al margen de vivir en permanente guerra, Sudán del Sur es uno de los países con más analfabetismo del mundo. Y ahí las religiosas deben enfrentarse a los matrimonios forzados, algo que afecta a más de la mitad de las niñas de 15 años. La labor educativa que realizan trata de aportar conocimientos y capacitación para que las chicas puedan desarrollarse por sí mismas, sin depender de quien las toma como si fueran un objeto.
En India, la hermana Crescencia Sun, de las religiosas de Notre Dame Des Missions, se encarga de la atención de dispensarios en zonas donde la salud pública no llega, ni está previsto que lo haga en los próximos años. En uno de sus centros, en la zona de Kerala, llegan a atender en algunas épocas a unos 40 o 50 pacientes por día que han sido mordidos por serpientes. Gracias a la atención médica, la mayoría sale adelante. Y todo pese a que en ocasiones el Gobierno dificulta la llegada de medicamentos desde el exterior.
Además de colaborar en la salud maternoinfantil, las religiosas de Notre Dame también contribuyen al diálogo interreligioso, ya que la mayoría de sus pacientes son hinduistas, budistas o musulmanes. En ese entorno, sor Crescencia asegura que la mayor división se produce entre castas, más que por motivos religiosos. El simple hecho de que los pacientes coman juntos es todo un desafío, que poco a poco van corrigiendo.
Por su parte, las hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles trabajan en campos de refugiados en el norte de Nigeria, atendiendo a quienes han sido desplazados por el terrorismo de Boko Haram. La hermana Anna Falola se enfrenta al reto de dar educación, “pero también ayuda para superar el trauma de haber sido expulsado de un pueblo y despojado de todo lo que tenías”. Su objetivo es devolver la autoestima y la confianza a las mujeres, evitando que vean la prostitución como su única salida.
Algunas de las mujeres que llegan a estos campos de refugiados no están en condiciones ni de sonreír. La atención que les prestan en este centro permite que muchas de ellas se aventuren a crear pequeños negocios con los que vivir y sacar adelante a sus hijos.
Son historias de compromiso, de personas que asumen una actitud constructiva en situaciones límite, donde conviven con la marginalidad y la violencia. Eso sí, lejos de los focos mediáticos y de la valoración de un trabajo realmente heroico.
Durante el mes de octubre de 2019 se celebra el Sínodo de la Amazonía. Algunas polémicas pueden eclipsar este encuentro en el que participarán 21.000 personas.
El 22 de agosto es el día elegido para rendir homenaje a las víctimas de persecución religiosa tras el acuerdo de Naciones Unidas.