César Cervera | 07 de marzo de 2020
Al hispanista Henry Kamen le gustan los titulares polémicos, abusa de los tópicos sobre la historia de España, pero aporta una forma original y belicosa de ver el pasado.
Henry Kamen. 83 años. Británico, nacido en Birmania. Historiador. Estudió en Oxford. Vive en Barcelona y le encanta España. No cree que haya existido nunca algo parecido a una leyenda negra. Disfruta con los titulares polémicos. Odia todo factor nacionalista.
Las primeras veces que leí a Kamen me indigné bastante con algunas de sus tesis, empezando por sus reparos a la hora de hablar del Imperio español como tal, lo cual es un debate etimológico tan estéril y forzado como el de si existió o no la Reconquista. En su libro de Felipe V, uno de los primeros que le dieron fama en España, me sorprendió la imagen tan nefasta que tenía de la monarquía que heredaron los Borbones en el siglo XVIII. Es difícil entender cómo tantas naciones se pudieron pegar por un lugar tan miserable…
Con los héroes de la España imperial me molestó que le restara alegremente méritos al gran duque de Alba, uno de los grandes genios de la historia militar, bajo la acusación de que todas sus victorias en batallas campales habían sido motivadas por huidas de los enemigos cuando aún no se había producido apenas contacto entre las tropas. ¿Es eso un defecto? ¿No es eso el colmo de la brillantez estratégica, ganar incluso antes de empezar la batalla?
No estoy de acuerdo con muchas de las ideas que defiende Henry Kamen, que niega ya no la vigencia de la leyenda negra, sino su propia existencia en base a un argumento tan cándido como que, si hubiera existido esa imagen oscura, él y los miles de anglosajones que viven en España no habrían venido a un país tan tenebroso. No me gustan muchos de los tópicos con los que se acerca a la historia de España y, sin embargo, he disfrutado con sus obras y su forma original y belicosa de ver el pasado. A veces es necesario escuchar a alguien en las antípodas de tu forma de pensar para reforzar tus propias convicciones o, si es necesario, modificarlas. Porque, ciertamente, el duque de Alba antes mencionado no era un mal general, como parece insinuar Kamen por su trayectoria militar, pero sí un comandante más hecho a las guerras que a las batallas. Él mismo presumía de que solo ofrecía combate cuando estaba seguro de que iba a salir victorioso.
La historia es un campo repleto de matices y donde la comprensión está en los detalles. Kamen ayuda a conseguir un perfil más completo de los hechos. Tras un periodo invernando, el hispanista más polémico ha reaparecido estos días en la prensa con una serie de titulares incendiarios que han pisado no pocos callos. En una entrevista que le realicé para ABC, se acordó de Arturo Pérez-Reverte, llamó aburrido a Claudio Sánchez-Albornoz y hasta se metió con Podemos y el mito de al-Ándalus. En sendas entrevistas para El País y El Mundo negó la Reconquista, la batalla de Covadonga y la propia existencia de España.
Parte de estas ideas no son novedosas y hasta están desactualizadas a nivel historiográfico (sin ir más lejos, defiende que el proceso de creación de Estado-nación español fracasó en el siglo XIX, a pesar de la gran cantidad de investigaciones que en los últimos años han demostrado lo contrario), pero ayudan a mirar con un juicio crítico pasajes que están incrustados en la imaginación y, además, nos recuerda que la historia no ocurre: se cuenta. Por eso es tan importante averiguar quién lo hace y por qué lo hace de una forma u otra.
A Kamen le gusta la gresca. Es de los pocos autores extranjeros que han contextualizado realmente lo que supuso la Inquisición para España o por qué resulta un disparate llamar genocidas a los conquistadores. Hay que leerlo y luego, si se tercia, criticarlo y debatir. No merece la pena tomarlo muy en serio, pues, aparte de que va un poco por libre, sabe que sus palabras ejercen un efecto camorrista. Eso le gusta.
La historia de España, como la de todas las naciones, está construida entre mitos, leyendas e imágenes más literarias que reales. Lo verdaderamente grave de lo anunciado por Kamen es que pueda dar la sensación de que esta creación de imágenes solo ha tenido lugar en España. Una tesis que supone toda una provocación viniendo de alguien de las islas que tienen al rey Arturo, a Camelot y a Robin Hood como figuras fundamentales de su historia. A nivel histórico, sabemos infinitamente mucho más de don Pelayo, Covadonga o El Cid que de cualquiera de estos personajes.
La España de la que bebemos hoy es, según Kamen, el producto de la pluma de los cronistas castellanos de los siglos XV y XVI. Eso no quita que ellos, y sus descendientes, creyeran en muchos de esos relatos tanto como para condicionar su forma de ver el mundo. Que lo imaginaran o plasmaran unos u otros no resta importancia al valor histórico de estos mitos. Como demostró Tolkien, las leyendas y los mitos encierran no poco de «verdad» y presentan aspectos de ella que solo pueden captarse de ese modo. Los mitos son, en definitiva, vehículos hacia la trascendencia. Y también son pactos con el diablo: ser eternos a cambio de perder veracidad.
Los hispanistas y los historiadores polémicos como Kamen son necesarios, tanto como lo es que los españoles se libren de sus complejos y dejen de escuchar a estos autores como si fueran profetas. El sentido crítico nunca fue tan necesario. Nuestros mitos dan sustento a nuestra forma de ver el mundo y es la memoria, por encima de cualquier otra cosa, lo que configura una nación.
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