Pablo Casado Muriel | 18 de mayo de 2020
La embajadora de Polonia en España recuerda la figura de san Juan Pablo II y su capacidad para hacer creer a su país que las cosas podían cambiar.
En el marco de la conmemoración del centenario del nacimiento del papa san Juan Pablo II, eldebatedehoy.es recibe a la embajadora de Polonia en España, Marzenna Adamczyk. Sus recuerdos sirven para revivir un acontecimiento que cambió la historia de su país. El Papa y la embajadora coinciden en su labor diplomática, tan intensa durante el pontificado de Karol Wojtyla, y en una profunda pasión por España y su gente.
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Pregunta: ¿Cómo recuerda usted la llegada de Karol Wojtyla al Vaticano? ¿Cómo recuerda la elección de Juan Pablo II como Papa?
Respuesta: Desde mi perspectiva de hoy, ya puedo decir alegría, alegría, alegría. Pero al principio fue una confusión total, porque algunos sabíamos que el cardenal Wojtyla pertenecía al grupo de los papables, pero siempre se creía que, siendo tan joven, iba a la zaga de los cardenales más curtidos.
Hay que recordar que no existían móviles ni internet y, en un país dominado por la censura como era Polonia y el resto de países del bloque socialista, las informaciones no circulaban con tanta libertad como lo hacen hoy.
Recuerdo que cuando salió la información en los medios internacionales me llamó un amigo, me dijo «habemus papam» y le mande «a freír espárragos»… Era una reacción normal, porque no nos lo llegábamos a creer. Fue una reacción de sorpresa paralizante.
Cuando se confirmó la noticia, se produjo una reacción de júbilo que no se reflejó de manera oficial, porque las autoridades comunistas tuvieron un problemón: ¿cómo reaccionar a una noticia tan inesperada y tan poco deseada? Por un lado, no puedes hablar de una noticia fatal, porque es un ciudadano polaco elegido para ser el Papa de la Iglesia católica, con la que las autoridades polacas tenían una relación, digamos, correcta. ¿Cómo reaccionan? Pasan horas cavilando y, al día siguiente, en el periódico oficial se publica en una página lejana; con caracteres pequeños y en un rinconcito, se da la noticia de que el arzobispo de Cracovia había sido elegido Papa.
P.: ¿Qué supuso para Polonia el pontificado de Juan Pablo II? ¿Supuso un impulso en un país que había sufrido los acontecimientos más horribles del siglo XX?
R.: Supuso que uno de los nuestros, uno de los que había sufrido las consecuencias de ese horror de la invasión nazi, la Segunda Guerra Mundial, la presencia comunista… había sido elevado a una dignidad antes inimaginable, no solo para un polaco, para cualquiera que no fuera italiano.
El que fuera elegido supuso para nosotros un halo de aire fresco y un halo de libertad. Empezamos a tener más esperanzas que antes. Todo el mundo creía que la división del mundo en bloques sería eterna. Incluso en mayo del 89, cuando ya estaban finalizando las negociaciones para preparar las primeras elecciones parcialmente libres, todos los kremlinólogos de fuera de Polonia creían que la Unión Soviética no podía desmoronarse. Y resultó posible al cabo de poco tiempo.
Lo mismo pasó en 1978 con la elección de san Juan Pablo II: nadie lo esperaba y se hizo realidad. Por tanto, si una cosa tan inesperada pudo llegar a ser, ¿por qué no podían llegar más cosas? Nos dio un cambio de perspectiva para ver nuestro mundo y también para mirar fuera de nuestras fronteras.
Las autoridades comunistas tuvieron un problemón: ¿cómo reaccionar a una noticia tan inesperada y tan poco deseada? Marzenna Adamczyk, embajadora de Polonia en España
P.: Por su actuación en distintos acontecimientos en la segunda mitad del siglo XX, ¿fue Juan Pablo II un buen diplomático?
R.: Todo lo que sabemos lo confirma, pero me encantaría ver los documentos de los archivos de Moscú con las negociaciones que tuvieron lugar durante su pontificado y especialmente antes del año 1989. Saber cómo eran las negociaciones que precedían a las visitas de otros países como Cuba.
Se recuerda poco, pero en el año 1998 Juan Pablo II visitó Cuba y no se habló de ninguna victoria cubana, incluso le reprochaban que en cierta manera legitimaba el régimen. Sin embargo, no se tiene en consideración que se liberaron muchos presos políticos después de la visita, para que no se pudiera interpretar como una consecuencia inmediata; se empezó a construir el seminario de La Habana y el solar le fue entregado a la Iglesia como propiedad, no como un arrendamiento; y, desde entonces, el día 25 de diciembre es festivo en Cuba. Esas cosas nos parecen insignificantes en Europa, porque cada uno tiene las fiestas que quiere, pero allí el Gobierno lo determina todo y por eso fue un gran éxito del Papa.
Y en Polonia, por supuesto, sus palabras diciendo «que baje Tu Espíritu y renueve la faz de la Tierra, de esta Tierra» (homilía en la plaza de la Victoria de Varsovia, en su viaje a Polonia en 1979) fueron una alusión muy directa a lo que había que hacer.
