Israel Duro | 12 de marzo de 2020
Para combatir el invierno demográfico es necesario un pacto que recupere la imagen positiva de la maternidad y en el que participen políticos, empresarios, educadores y hasta medios de comunicación.
España se muere. Europa se muere. En realidad, Occidente se muere a chorros, presa de un suicidio demográfico que, ante la inactividad y dejadez de políticos y sociedad, se acelera de manera alarmante, informe tras informe.
Mientras que algunos países de nuestro entorno han comenzado a tomar medidas más o menos atrevidas frente a ello, en España se ha dado al “Reto Demográfico” categoría de vicepresidencia. Por desgracia, de manera más virtual que con contenidos reales, porque desde el nuevo Gobierno se promocionan medidas agravantes, como el aborto de menores sin consentimiento paterno o la eutanasia.
¿Cuál es el problema? Descartamos que nuestros dirigentes no se den cuenta de la bomba que tienen entre manos. Simplemente atendiendo a lo económico, es imposible, con los hijos que nacen ahora mismo, sostener el estado de bienestar y las pensiones de las generaciones que ahora mismo se encuentran en activo.
¿Entonces? Estamos frente a un problema ideológico. La solución frente al invierno demográfico pasa, sí o sí, por la Familia, por el matrimonio. ¿Por qué? Porque el matrimonio es la institución natural y ecológica idónea para el nacimiento y crianza de nuevas vidas. Porque hay un compromiso y una voluntad de estabilidad y permanencia en el tiempo, fundamental para un desarrollo armónico y equilibrado de los menores.
Y aquí está el quid de la cuestión. En plena vorágine del relativismo, de la ideología de género, del usar y tirar, de lo efímero, del infantilismo, etc., hablar de compromiso, de esfuerzo, de sacrificio, de matrimonio… es ser retrógrado, aburrido y reo de muerte civil (o digital, dado el mundo en que vivimos). Pero la realidad es tozuda, y los datos están ahí. Los países, como Hungría o Polonia, que han reforzado el matrimonio están viendo los frutos en forma de repuntes en su datos demográficos.
¿Es posible algo parecido en nuestro país? Debe serlo, por todo lo que nos jugamos. Pero, más allá de que se plantee como una imposición para tener hijos, de “ver a las mujeres como vasijas” -que decía una destacada dirigente socialista-, se trata, en realidad, de una medida que cumpliría los deseos de 3 de cada 4 españolas, que aseguran querer tener dos o más hijos, y que no pueden por motivos laborales y económicos.
¿Pasa entonces la solución por una lista de incentivos económicos? No. Ya se ha demostrado que, por sí solos, son insuficientes. Es necesario, imprescindible incluso, que se adopten iniciativas que animen y ayuden a tener hijos. Es más, se necesiten medidas que ayuden a las familias en el día a día. Pero no es suficiente. Hay algo mucho más profundo que debe afrontarse para tener éxito.
Ser madre hoy es visto como la muerte de la mujer. No solo en lo laboral, donde hay consecuencias evidentes como la denominada brecha salarial –cuyo verdadero inicio es cuando una mujer es madre- o la conciliación, sino también en lo social. En estos momentos, ser madre es –paradójicamente- ser menos mujer. Te convierte en otro ser, aburrido, estresado, malhumorado, etc. Todos los tópicos se vuelcan desde todos los frente de la cultura actual, series de televisión, películas, libros, canciones, medios de comunicación…
Es por ello por lo que para combatir el invierno demográfico es imprescindible un gran Pacto Social por la Maternidad. Por recuperar una imagen positiva de la madre para los jóvenes. Un acuerdo que necesita de políticos, pero también de empresarios, de sindicatos, de educadores, de padres y madres, de personas comprometidas y, en especial, de los intelectuales, de los medios de comunicación, productoras… de toda la sociedad.
Un pacto con medidas económicas, como una prestación por hijo a cargo mientras los hijos estudien y vivan con los padres, ayudas concretas a la escolarización, medidas que faciliten la conciliación, una educación que respete los valores y creencias de los padres, series y programas que recuperen una visión alegre de las madres, de jóvenes con hijos…
Es importante. Es urgente. Nos va el futuro en ello. Nos estamos jugando el presente.
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