Miguel Serrano | 27 de noviembre de 2019
Una obra maestra en la que Martin Scorsese reúne a Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci, gracias a Netflix y a una nueva forma de entender el cine.
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Vivimos tiempos extraños. Parece casi imposible que una leyenda viva del cine como Martin Scorsese no encuentre financiación para una película de mafia con Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Y, sin embargo, así ha sido. Las majors, las grandes productoras tradicionales, han ido rechazando, una tras otra, el proyecto del director de películas como Taxi Driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros o Silencio. Y tuvo que llegar Netflix para poder dar luz verde a una película que, desde el mismo comienzo de la producción, apuntaba a ser histórica.
Sí, Netflix, el temido enemigo de las salas de cine, el rey del streaming, era la única entidad dispuesta a financiar los 150 millones de dólares que iba a costar. Y así llega a nuestras pantallas El irlandés, que es, efectivamente, una obra maestra.
En este caso, la expresión “nuestras pantallas” es más acertada que nunca, porque llegará, Netflix mediante, a nuestros smartphones, nuestras tabletas y nuestros televisores “inteligentes”. El precio no ha sido escaso. Con vistas a poder competir en la próxima temporada de premios, la película debía exhibirse en un número mínimo de cines, tener una presencia básica en salas, y las distribuidoras no se lo han puesto fácil.
Como ya ocurrió el año pasado con Roma, la película de Alfonso Cuarón que también produjo Netflix y ganó tres premios Óscar, el cine “tradicional” declaró la guerra a la película de Scorsese, dificultando mucho su estreno en cines. Finalmente, Tripictures se atrevió a distribuir El irlandés en España, de modo que su estreno aquí se ha limitado a 45 salas (podría ser peor; en la cinéfila Francia llegará directamente a Netflix).
Y, la verdad, es una auténtica lástima. El irlandés, adaptación del libro Jimmy Hoffa. Caso cerrado de Charles Brandt, es una película colosal, un auténtico mastodonte de tres horas y media que, sin embargo, pasa en un suspiro. Cuenta la historia de Frank Sheeran, “el irlandés”, interpretado por el mejor Robert De Niro en años, un sicario de la mafia al servicio de Russell Buffalino, un discreto jefe del hampa de Philadelphia a quien da vida Joe Pesci.
Sheeran, a través de la mafia, entró en contacto con Jimmy Hoffa, el más importante líder sindicalista estadounidense de los años sesenta, líder del sindicato de Los Camioneros, que tuvo unas turbias relaciones con la mafia y que desapareció sin dejar rastro en 1975, y es Al Pacino quien lo encarna. La película, que es, evidentemente, una película de mafia, retrata la historia de la segunda mitad del siglo XX de Estados Unidos, pasando por acontecimientos tan cruciales como el desembarco en la bahía de Cochinos o el asesinato de JFK.
El trabajo de los actores, como no podía ser de otra forma, es impresionante. El más sorprendente de la película es Pesci, con su gánster calmado y amable con los suyos, aunque implacable a la hora de ordenar asesinatos, muy lejos de los papeles que lo lanzaron al estrellato en Uno de los nuestros y Casino, violentos y salvajes.
El irlandés recorre más de tres décadas en la vida de estos personajes, por lo que ha sido imprescindible un uso extraordinario de las nuevas tecnologías de rejuvenecimiento facial (que son, en gran parte, las responsables del elevado presupuesto de la película). Si bien, en los primeros minutos, puede llegar a chocar ver a De Niro con ese aire de personaje de videojuego, enseguida la vista se acostumbra, y es curioso las maravillas que se pueden llegar a conseguir hoy en día
En cualquier caso, el ritmo de la película, con su montaje a la vez fluido y vibrante, lleno de asesinatos, conversaciones mafiosas y muchísimo humor negro, arrastra al espectador en un viaje terrible y genial al corazón de la mafia. Las dos primeras horas y media recuerdan a lo mejor de Uno de los nuestros (y lo superan), pero es en su hora final donde El irlandés se convierte en maravillosa. A partir de cierto momento, la película cambia radicalmente de registro, pisa el freno y comienza un lento y trágico descenso. La música, cosa rara en Scorsese, desaparece, y la película empieza a parecerse más a Silencio en su espiritualidad y contención. Allí se produce una reflexión tristísima, pero bellísima, sobre la vejez y el paso del tiempo, sobre el peso de la culpa y la importancia de la fe, y es aquí donde Scorsese logra llegar a lo más alto de su cine.
En definitiva, El irlandés es una de las mejores películas de Martin Scorsese, más cerca de El Padrino que de sus obras anteriores, una obra maestra que, recordemos, no habría sido posible sin Netflix. Los tiempos han cambiado.
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