Sus homilías -en las que explicaba cosas muy sencillas, que todos sabíamos, pero dichas por él y en aquel contexto- dieron como fruto el nacimiento de ese gran movimiento social que fue Solidaridad, con diez millones de personas.
Sus dotes de diplomático para negociar con Moscú, La Habana, Varsovia, con los Gobiernos de otros países, no se pueden subestimar.
P.: Comparte con el Papa la estrecha relación con España, país que tantas veces visitó Juan Pablo II. ¿Qué tenía España para el Papa y qué tiene para usted?
R.: ¿Qué tiene España en general? España tiene un imán, que son sus gentes y sus tradiciones. Yo vengo diciendo que sois unos enchufados con la Providencia porque, independientemente de lo que sea, siempre salís victoriosos de cualquier dificultad. Y, además, por muy modernos que seáis, seguís fieles a vuestras tradiciones. Se aprecia mucho en España y en su gente, porque un país puede ser precioso, pero vacío de su gente es una cosa inhóspita, como ocurre ahora al pasear por Madrid.
San Juan Pablo II era muy mariano y España tiene ese culto a la Virgen y además con su forma tan peculiar. En Polonia es impensable que haya conflictos y hasta peleas verbales entre los partidarios de una Virgen y otra. Que los trianeros y los partidarios de la Virgen de la Macarena se peleen defendiendo a su Virgen es una cosa que es inimaginable en Polonia.
Recuerdo también una vez en la que hablé en Sevilla con un concejal que era comunista y también costalero. Yo le preguntaba cómo podía unir ambas cosas de una forma tan armoniosa y me contestó que podía ser todo lo comunista que quisiera, pero que a su Virgencita no se la quitaba nadie. Y eso explica todo.
Es ese imán de España: tolerante, permisiva, fiel a las tradiciones, variopinta… preciosa.
Juan Pablo II es un santo moderno y es un santo palpableMarzenna Adamczyk, embajadora de Polonia en España
P.: Han pasado casi 15 años de la muerte de Juan Pablo II, ¿qué queda de su llama y de su magisterio en la sociedad polaca?
R.: Queda el orgullo de todos los polacos. Se dice ‘nuestro Papa’, no el Papa polaco. Es un motivo de orgullo, seas creyente o no, y queda la conciencia de que es una de las personas más reconocidas en el mundo entero. La gente puede no conocer a Chopin, pero al Papa polaco lo conoce todo el mundo. Y, sobre todo, queda la conciencia de poder hacer cosas y de que, si queremos, puede ser posible.
Y queda una generación, a la que llamamos generación JPII, de personas jóvenes que en el momento de su muerte lo lloraron a moco tendido porque, entre otras cosas, era el único Papa que habían conocido. Toda su vida, hasta ese momento, transcurrió durante el pontificado de Juan Pablo II. Una generación que se sentía huérfana cuando murió.
En la sociedad, ¿qué puede quedar de sus homilías? Pues quedan esas frases cortas que él decía y que la gente recuerda. No nos engañemos, salvo unas pocas personas, nadie estudia sus escritos ni profundiza en el mensaje teológico, pero se recuerda a san Juan Pablo II como nuestro Papa.
P.: ¿Esa capacidad para transmitir los mensajes sirve para explicar que los más jóvenes, aquellos que no conocieron en vida al Papa, tengan un arraigo hacia san Juan Pablo II que es general en toda la Iglesia?
R.: Es un santo moderno y es un santo palpable. Vivió hace muy poco y muchos lo conocían de haberlo visto y haber hablado con él cara a cara, porque con lo viajero que era mucha gente tuvo la oportunidad de acercarse a él. Y eso se hereda, los padres han pasado ese legado a sus hijos.
Eso se puede asociar a la época en la que Polonia no existía como Estado, a finales del siglo XVIII, hasta que recupera su independencia a principios del XX. Ese tiempo duró más de 120 años y, sin embargo, la gente sabía lo que era Polonia, acariciaba la idea a pesar de haber nacido seis generaciones lejos de la existencia como Estado. Pues eso, más o menos, podemos compararlo con la figura de Juan Pablo II, es algo que tuvimos, algo muy bueno, algo que desapareció pero seguimos siendo fieles y continuamos la tradición, porque san Juan Pablo II ya se ha convertido en una tradición.
P.: Para terminar, entiendo que todas las conmemoraciones de este centenario de san Juan Pablo II quedan aplazadas para después de este tiempo de crisis sanitaria.
R.: Están aparcadas, pero a mí no me gusta inscribirme en la lista de las celebraciones oficiales. Hay que buscar lo bueno en lo malo y estoy parcialmente contenta de que no se celebre ahora, así lo vamos esparciendo y preparando un evento cuando nadie prepare nada, y así el evento calará, no se perderá entre la multitud de cosas que se hacen.
Carlos Gregorio Hernández & José Luis Orella
Un programa especial del pódcast «El Debate de la Historia» que contextualiza y pone en valor el papel de Juan Pablo II durante los últimos 25 años del siglo XX.
El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, recuerda la importancia y el legado de la figura de san Juan Pablo II.