Antonio Olivié | 19 de marzo de 2020
Conclusiones positivas y negativas que pueden servir de orientación a las autoridades españolas… y también a los ciudadanos.
Roma | (Italia) El hecho de que Italia haya sido el primer país occidental en sufrir el coronavirus permite extraer algunas conclusiones, positivas y negativas, que pueden servir de orientación en España.
Lo que está ocurriendo en Lombardía, en ciudades como Bérgamo o Milán, es de pesadilla. Miles de personas con una misma enfermedad, con más de 700 enfermos que requieren de respiración asistida y hospitales donde no hay camas, ni personal suficiente para atender una demanda tan alta. Jornadas en las que mueren más de 250 personas en una única región… Ante esta situación, en Italia ha habido un respeto mayoritario a las indicaciones de las autoridades. Las grandes ciudades están vacías, solo trabajan las personas imprescindibles y se imponen multas a quienes rompen el confinamiento.
Frente a los problemas graves, crece la solidaridad. En primer lugar, hacia los más mayores, que son quienes más han sufrido la epidemia. Ha habido miles de voluntarios que se ofrecen a hacer la compra o pequeños recados. También ha sido excelente la generosidad de algunos artistas, con donaciones económicas para la sanidad que han generado un efecto llamada, y han sido secundados por ciudadanos particulares. También los llamamientos a donar sangre son atendidos con rapidez en la mayoría de los centros hospitalarios.
En Italia hay miles de médicos, enfermeros y personal sanitario que han dado un paso al frente cuando más se necesita. Es un desafío a un virus que castiga especialmente a los mayores de 60, pero que no respeta a nadie. En los primeros días se hizo público cómo unos enfermeros de la zona de aislamiento llevaban varios días sin descansar porque sus compañeros no se presentaban al cambio de turno, debido al miedo al contagio. Afortunadamente, ha sido algo aislado, pero da idea del riesgo al que deben enfrentarse día a día.
El norte del país, que va desde Piamonte, pasando por Lombardía y Emilia-Romagna al Veneto, es la zona más afectada. Las condiciones climáticas que se dan en toda la llanura del Po pueden haber sido determinantes. Porque la realidad es que la emergencia que se vive en el norte del país no tiene nada que ver con los casos aislados del sur. En toda la región del Lazio, entre cuyas provincias se encuentra Roma, apenas había 200 afectados, cuando en Lombardía superaban los 5.000. ¿Hasta qué punto se deben tomar las mismas medidas de prevención en todo el país? Tal vez sea este un argumento para debatir en otras partes.
Teniendo en cuenta el punto anterior, es preciso aplicar criterios coherentes en todo el territorio. Sobre todo, en tiempos de crisis, es preciso contar con una dirección única que aplique los recursos o imponga el confinamento en el lugar y el momento oportunos. También es precisa una autoridad única para evitar que los ciudadanos tiendan a desplazarse de unas zonas a otras en función del nivel de restricciones.
Los momentos dramáticos que se viven en algunas zonas del norte han llevado a que muchos medios informativos traten de presentar los elementos que ayudan a elevar la moral: el número de personas que se curan o la eficacia de las medidas para evitar el aislamiento. También se ha promovido la valorización de los profesionales que están en primera línea, tanto los sanitarios como las fuerzas de seguridad o los empleados de supermercados o farmacias. La música o los aplausos desde las ventanas de los domicilios aportan optimismo y sentido de unidad en los momentos más duros.
El hecho de vivir aislado durante más de una semana ha llevado a muchas personas a replantearse sus prioridades en la vida. La salud, la alimentación, la espiritualidad ocupan los primeros lugares, frente al trabajo o el ocio. De hecho, el cierre de la actividad empresarial viene a poner en primer lugar la salud, por encima del beneficio económico. Son más importantes las personas que los números de una economía que sufrirá muchísimo a corto y medio plazo, debido a la gran dependencia del turismo. Los italianos saben que van a tener que apretarse el cinturón, pero es mejor que ver morir de golpe a sus mayores.
La desastrosa gestión del Covid-19 en Italia sería el colofón, con el clima de caos y pánico consiguiente, del reflejo de la desconfianza popular ante la debilidad institucional.
Las celebraciones religiosas se han suspendido en toda Italia, pero los templos permanecen abiertos para la oración. En estos momentos de temor e incertidumbre, hay un espacio para la reflexión y la contemplación.