Hay jinetes de luz en la hora oscura
Un 16 de octubre de 1978, el cardenal Karol Wojtyla era elegido Papa. Comenzaba el largo pontificado de Juan Pablo II. Un camino que transformó la Iglesia católica, al tiempo que el mundo cambiaba alrededor.
Este 18 de mayo de 2020 se celebra el centenario del nacimiento de aquel sacerdote polaco que, tras sufrir los horrores del nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el control comunista de su país, al comienzo de su papado lanzó un mensaje muy claro a todos los hombres y a todas las mujeres: «No tengáis miedo». Su vida, su mensaje y sus obras lo convirtieron en un verdadero líder que traspasó la esfera cristiana. Tras su muerte, la Iglesia reconoció su santidad y hoy se venera a san Juan Pablo II.
El Debate de Hoy conmemora esta efeméride con un especial multimedia que el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha tenido a bien encabezar con un texto de agradecimiento al Santo Padre.
El pontificado de Juan Pablo II se enmarca en el último cuarto del siglo XX, un periodo de la historia en el que se vivió el final de la Guerra Fría y la caída del bloque soviético. Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, no se olvidó de su tierra y, apenas un año después de ser elegido Pontífice, ponía el pie en su país, en suelo comunista.
La embajadora de Polonia en España, Marzenna Adamczyk, recuerda el júbilo que vivieron los ciudadanos polacos al saber que «uno de los suyos» era elegido Papa, al tiempo que las autoridades se enfrentaron a un gran problema de comunicación. Juan Pablo II devolvió la esperanza a una Polonia que había sufrido el horror nazi y, después, el comunista. Recuerdos que la diplomática comparte con eldebatedehoy.es en esta entrevista.
Los historiadores Carlos Gregorio Hernández y José Luis Orella, profesores de la Universidad CEU San Pablo, completan el contexto histórico en el que se desarrolla el papado de Juan Pablo II. En un programa especial de El Debate de la Historia analizan el nacimiento, la evolución y los éxitos del movimiento Solidaridad en Polonia, la intensa labor diplomática del Vaticano y el papel del Pontífice en el desgaste moral de un bloque comunista que acabaría por implosionar.
Puedes escuchar el programa aquí:
Desde el comienzo de su pontificado, Juan Pablo II otorgó una gran importancia los viajes. Se convirtió, así, en un verdadero misionero y atendió a la labor de llevar el Evangelio a todos los rincones del planeta. Academia Play se une a este especial y resume en la siguiente infografía la historia del «Papa viajero».
Juan Pablo II pensó en los jóvenes y les encargó la tarea de ser responsables de «la construcción de una civilización del amor». Para ello, no obviaba el Papa las dificultades y la necesidad de «temples recios y perseverantes, dispuestos al sacrificio e ilusionados en abrir nuevos caminos de convivencia humana, superando divisiones y materialismos opuestos». Para ayudarlos en esa tarea y unir sus esfuerzos, Juan Pablo II les ofreció una Cruz, un madero que desde entonces ha recorrido el mundo señalando el camino de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Desde aquel Jubileo de la Redención de 1984, la JMJ ha reunido a millones de jóvenes en países como Argentina, Estados Unidos, Polonia, Filipinas y España. «No tengáis miedo», repetía el Pontífice. Los frutos de estos encuentros marcan hoy la vida de miles de personas y su testimonio es el de una fe viva.
La labor catequética y teológica del papa Juan Pablo II no queda atrás a la hora de revisar su largo pontificado. Catorce encíclicas, quince exhortaciones apostólicas, multitud de mensajes para todo tipo de colectivos… y, con todo, tuvo tiempo de dedicarse a una de sus grandes pasiones: la poesía.
Wojtyla cultivó este arte desde joven y, ya como cabeza de la Iglesia, publicó un libro de poemas en 2003, Tríptico romano. El poeta Enrique García-Máiquez profundiza en los versos del Papa y recuerda con orgullo que «en un mundo en el que la poesía cuenta cada vez menos, hubo un poeta, que ejercía de poeta, en la más alta dignidad de la Tierra».
Con estas palabras se anunciaba, el 2 de abril de 2005, que Juan Pablo II había fallecido. Miles de personas acudían al Vaticano para despedirse del hombre que había sido cabeza de la Iglesia, pero también símbolo y ejemplo para todo el mundo. Rafael Ortega vivió aquellos momentos como corresponsal en Roma y recuerda el grito espontáneo de la multitud que abarrotaba la plaza de San Pedro: «Santo súbito». Aquellos días, en Roma no se visitaba «un lugar de muerte, sino de vida».
La vida y las obras de Juan Pablo II ejemplifican la llamada a la santidad que tienen todos los cristianos. El domingo de la Divina Misericordia del año 2011, Benedicto XVI, su sucesor, beatificaba al Papa polaco. Apenas tres años después, en abril de 2014, Juan Pablo II era canonizado por Francisco.
Este proceso, resumido en unas líneas, siguió el estricto estudio de la Iglesia y la comprobación, entre otras cuestiones, de los sucesos extraordinarios que pueden atribuirse a la intercesión de Juan Pablo II. El Papa se convirtió pronto en un «santo moderno» y popular al que rezar. Las oraciones se elevan desde lugares tan variopintos como un circuito de Fórmula Uno, donde el piloto polaco Robert Kubica reconoció la mano de su compatriota en su supervivencia, tras un terrible accidente sufrido en 2007.
Pero fueron dos mujeres, una madre de familia y una religiosa, las que sirvieron para testimoniar oficialmente los milagros que elevaron al Pontífice a los altares. Antonio Olivié, corresponsal en el Vaticano, recuerda la causa de canonización de Karol Wojtyla y la historia de Florybeth y de la hermana Marie Simon-Pierre.
Que fuesen dos mujeres las que recibían la Gracia por la intercesión de san Juan Pablo II era solo la continuación de la atención que el Papa siempre les otorgó en el seno de la Iglesia. Siguiendo con la labor iniciada en el Concilio Vaticano II, el Pontífice se ocupó de analizar, explicar y desarrollar el valor femenino en el catolicismo. De entre sus textos, destaca la carta apostólica Mulieris Dignitatem, que Carmen Sánchez Maillo, secretaría académica del Instituto de Estudios de la Familia CEU, recodaba en su 30º aniversario.
La imagen del joven Papa saludando por primera vez a la multitud que lo esperaba en el Vaticano contrasta con la de aquel anciano que a duras penas conseguía articular las palabras de una sencilla oración en sus últimas apariciones ante la misma plaza de San Pedro. Ambas escenas, sin embargo, rebosan fuerza.
Su discurso a los jóvenes el 3 de mayo de 2003, en su último viaje a España, sirve como broche a este especial de El Debate de Hoy que recuerda y celebra la vida y la obra de un Papa que ya se encuentra entre los grandes santos de la Iglesia, san Juan Pablo II: «Yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Entonces, ¿cuántos años tiene el Papa? ¡Casi 83! ¡Un joven de 83 años! Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!».