Mario Crespo | 13 de junio de 2020
Los comanches, los ultras del Manchester United, se cruzan este mes con escritores, espías y con la Caballería de John Ford.
Los gurús del coaching nos animan constantemente a «salir de nuestra zona de confort». Como si la vida no se encargase de traernos inquietudes sin necesidad de pedírselas; como si los anclajes y las certezas fuesen algo peligroso. Ahora que parece que nuestro mundo se tambalea, creo que es necesario construirse una zona de confort intelectual ancha y mullida, hecha de ideas, estilos y autores en los que podamos refugiarnos durante la tormenta. Este mes traigo a Podría ser peor un ensayo histórico, una entrevista, una novela, un blog y dos películas que quedan dentro de mi zona de confort.
Esta es la historia de una tribu guerrera que puso en jaque al hombre blanco con un arma extraordinaria: el caballo. Reintroducido en el continente por los conquistadores españoles –la especie se había extinguido en el pleistoceno-, algunos ejemplares huidos cruzaron miles de kilómetros hasta llegar a Norteamérica. Varios pueblos aprendieron a domarlos con propósitos bélicos, pero ninguno alcanzó tal maestría como los comanches, que los usaron para extender su zona de influencia, someter a tribus rivales y controlar un amplísimo territorio con un número escaso de hombres.
Mezclando épica y rigor, Gwyne narra los días en los que la Comanchería ejerció como una potencia «imperial», enfrentada a españoles, mexicanos, estadounidenses y apaches. Que nadie busque en este libro al buen salvaje de Rousseau: su crueldad con el vencido y el uso del secuestro masivo de civiles, preferentemente de mujeres, los acerca más al terrorismo moderno que a la visión pacifista y ecologista que últimamente está en boga. En España lo ha editado Turner.
Se publicó en 2017 en MilenioWeb, pero sigue fresca. El entrevistador es Gonzalo Altozano y el entrevistado es Tom Kallene, un trotamundos sueco, rebelde y tradicionalista sin contradicción, que pasó del temible Ejército Rojo de los ultras del Manchester United a oír misa en latín en España, su «tierra prometida». Una charla larga y sólida sobre el misterio, las raíces, la identidad y la libertad.
Yo debo de tener un imán para personajes y situaciones extraños. O será que emito algún tipo de señal que hace que los que vivimos así nos encontremos en la niebla.Tom Kallene
Lejos de la pirotecnia de acción de Ian Fleming, pero también de la minuciosidad de relojero de las tramas de John Le Carré (aunque indudablemente más cerca del segundo que del primero), Graham Greene hizo de la novela de espías un instrumento para el análisis moral. El factor humano merece figurar en cualquier lista con las mejores obras del género.
Otto Preminger, que dirigió una digna adaptación cinematográfica en 1979, la definió bien: «Es una gran historia de amor entre un agente del servicio secreto británico [Maurice Castle] y una hermosa chica negra surafricana. También es la historia de este hombre, la participación de un individuo muy honrado y leal en organismos gubernamentales y la tragedia que resulta de ello. El poder de los funcionarios públicos es tremendo, y de eso es de lo que se trata en la historia». Llena de intriga, emoción y melancolía.
El penúltimo proyecto de Esperanza Ruiz, brillante escritora de la que ya hablamos en la primera entrega de Podría ser peor, está siendo todo un éxito en las redes sociales. Nos ha pedido a unos cuantos amigos que recomendemos cien lecturas básicas. No se trata de abrumar a nadie, sino de dar ideas, algunas canónicas y otras bastante personales. Hay clásicos de la filosofía y de la narrativa, pero también literatura de género y hasta libros infantiles.
Ya va una veintena de aportaciones, incluyendo a gente tan interesante como el columnista José F. Peláez, los editores Ana Rodríguez de Agüero y Ricardo Franco, los escritores José Mª Sánchez Galera y Gervasio López, el profesor David Cerdá o el dominico Vicente Niño, entre otros. Hay jóvenes promesas como Toni Gallemí o Salvador Otamendi, y hasta jovencísimas, con pocos años y mucho criterio, como Carmen o Julia. También está la mía.
Una película vieja: El sargento negro (1960)
Todo lo que pasa en el mundo tiene una respuesta en John Ford. Estrenada en 1960, en plena eclosión del debate racial, El sargento negro fue una película valiente, pero no una película coyuntural ni panfletaria. Por eso se conserva tan bien.
Cuando aparece en un fuerte el cadáver de la hija de un oficial, poco después de la Guerra de Secesión, el sospechoso parece claro: el sargento Rutledge, miembro de los Buffalo Soldier, una unidad de soldados negros de la Caballería estadounidense. Luego comienza el juicio y las cosas resultan no ser lo que parecían. La historia, mitad western, mitad película policíaca, habla de justicia, dignidad, lealtad y superación de las diferencias raciales mediante el cumplimiento del deber común. Intuyo que el sargento Rutledge no habría participado en los motines de estos días. Se puede alquilar en Amazon (en inglés).
Y una nueva: Blood Father (2016)
No sé por qué no la vi cuando se estrenó en cines. La he descubierto ahora y me ha parecido una de las películas de acción más divertidas de los últimos años. La dirige Jean-François Richet, la protagoniza Mel Gibson y es la historia de una joven (Erin Moriarty) que se mete en problemas muy serios y recurre a su padre, veterano de guerra y exconvicto, para que se los resuelva. Y Gibson los resuelve, como cantaba Loquillo, «de forma natural: para qué discutir si puedes pelear». De fondo, más allá de los disparos y los guantazos, se intuye una reflexión valiosa. Para quienes se fijen en esas cosas, tiene un 89% en Rotten Tomatoes. Disponible en Amazon Prime Video y en Google Play.
Una película de vaqueros que defiende el valor de la profesionalidad, una novela sobre la familia y un ensayo que nos recuerda que ser positivo no es lo mismo que ser realista.
En tiempos de confinamiento, propuestas para evadirnos que van desde «El hombre que pudo reinar» a la maravillosa expedición de la Kon-Tiki.