María Ruiz de Loizaga | 07 de diciembre de 2019
El Museo Thyssen de Madrid profundiza en la intensa relación entre fotografía y pintura dentro del movimiento impresionista. Un encuentro en el que ambas salen ganando.
La fotografía fue para los impresionistas una ayuda en su búsqueda de nuevos e inesperados encuadres. La relación del impresionismo con la fotografía se manifestó desde el nacimiento de este movimiento, que causó tanto escándalo en muchos de sus coetáneos. El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza nos propone profundizar en esta relación a través de nueve espacios, en los que contemplaremos 66 pinturas, algunas de ellas de los más destacados representantes del impresionismo. Junto a los óleos se sitúa más de un centenar de fotografías, ante las que podremos detenernos de forma más tranquila de dos a cuatro de la tarde, momento en que les aconsejamos que visiten la exposición.
Con el objetivo de captar las impresiones fugaces de la naturaleza, los impresionistas trabajaron en muchos casos al aire libre, lo que supuso una novedad. De este modo, El bosque, Figuras en el paisaje, El agua y En el campo, como se denominan los cuatro primeros episodios temáticos de la exposición, emergieron como fuente de inspiración para muchas de sus obras. Si Camille Pissarro subrayaba la frondosidad de El bosque de Marly, las hojas de los árboles han desaparecido en su posterior realización del Bosque de castaños en Louveciennes.
Por otro lado, los efectos de la luz en el agua se plasman en Puerto de Brest de Eugène Boudin, maestro de Claude Monet, que dialoga con la obra Olas rompiendo de su discípulo, considerado el alma de los impresionistas. En esta pintura, Monet subraya la fuerza del mar, también capturada por Gustave Le Gray en su fotografía La gran ola, Sète.
De entre Los monumentos cabe destacar la catedral de Ruán, que parece desvanecerse con las pinceladas de Monet y, en contraste, su rotundidad se acusa en fotografías como las de Achille Quinet o Édouard Baldus. Este templo medieval servirá al pintor para estudiar la variación lumínica a lo largo del día. ¿El resultado? Un mismo objeto, un mismo punto de vista y una gran diversidad cromática en las distintas obras que configuran la serie, resultado de los diferentes momentos del día escogidos.
En relación con La ciudad, Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia de Pissarro dialoga con vistas estereoscópicas, como la ofrecida por Hippolyte Jouvin de los Boulevards de la Madeleine. Pissarro, en los últimos años de su vida, se convirtió en el intérprete pictórico de la realidad urbana moderna. Como cronista de su tiempo, nos presenta la visión de una calle céntrica de París, llena de comercios y cafés, muy transitada y bulliciosa. Viandantes y carruajes se mueven por una ciudad impregnada por la luz de un lluvioso día, reflejada en el suelo mojado. En la pintura encontramos ecos de la técnica fotográfica: al igual que ocurre en el óleo, en la fotografía, al moverse los personajes, desaparecen sus contornos.
La figura humana también fue analizada por los impresionistas, como especialmente observamos en los apartados titulados El retrato y El cuerpo. Edgar Degas es el protagonista de este último. Para su Bailarina basculando (Bailarina verde) se inspira, como en tantas ocasiones, en la fotografía y así introduce distintos puntos de vista. La perspectiva sesgada y diagonal de las bailarinas en acción contrasta con la frontalidad de las que, en el fondo, muestran una actitud más relajada, cuya tonalidad anaranjada se aprecia asimismo en las vibrantes pinceladas de los bordes del tutú de las bailarinas en plena representación.
El artista estudiará sus posturas, movimientos que serán congelados por Eadweard Muybridge, precursor de la técnica cinematográfica, en su serie de cronofotografías titulada Mujer bailando. Pintor y también escultor, a la muerte de Degas, en 1917, más de 150 esculturas figurativas se encontraron en su estudio, como Bailarina observando la planta de su pie derecho, que también podemos contemplar en la exposición.
El célebre fotógrafo Nadar ofreció su taller como espacio para albergar la primera de las ocho exposiciones impresionistas, que tuvo lugar en 1874. Una de sus fotografías está presente en el capítulo denominado El archivo, con el que concluye el recorrido que nos ofrece el Thyssen hasta el 26 de enero. Los impresionistas y la fotografía, ¿cómplices o rivales? Respondan ustedes mismos.
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