Fernando Bonete | 29 de febrero de 2020
Esta semana, dos recomendaciones de no ficción, dos autoras norteamericanas. “Lector, vuelve a casa” de Maryanne Wolf y “La larga soledad” de Dorothy Day.
Lo que muchos no saben es que la lectura no es una función original del cerebro. No es una habilidad innata, biológicamente adquirida –como sí son la visión o el lenguaje–. Más bien el cerebro está preparado para desarrollar la habilidad de la lectura gracias a su plasticidad: la reorganización de su red neuronal original para disponer de “circuitos” para ese nuevo proceso.
Lector, vuelve a casa
Maryanne Wolf
Deusto
256 págs.
18,95€
El circuito lector del cerebro es maleable, depende del ambiente, no de la genética, y como tal, depende de qué se lee y cómo se lee. Aquello que leemos –cantidad, cualidad y calidad– y la manera en que lo leemos –no solo el soporte, también nuestra situación– afecta directamente a nuestra configuración y capacidades cerebrales.
Con todo, el debate acerca de la irrupción de nuevos dispositivos y formatos digitales, y de las novedosas narrativas asociadas a los mismos, todos ellos entendidos como elementos disuasores de la lectura, no es un capricho. Es muy pertinente: determinarán no solo la disposición hacia la lectura, sino el tipo capacidades cerebrales que tendrán las generaciones futuras.
Si alguien sigue creyendo en la vieja patraña de que sólo usamos una diminuta parte de nuestro cerebro, todavía no es consciente de lo que hacemos cuando leemos Maryanne Wolf, Lector, vuelve a casa, p. 35
Aquí es donde entra Maryanne Wolf y su último ensayo: Lector, vuelve a casa (Deusto). Doctorada en Harvard por el Departamento de Desarrollo Humano y Psicología, Wolf ha volcado el conocimiento atesorado durante su exitosa carrera investigadora dedicada a la neurociencia cognitiva y la psicolingüística en este ensayo de carácter epistolar. Un total de nueve cartas nos hablan de todo lo que nos aporta la lectura y el impacto que las pantallas tienen en nuestra comprensión lectora.
No es la primera vez que se plantea esta cuestión en el ámbito de la divulgación. Ahí está el archiconocido Superficiales de Nicholas Carr o el categórico Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato de Jaron Lanier. Pero lo diferente y atractivo de esta propuesta, lo que hace que merezca la pena por encima de los títulos anteriores en lo que comparten –qué pasa con el cerebro en la sociedad digital– es su punto de partida, la neurociencia, que no las impresiones u opiniones derivadas de la experiencia en otros ámbitos complementarios, como la comunicación digital o la empresa. Lo que no quita para que Maryanne Wolf sea, además, una gran lectora, una auténtica enamorada de los clásicos, cuyas citas embellecen y actualizan este ensayo.
Lector, vuelve a casa es objetivo en la evaluación, es ecuánime en la reflexión, y es optimista en su formulación. No necesita hacer hincapié en lo negativo, o recrear un apocalipsis para hacerse entender. Le basta con señalar lo bueno que todavía nos queda y podríamos perder.
La larga soledad
Dorothy Day
Sal Terrae
304 págs.
16€
Este 2020 se cumplen cuarenta años del fallecimiento de la activista Dorothy Day (1897-1980) y veinte desde que san Juan Pablo II autorizara iniciar el proceso para su canonización (2000). Grandes efemérides que no dejan de ser grandes excusas para traer a estas recomendaciones la autobiografía de la figura más representativa del catolicismo social estadounidense. Su ejemplo –esto es lo importante– nos sigue interpelando con absoluta actualidad, hoy que los movimientos sociales son tan relevantes.
Nunca he intentado escribir una autobiografía. En lugar de ello, siempre he querido hablar de cosas que me llevaron a Dios y que me recordaron a DiosDorothy Day, La larga soledad, p. 105
En La larga soledad (Sal Terrae) vamos a conocer el itinerario vital –no tanto espiritual– de esta Sierva de Dios en origen anarquista. Su infancia en San Francisco; el inicio de sus estudios superiores en Chicago, y sus primeras prácticas en el periodismo, nada menos que en el diario de Hearst; su traslado a Nueva York; su filiación anarquista y socialista en su juventud y primera madurez; primeras manifestaciones, detenciones y estancias en la cárcel; matrimonio y nacimiento de su hija… y el encuentro con Peter Maurin, con el que fundaría la cabecera Catholic Worker en 1933, periódico que daría origen a su gran legado, el movimiento del mismo nombre por los derechos de los trabajadores.
El cielo es un banquete y la vida también es un banquete, incluso con un mendrugo de pan, allí donde hay comunidadDorothy Day, La larga soledad, Epílogo
La natural discreción y modestia de Day deja fuera de foco muchos detalles que otras monografías, como la reducida pero certera biografía de Terrence C. Wright, Dorothy Day. Periodista, activista social y pacifista (Narcea), sí apuntan desde fuera; para conocer su devenir espiritual habrá de leerse, de hecho, su otra autobiografía, Mi conversión (Rialp). Pero hay en La larga soledad extensos apuntes sobre las lecturas y autores que marcaron su pensamiento social y los aspectos organizativos y logísticos del movimiento Catholic Worker. Ocasión tendremos de recomendar otros libros en relación a Dorothy Day, aprovechando este año de efemérides.
El nuevo pódcast literario de El Debate de Hoy dedica su último programa al storytelling, el arte de contar historias. Escúchalo:
Esta semana, en nuestra Revista de libros, dos novelas: “Vivir abajo” de Gustavo Faverón, y “Fuiste el rey” de Fernando Ariza.
Una selección de novedades editoriales recomendadas para este mes de febrero.