Elio Gallego | 04 de febrero de 2020
Lo dañino para el ciudadano medio español no es la mentira, sino la deformación de la realidad mediante la exageración de algunas noticias y el encogimiento hasta su ocultación de otras.
Cuando era niño, una de las ofertas del Parque de Atracciones de Madrid era pasar por una sala llena de espejos deformantes, de esos que por un lado te ensanchan y por otro te reducen de la forma más grotesca imaginable. Cuando te mirabas, no dejabas de ver que eras tú mismo el que se hallaba enfrente, pero tan deformado que movía a risa. Pues bien, esto era lo que me venía a la cabeza cuando pensaba en la imagen que en España transmiten los medios de comunicación, en especial las cadenas de televisión. Porque bien podría decirse que la 1, la 2, la 3, la 4, la 5 y, por supuesto, la 6ª forman todas ellas una especie de espejo cóncavo como el que existía en la madrileña calle del Gato y que tanta hilaridad provocaba en todos aquellos viandantes que paseaban por tan castiza calle. Solo que aquí el resultado no es la hilaridad, sino la profunda tristeza que causa tanta deformación de la realidad.
No faltan, ciertamente, las ocasiones en que tales noticias son sencillamente falsas y cuentan cosas que no son verdad, las famosas fake news, como cuando, por poner un ejemplo entre muchos, los medios se hicieron eco del adolescente de un colegio católico que, con una gorra pro-Trump, hacía burla de un nativo norteamericano ya entrado en años. La realidad es que todo era mentira y las pruebas fueron tan abrumadoras que la CNN tuvo que aceptar, por supuesto a regañadientes, indemnizar a la familia por los graves daños morales causados al muchacho y reconocer que todo era absolutamente falso, que no hubo tales burlas, sino que, al contrario, hubo un comportamiento exquisitamente respetuoso, y lleno de paciencia, por parte del muchacho.
No hace falta decir que las cadenas de TV españolas que en su momento se habían apresurado a dar la noticia a bombo y platillo, como se suele decir, de las supuestas, mejor, falsas, burlas racistas del joven católico conservador y provida nada han dicho de su falsedad. ¿Alguien conoce una sola de estas cadenas que haya recogido la noticia real de la falsedad demostrada y reconocida de aquello que pasó por noticia? Creo que podemos seguir esperando sentados tranquilamente.
Naturalmente, se trata solo de un ejemplo. Y, sin embargo, decía, no es esta posibilidad de una mentira manifiesta basada en hechos indudablemente falsos lo que más daño hace al ciudadano medio español que sigue, o cree seguir, informándose por los medios televisivos de comunicación tradicionales. No, lo verdaderamente dañino es la deformación sistemática de la realidad mediante la exageración caricaturesca de algunos hechos y el encogimiento hasta su ocultación de otros. Pongamos un ejemplo que me parece especialmente ilustrativo e hiriente de esto que estoy tratando de decir.
Dice así un titular de ABC de Castilla-La Mancha, con fecha de 21 de marzo de 2019: “Sale a la luz la presunta violación de 6 jóvenes a una niña de 12 años en Azuqueca de Henares”. Y más en pequeño añade: “Los hechos ocurrieron hace un año, pero no fue hasta este miércoles que se hicieron públicos”. El periódico reconoce que El Mundo fue el periódico de tirada nacional que había adelantado la noticia. Los pormenores de los hechos son sencillamente brutales, tanto por el tiempo como por el modo en el que los desalmados, en número de seis, procedieron a la violación en grupo. Por no contar los gritos de horror incesantes de la niña y la crueldad con la que actuaron en todo momento. Todo eso, sí, después de haberla seleccionado por ser española y dejar a salvo a la amiguita que jugaba con ella porque, como ellos mismos confesaron, era «mora» y había que respetarla.
Pido, ahora, a los lectores que comparen la transcendencia que los medios televisivos, y no solo estos, han dado a esta noticia frente a otras agresiones sexuales y otras manadas. Porque en el caso de la brutal violación de la niña de 12 años en Azuqueca de Henares se unía, a lo escabroso del hecho, el silencio cómplice que por más de un año todas las autoridades implicadas mantuvieron, con la evidente intención de mantener oculto el caso a la opinión pública española. Y una cosa así, ¿no era acaso lo suficientemente escandalosa para los medios? ¿Por qué el afán de denuncia con que proceden en otros casos enmudece de este modo?
Pero, dado el carácter sistemático con que suelen proceder en casos similares, y que sería fácil de demostrar, estamos obligados a concluir que no estamos simplemente ante una mera incoherencia o una falta de «lógica», sino que, muy al contrario, ante la existencia de una «lógica» muy sistemáticamente aplicada, alejada, eso sí, de la dictada por el sentido común y los criterios más elementales de ecuanimidad. Se trata de la «lógica» dictada por la ideología dominante, en virtud de la cual se discriminan algunas noticias exagerándolas hasta la náusea en algunos casos y, en otros, empequeñeciéndolas hasta la invisibilidad, como en los espejos deformantes, y siempre en el mismo sentido, el de izquierdear la realidad.
La historia española está repleta de personajes a los que la izquierda podría encumbrar… si los conociera.