David Vicente Casado | 21 de noviembre de 2019
Pedro Cavadas se dedica a la reconstrucción microquirúrgica desde 1994. Apodado el «Doctor Milagro», por sus manos han pasado los casos más complejos: trasplantes que han salvado piernas, manos, pies, dedos, caras y hasta mandíbulas y lenguas.
Pedro Cavadas (Valencia, 1965) se dedica a la reconstrucción microquirúrgica desde 1994. Lo apodan el «Doctor Milagro», porque sus «milagros» en una sala de operaciones son ciencia. Por sus manos han pasado los casos más complejos y ha devuelto la vida a miles de familias que ya la daban por perdida: trasplantes que han salvado piernas, manos, pies, dedos, caras y hasta mandíbulas y lenguas. Pedro Cavadas, incrédulo de las vocaciones, se dio cuenta de que su vida estaría destinada a la medicina durante su adolescencia, ya que, como él asegura, «la parte humana de la medicina hay que ser mayor para entenderla».
Llega a la entrevista sin apenas haber desayunado ni comido, debido a uno de sus «días normales» repletos de horas de quirófano. Pedro Cavadas, que reconoce que no ha cancelado nuestra cita «por respeto», odia la vaguería y asegura que «los vagos son los únicos que tienen prohibido quejarse». Un viaje a África, donde conoció el verdadero significado de la cooperación humanitaria, cambió su vida. Él es un auténtico ejemplo de cómo usar el talento para ayudar a quienes más lo necesitan, a los eternos olvidados. Pedro Cavadas asegura que ayuda «por pura decencia, porque todo el mundo puede hacerlo en la medida de sus posibilidades, y si no lo haces, es una indecencia».
David Vicente: Por si hay alguien que no lo conoce… ¿quién es Pedro Cavadas?
Pedro Cavadas: Un estudiópata, trabajador patológico que se toma en serio su trabajo y que, como no hay buena acción sin justo castigo, tiene el justo castigo por tomarse en serio su trabajo, que es una vida miserable.
David Vicente: Y por si hay alguien que aún no conoce la historia, ¿por qué lo apodan el «Doctor Milagro»?
Pedro Cavadas: Quiero pensar que es un apelativo cariñoso, la verdad. El motivo es porque probablemente me tomo en serio mi trabajo y le dedico tiempo a casos que no son atractivos y, desde luego, están pidiendo a gritos que les digas que no, pero alguien tiene que considerar los casos complejos y exprimir su solución.
D.V.: Y eso que la vocación no le vino hasta su adolescencia…
P.C.: No creo en las vocaciones, y menos en las de médico, porque dudo mucho que un niño pequeño sepa lo que es ser médico, que te guste un poco porque tu padre se dedique a ello. La parte humana de la medicina hay que ser mayor para entenderla y yo la entendí cuando ya era mayor.
Sé que la sanidad es un monstruo carísimo e infinanciable. No creo que haya ningún país que sea capaz de encontrar un equilibrio entre sanidad de calidad y que se pueda pagarPedro Cavadas, cirujano
D.V.: Una visita a África cambió su vida, ¿por qué quiso viajar hasta allí?
P.C.: Yo tenía inquietudes de cooperación humanitaria, creo en la causa humanitaria pese a su complejidad, y había colaborado en una macroONG norteamericana e íbamos a Bolivia a hacer cirugía de mano congénita. Ya allí, se me ocurrió crear una fundación de menor tamaño. Fuimos a África subsahariana y a partir de ahí fue cuando me di cuenta de lo que era la cooperación humanitaria. Cuando ves las zonas duras del planeta y lo que hace la gente que vive allí, pones las cosas en perspectiva y, en cierto sentido, te cambia la vida.
D.V.: ¿Pensó o ha pensado alguna vez en dejarlo todo, abandonar e irse lejos?
P.C.: Todos los días e incluso varias veces al día. Quien diga que trabajar no cansa, está mintiendo. Pero no lo hago, no por falta de ganas ni por posibilidad, sino que creo que sería injusto. Si he aprendido a hacer cosas y he dedicado prácticamente el 90% de mi vida, a estas alturas no hacer aquellas cosas que he aprendido y no ocuparme de un tipo de pacientes de los que no se suelen ocupar me parece injusto. Aparte, mi hija mayor está estudiando medicina, por lo que no parece el mejor momento.
D.V.: ¿Qué diagnóstico haría de la gestión pública sanitaria de nuestro país?
P.C.: No soy ni gestor sanitario ni sé nada de gestión sanitaria, pero sí sé que la sanidad es un monstruo carísimo e infinanciable. No creo que haya ningún país que sea capaz de encontrar un equilibrio entre sanidad de calidad y que se pueda pagar. Por el motivo que sea, cualquier cosa que tiene relación con la sanidad es dos veces más cara que si no la tuviera. Por ejemplo, un tornillo de acero vale en cualquier ferretería dos céntimos; ese mismo tornillo, del mismo acero, para implantar una fractura vale 200 euros. ¿Por qué? No se sabe… Como la sanidad no tiene precio…
La sanidad en España es irrealmente buena y el que diga lo contrario que salga de su pueblo y mire lo que hay a su alrededor.
Si yo dejo de hacer mi trabajo un día, al día siguiente tengo todo lo que dejé multiplicado por tres. Los pacientes no desaparecen ni la gente se pone buena si no haces cosasPedro Cavadas, cirujano
D.V.: ¿Por qué decidió abandonar la sanidad pública?
P.C.: Ese es un ejemplo de noticias que salen publicadas y te enteras de que has hecho una cosa que realmente no has hecho. Lo que hice fue cambiarme de hospital. Yo sigo viendo el mismo tipo de pacientes que veía antes, lo que pasa es que el día tiene 24 horas, yo tengo 54 años, y en jornadas laborales normales debo haber trabajado unos 90 años. Por tanto, decidí cambiar de hospital y dedicarme exclusivamente a casos complejos, que es para lo que me he gastado mi tiempo y mi dinero.
D.V.: Usted que ha visto casos muy dolorosos y sorprendentes, ¿de dónde saca fuerzas para no rendirse ni venirse abajo?
P.C.: Mientras pienso de dónde las saco, sigo trabajando. El problema es que si alguien dice que se toma un año sabático, cuando vuelve todo sigue igual. Si yo dejo de hacer mi trabajo un día, al día siguiente tengo todo lo que dejé multiplicado por tres. Los pacientes no desaparecen, los casos no se evaporan ni la gente se pone buena si no haces cosas. Mientras pienso de dónde saco el humor para seguir trabajando, sigo trabajando.
Desde los años 90, Grégoire Ahongbonon lleva salvando la vida a los enfermos mentales en África, donde son concebidos como una vergüenza para la sociedad.
Muchas veces, contratiempos o circunstancias hacen que lo personal supere lo deportivo. Es ahí donde reside la humanidad de sus superiores.