Javier Varela | 23 de marzo de 2020
Suspender los Juegos Olímpicos por razones humanitarias es lo más razonable. El Comité Olímpico Internacional parece no estar dispuesto a sacar la cabeza de la tierra y mirar lo que ocurre alrededor.
Mientras el mundo entero lucha contra la pandemia de coronavirus, los señores del Comité Olímpico Internacional siguen jugando al gato y al ratón para decidir qué hacen con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Mientras el COI mira hacia otro lado, la realidad habla ya de más de 300.000 contagiados por la COVID-19 en todo el planeta y más de 13.000 fallecidos. Unas cifras que asustan, que amenazan con seguir creciendo con el paso de los días y que nos dejan claro que estamos ante una situación excepcional que merece decisiones de nivel. Todo lo contrario de lo que está demostrando el Comité Olímpico Internacional.
A día de hoy, 23 de marzo, estamos a 123 días de la fecha prevista para el inicio de los Juegos Olímpicos de Tokio, y uno tiene la sensación de que se ha perdido otro día para tomar una decisión que no admite más demoras. Si miramos el aspecto moral, no parece lo más adecuado celebrar los Juegos Olímpicos mientras cientos de miles de personas han fallecido en la lucha por superar el coronavirus. Tampoco parece muy ético que prácticamente todos los deportistas del mundo, que ya estaban clasificados para la cita olímpica o que estaban luchando por las últimas plazas, se vean abocados a entrenar confinados en sus domicilios, sin los medios adecuados y con la incertidumbre de qué pasará. No parece, desde luego, la mejor manera de preparar una cita que se celebra cada cuatro años.
Todos los artículos relacionados con la crisis del coronavirus
Pero el Comité Olímpico Internacional parece vivir en su anormal normalidad. Ya el pasado jueves, la llama olímpica abandonó Grecia y partió de viaje hacia Tokio, sede de los Juegos de la XXXII Olimpiada, en la más estricta intimidad. Lo hizo casi de puntillas, sin hacer mucho ruido y convirtiendo un ritual que se repite cada 4 años en un acto que pasó inadvertido para casi todos. El mundo no está para encendidos de antorcha olímpica. El fuego, como marca la tradición, se encendió en el pebetero en el Estadio Panathinaikó ateniense, para después volar el viernes a la base militar aérea de Matsushima, al norte de Japón. Una despedida y un recibimiento en los que tampoco hubo público.
Sin razones morales para continuar con su empeño, parece que tampoco se sostienen ni las cuestiones económicas, ni las sociales, ni las políticas. No parece haber nada que mantenga en pie la decisión de organizar un evento de la magnitud de unos Juegos Olímpicos, mirando para otro lado de lo que está ocurriendo en todos los países del mundo. No suspender los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y andar mareando la perdiz supone uno de los errores organizativos más grandes de la historia del deporte. La decisión, complicada e histórica, es obligada salvo que, en lugar de unos Juegos Olímpicos, se quiera celebrar una especie de festival en el que se anteponga el dinero al leitmotiv que acompaña a la cita olímpica desde finales del siglo XIX. Aquel ‘Citius, Altius, Fortius‘ (‘Más rápido, Más alto, Más fuerte’) del barón de Coubertin, que más que un lema es una invitación a dar lo mejor de uno mismo. El COI, sin duda, no lo está haciendo.
Pero lo más llamativo de la actitud del COI es que no está escuchando a los propios protagonistas de los Juegos Olímpicos, los deportistas. Encabezados por Estados Unidos, dominador absoluto del medallero olímpico con 2.522 preseas en los Juegos de verano. Federaciones tan potentes como la de atletismo y natación ya han pedido de forma pública que se suspendan o que se aplacen. Pero como si fuera un avestruz, el Comité Olímpico Internacional parece no estar dispuesto a sacar la cabeza de la tierra y mirar lo que ocurre alrededor. Suspender los Juegos Olímpicos es lo más razonable, se mire por donde se mire, pero fundamentalmente los Juegos hay que suspenderlos por una cuestión humanitaria.
¿A qué espera el COI para aplazar o suspender los Juegos Olímpicos de Tokio 2020?
La UEFA, con el apoyo de las 55 federaciones, ha decidido retrasar la celebración de la competición hasta 2021 y se jugará entre el 11 de junio y el 11 de julio del próximo año.
Con el coronavirus hay que entender que no estamos ante una catástrofe planetaria de película, pero tampoco ante una simple gripe que se cura con paracetamol.