Amalia Pedrero | 10 de marzo de 2017
Mucho se está hablando sobre las pruebas de ortografía realizadas para los aspirantes a bomberos y a policías y, si se está hablando de ello, es porque un alto porcentaje no las supera (el 60% en el caso de los aspirantes a bomberos realizadas en Burgos). El asunto está creando controversia sobre si son necesarios conocimientos básicos de ortografía o no para desempeñar ciertos cargos.
Sinceramente, solo debatir si es necesario o no me deja perpleja: ¿¡Cómo no va a ser necesario hablar y escribir con corrección para cualquier actividad!? En relación con las pruebas que realizan los aspirantes a policías, en el Diccionario de la Real Academia encontramos el sustantivo «alfabetismo» como una voz propia de varios países de América con el significado de ‘Conocimiento básico de la lectura y la escritura’; por lo tanto, todas aquellas personas que no cumplieran esta premisa quedarían fuera de estar alfabetizados. ¿Se pondría en tela de juicio la necesidad de no ser necesario estar alfabetizado en el siglo XXI para acceder a ciertos puestos de trabajo? Lo único que puedo decir al respecto es que el simple hecho de plantearlo me produce mucha tristeza.
Se siguen cometiendo faltas graves de ortografía, como comprobamos en nuestros alumnos universitarios.
Evidentemente, no se puede afirmar que no se haga nada, pero sí que las acciones tomadas no son adecuadas para adquirir unos conocimientos básicos de la principal herramienta en la comunicación, por lo que es muy necesario tomar medidas.
Repito a mis alumnos año tras año –y no me canso– que su forma de expresarse, ya sea hablada o escrita, es su tarjeta de presentación, mucho más importante que otras, incluso el físico y, en última instancia, por la que se formarán una primera opinión sobre ellos. De la misma manera que no saldríamos a la calle con manchas en la ropa, ¿por qué se duda de la importancia de las “manchas” en la “tarjeta de presentación”? Y no me estoy refiriendo solo a las faltas de ortografía, sino también a la inmensa cantidad de incorrecciones morfológicas, sintácticas, léxicas o semánticas que se producen diariamente.
Lo ideal sería poder suprimir estas pruebas, pero no porque no se necesiten estos conocimientos, sino porque pudiéramos asegurar que cualquier persona que obtenga el título en enseñanza secundaria no comete ningún error ortográfico
No hace falta ser un extraordinario escritor, ni un eminente lingüista, ni caer en la afectación o en la pedantería, que tampoco dice mucho de quien incurre en ella. Se trata de saber emplear con corrección la lengua; de saber o de tener la capacidad de expresarse con propiedad; de transmitir mensajes coherentes.
En cualquier caso, y voy a ponerme en el lugar de los detractores, lo ideal es que este tipo de pruebas no fueran necesarias, que se suprimieran todas, pero no porque no se requieran conocimientos sobre ortografía para desempeñar cualquier cargo, sino porque pudiéramos asegurar que cualquier persona que obtenga el título en enseñanza secundaria no comete ningún error ortográfico y, por extensión, lingüístico.