Antonio Olivié | 16 de enero de 2020
El Vaticano estrena una web en la que se puede repasar el delicado y riguroso proceso que sigue la Iglesia para la beatificación y la canonización.
Roma (Italia) | La beatificación de la religiosa Isabel Sánchez Romero, asesinada por odio a la religión en la Guerra Civil española, es una de las últimas causas certificadas por el Vaticano. Su vida, así como la de todas las personas beatificadas o canonizadas en los últimos cuarenta años, está ahora presente en un nuevo sitio web elaborado por la Congregación para las Causas de los Santos.
A través de esta nueva página se pueden conocer las normas para beatificación o canonización de fieles, así como el estado en que se encuentran las causas. Los procesos, que en ocasiones se dilatan durante decenios, garantizan el cumplimiento de los requisitos para establecer quién puede ser un modelo de santidad.
El Vaticano ha puesto a disposición de los fieles la vida y milagros (en este caso son necesarios) de más de 700 santos, beatificados o canonizados durante los últimos tres pontificados, desde Juan Pablo II. Cuenta con imágenes, fotografías y material bibliográfico que hasta la fecha no estaba a disposición del público. Para acceder a todo ello, dispone de un motor de búsqueda.
La profesionalidad con la que trabaja la Congregación para las Causas de los Santos se demuestra en las certificaciones médicas de los milagros. El Vaticano cuenta con un Registro de Peritos Médicos para el examen de curaciones que se proponen como milagrosas. Para cada caso, la Consulta Médica se compone de siete miembros y solo es válida si participan al menos seis de estos siete médicos.
Los médicos que examinan cada presunto milagro deben ser independientes, ya que “se les prohíbe cualquier contacto con el Actor y con el Postulador de la Causa”. Su labor se centra en redactar un dictamen médico-legal, participar en la Consulta Médica, en donde se reúnen con otros doctores, y resolver dudas y aclarar eventuales objeciones de carácter técnico y científico que puedan darse.
Entre los elementos más útiles de la nueva página web se encuentra una infografía que explica el recorrido jurídico y técnico para una canonización. Parte de la distinción entre mártires (un caso en el que no se necesita milagro) y santos (para los que es preciso presentar un milagro en la beatificación y uno distinto para la canonización).
Gracias a la infografía, se aprecia de un vistazo la necesidad de que se presenten fama de santidad, virtudes heroicas y ofrecimiento de la vida para que un candidato pueda ser considerado ‘Siervo de Dios’. Es un título que puede otorgar la diócesis cuando se dan las condiciones oportunas y que es previo a la presentación ante el Vaticano, junto al preceptivo milagro.
El hecho de que en el caso de los mártires no sea preciso un milagro, ya que se demuestra que han dado su vida por la fe, hace que las causas sean más ágiles. Entre los últimos mártires reconocidos por la Iglesia Católica se encuentran 27 víctimas del odio a la religión en la Guerra Civil.
De entre ellos, el Vaticano destaca el crimen de sor Isabel Sánchez Romero, una religiosa de 76 años detenida en febrero de 1937 por el único motivo de ser católica. Los milicianos que la detuvieron en Huéscar (Granada) intentaron que blasfemara, pero no lo consiguieron. Cuando la llevan a fusilar, no logra ni levantarse del suelo por el maltrato anterior, por lo que deciden matarla poniendo su cabeza sobre una piedra y lanzándole otra encima. Es el 16 de febrero de 1937.
El Vaticano recuerda que la figura del ‘abogado del diablo’ sigue vigente, para acreditar que se cumplan todos los requisitos. Y es que el sistema procedimental exige una defensa y una acusación. El primer papel lo representa el Postulador, que debe demostrar la ejemplaridad de su candidato, mientras que quien debe poner en duda o exigir aclaraciones es el Promotor de la Fe, un miembro de la Congregación para las Causas de los Santos.
En las causas de canonización hay excepciones. El Papa puede, en determinados casos, declarar una beatificación aun cuando no se haya certificado un milagro. Es lo ocurrido en el caso de san Juan XXIII, un pontífice con fama de santidad pero que no contaba con ningún hecho extraordinario a su favor.
También hay ocasiones en las que los procesos pueden acelerarse. En el caso de Juan Pablo II, la fama de santidad llevó a que su proceso de beatificación comenzara a las pocas semanas de su muerte, sin esperar a los cinco años preceptivos.
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