Pablo Casado Muriel | 17 de marzo de 2020
Testimonios de profesores universitarios, de Formación Profesional y de colegios que se adaptan para convertir el salón de casa en un aula.
El coronavirus nos afecta a todos y requiere de todos esfuerzo y compromiso para frenar su expansión. El cierre de colegios, institutos y universidades fue una de las primeras medidas tomadas para la contención del Covid-19 y supuso un primer impacto para profesionales y familias. De la noche a la mañana, el salón de casa se convertía en aula; la mesa del profesor, en una pantalla de ordenador; y las tutorías presenciales, en videoconferencias.
En cuestión de horas, los profesores de todos los niveles tenían que adaptar su metodología y su formación a un escenario en el que no todos están formados. “Fue una sensación similar a aquellos primeros años de docencia. No soy un nativo digital y temía que algo saliera mal”, reconoce Javier Pérez Castells, catedrático de Química Orgánica en la Universidad CEU San Pablo.
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Las universidades que priorizan la enseñanza presencial implementan en tiempo récord nuevas plataformas que permitan mantener las clases y el contacto de los alumnos. Profesores como Carlos Gregorio Hernández, de Historia Contemporánea, han modificado sus contenidos, entendiendo que “deben ser seguidos e interpretados sin la presencia física del profesor”.
Grabar una clase de 50 minutos facilita “jugar” con otras herramientas que permitan al alumno ampliar la explicación. “El vídeo se puede pausar para buscar una web, un mapa o un cronograma que se propone”, comenta el profesor Hernández. La calidad de la docencia a distancia “necesita la voluntad del profesor y del alumno, que se mantenga disciplinadamente en casa”, concluye.
Los universitarios, reconocen docentes de todas las ramas, están mostrando una gran responsabilidad y, en palabras de Fernando Bonete, profesor doctor de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, “prueban con su respuesta que pertenecen a una generación acostumbrada al cambio, preparada para operar en entornos digitales, y capaz de responder a los grandes retos”.
Los contenidos teóricos o aquellas prácticas que pueden resolverse desde un ordenar siguen adelante, pero ¿qué ocurre con aquellos alumnos, universitarios o no, que tienen que aprender a manejar una mesa de sonido o a reparar un tubo de escape, por ejemplo?
En los institutos de Formación Profesional también tratan de adaptarse a las circunstancias. Iván Alvir es tutor de formación en un centro de la Comunidad de Madrid que imparte grados medios y superiores en audiovisuales y en artes gráficas y reconoce que “el alumnado aprende a trabajar con equipamiento del que no dispone en sus casas”. Para poder evitar que los alumnos pierdan dicha formación, se intenta avanzar con “gráficos, esquemas y, sobre todo, videotutoriales que puedan resultar interesantes”.
También se intentan minimizar los problemas derivados del cierre de empresas, algo que también afecta a alumnos en prácticas: “Se ha propuesto la posibilidad de complementar la estancia en las empresas con actividades en los institutos o incluso realizar solamente actividades en el instituto sin tener que ir a ninguna empresa”, explica Alvir, al tiempo que pone en valor la flexibilidad a la hora de aplazar esas prácticas hasta el próximo curso.
¿Y qué pasa en los colegios? Es habitual que los alumnos más jóvenes estén totalmente adaptados a un entorno educativo basado en las nuevas tecnologías. Ya no es extraño encontrar más tablets que libros en las aulas. Sin embargo, el coronavirus obliga a los profesores a dar un paso más en el uso de estos recursos digitales, sin olvidar que en este caso “ir a clase” es una obligación.
Marcos Hermosel, director del Colegio Arzobispal de Madrid y profesor de Lengua y Literatura, reconoce que “el absentismo digital es sorprendentemente bajo”, pero, para evitar el aumento a medida que los días vayan pasando, el claustro ya trabaja en el seguimiento y la coordinación con las familias.
Conseguir sortear la fatiga psicológica en adolescentes es una labor complicada que requiere de buenas ideas. “Mantener un flujo de tarea asequible y creativa” es una de las claves para Hermosel, que ha decidido “aplicar lo que se vive a la escuela” y ha comenzado con sus alumnos de 1º de Bachillerato la lectura de La peste de Albert Camus, un libro adecuado e interesante para estos días y que nos recuerda el valor de los clásicos de la literatura.
Es posible pensar que el teletrabajo es sinónimo de menor productividad, también en el caso de los profesores. Nos explica el director del Colegio Arzobispal que no es así y que mantener una atención continua al alumno provocaría un agotamiento del claustro. Para evitar esta situación, los horarios son fundamentales, aunque a la hora de recibir la tarea “se amplían los márgenes pensando en aquellas familias que no tengan un dispositivo por cada hijo y puedan organizarse”.
Cada etapa formativa presenta sus dificultades, sus retos y sus posibilidades. La relación entre el alumno y el profesor es también una puerta abierta a la comunicación y difumina las paredes de casa en pleno aislamiento. Las tareas se convierten en una rutina que ayude a sobrellevar los días sin parque o sin “quedada” con los amigos.
Los profesores tienen ganas de seguir enseñando y los alumnos, de aprender y conocer. Lo esencial permanece, el curso continúa.
Se trata de un virus aviar que produce síntomas respiratorios parecidos al catarro, que pueden desembocar en neumonía, y que ya ha alcanzado una tasa de mortalidad cercana al 2%.
Con el coronavirus hay que entender que no estamos ante una catástrofe planetaria de película, pero tampoco ante una simple gripe que se cura con paracetamol.