Gema Pérez Rojo | 28 de enero de 2020
Vivimos en una sociedad en la que la juventud se ha convertido en un valor en sí y, por lo tanto, se intenta alargar esta etapa de la vida.
Piense por un momento en cómo eran las personas de 40 años, más o menos, hace no mucho tiempo, ¿cómo se desplazaban? ¿En monopatín?, ¿cómo vestían? ¿Con camisetas de superhéroes o de dibujos animados?, ¿cómo se comunicaban? ¿A través de las redes sociales?, ¿a qué dedicaban el tiempo libre? ¿A jugar a los videojuegos, ver series juveniles?, ¿eran independientes o vivían con sus padres?
Parece que no solo la imagen, sino también el estilo de vida está experimentando un cambio drástico en las personas adultas. Por un lado, vivimos en una sociedad en la que ser joven se ha convertido en un valor en sí, independientemente del resto de características de la persona, mientras que ser mayor se considera algo muy lejano y negativo y, por tanto, se rechaza y no se acepta, intentando prolongar la juventud el mayor tiempo posible. Pero, ¡si incluso hay personas que rechazan su propia edad¡ Y, por otro lado, las etapas evolutivas se han alterado con el tiempo, por ejemplo, la adolescencia se ha adelantado y su duración se ha prolongado.
¿Qué significa esto? Significa que, mientras los niños quieren ser mayores cada vez antes, la adolescencia cada vez dura más años y los jóvenes tardan mucho más en madurar. Incluso, algunos autores señalan que, teniendo en cuenta el nivel de complejidad que en la actualidad implica hacerse, ser y comportarse como un adulto, debería hablarse de una nueva etapa, la posadolescencia, que iría más o menos hasta los 25 o 30 años. Los límites de la adultez parece que hoy en día no están bien definidos y casi parece que se ha convertido en una opción individual.
Y, ¿cuál es el resultado de todo ello? La sociedad está experimentando un nuevo fenómeno, el incremento de la cultura de la infantilización en adultos, provocando la aparición de los adulescentes o kidult (kid=niño y dult=adulto). Incluso hay autores que hablan de la generación kidult.
Pero ¿cuáles serían las causas de este fenómeno? Existen, como en todo, diferentes tipos de causas, unas internas y propias del individuo, pero también otras externas y relacionadas con el ambiente. Entre las causas internas nos encontramos, en primer lugar, con el incremento exponencial de la esperanza de vida. Si pensamos en cómo eran hace veinte años las personas de 40 o 50 años y las comparamos con el momento actual, somos conscientes del impresionante cambio no solo a nivel físico, sino también a nivel psicológico y social de este grupo de población. Envejecemos en mejores condiciones y eso hace que sea más difícil identificarse con el grupo de población tomando como criterio la edad cronológica.
El ‘adulescente’ puede tener responsabilidades, aunque en determinados momentos presente comportamientos que no son identificados por otros como ‘de adulto’
En segundo lugar, este tipo de comportamientos está asociado también a procesos cognitivos y emocionales en los que, al percibir una gran incertidumbre, no solo en el momento presente sino también con respecto al futuro, aumenta la probabilidad de que la persona posponga, o evite, la etapa de la adultez. Además, el adulto también fue niño y adolescente. Por ello, los recuerdos de esos años están siempre presentes y resurgen si hay algo que le genere un efecto nostálgico, que le recuerde aquellos momentos en los que las posibilidades eran infinitas. Finalmente, se prioriza la individualidad del sujeto.
Dentro de las causas externas nos encontramos, por ejemplo, con el aumento de años de formación, las dificultades de acceso al mundo laboral, incluyendo tanto el retraso de la edad a la que se consigue un puesto de trabajo como la estabilidad en el mismo, lo que a su vez conlleva que las personas se emancipen mucho más tarde y eso también pueda retrasar otros procesos como la maternidad o paternidad. Y estos comportamientos no solo no están siendo corregidos, sino que son reforzados por los medios de comunicación, por ejemplo, a través de mensajes como “los cuarenta, son los nuevos veinte” o “saca al niño que llevas dentro”.
Además, la sobreprotección de los padres influye en que no se desarrollen las habilidades que son necesarias para las diferentes etapas de la vida. Finalmente, la estandarización del estilo de vida joven, lo que implica que todo tiene que ser inmediato. Pueden ser más propensos a la sugestionabilidad, lo que pueden aprovechar los mercados para intentar convertir en necesidad objetos que no lo son o que incluso puede que no tengan un propósito utlilitarista.
Teniendo en cuenta todas estas características, ¿se podría decir que los adolescentes son irresponsables? En realidad, esto no es así. El adulescente puede tener responsabilidades y mantenerlas en diferentes áreas de su vida, aunque en determinados momentos presente comportamientos que no son identificados por otros como “de adulto”. Es decir, ser adulescente no es lo mismo que el denominado «Síndrome de Peter Pan» y es importante no confundirlos.
Y tú, ¿conoces a algún kidult?
Las relaciones de los abuelos con los nietos son beneficiosas y ayudan a desarrollar variables asociadas al envejecimiento con éxito.
Tenemos una gran soledad que nos impide vivir el presente como una oportunidad constante de novedad.