Manuel Llamas | 29 de junio de 2020
La elección de Nadia Calviño como presidenta del Eurogrupo podría poner a Pablo Iglesias en una encrucijada: tragar con las condiciones del rescate, con la consiguiente traición a su ideario, o romper su coalición con el PSOE.
La elección de la ministra de Economía, Nadia Calviño, como nueva presidenta del Eurogrupo, cuya elección deberá adoptarse en julio, no es cuestión baladí. De hecho, es muy posible que su nombramiento, en caso de producirse, modifique por completo el equilibrio de fuerzas que, hasta el momento, existía en el seno del Gobierno que conforman PSOE y Podemos.
De todos es conocida la animadversión que existe entre Nadia Calviño, quien, a su vez, cuenta con el firme apoyo de varios ministros socialistas de peso, como la de Hacienda, María Jesús Montero, y el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que lidera el sector más radical y sectario de la coalición. Fue Nadia Calviño la que, ante un noqueado Pedro Sánchez, frenó las ansias bolivarianas de Iglesias de nacionalizar eléctricas y medios de comunicación en el sonado Consejo de Ministros que decretó el estado de alarma a mediados de marzo, bajo amenaza de dimisión en bloque, y fue Calviño la que, igualmente, puso en su sitio a la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, tras comprometerse con Podemos a derogar la reforma laboral de 2012.
He presentado mi candidatura para presidir el #Eurogrupo, con la voluntad de seguir trabajando por una zona euro fuerte y próspera en beneficio de todos los ciudadanos europeos.#EMU ?? https://t.co/u8VopZJbBE
— Nadia Calviño (@NadiaCalvino) June 25, 2020
Calviño es, de lejos, la figura más moderada y razonable de este Gobierno, pero, por desgracia, ha sido ninguneada en numerosas ocasiones, debido al notorio peso político que ha acaparado Iglesias durante estos meses, tal y como evidencia la aprobación de algunas de sus tradicionales demandas económicas, como el Ingreso Mínimo Vital, sin descartar una futura y muy sustancial subida de impuestos. Sin embargo, la particular partida de ajedrez que se juega en el tablero de la Moncloa bien podría dar un vuelco con la elección de Calviño al frente del Eurogrupo. Y no solo porque su influencia será mucho mayor dentro del Ejecutivo, que también, sino, sobre todo, porque tendrá que gestionar la segunda gran crisis que sufre el euro en apenas diez años.
España está condenada al rescate. Con una caía del PIB superior al 10% en 2020, un déficit de dos dígitos, una deuda próxima al 120% y graves problemas estructurales que la clase política se niega a acometer, la economía nacional necesitará asistencia externa para evitar la temida quiebra. Esa y no otra será, muy posiblemente, la jugada maestra que determinará el resto de la legislatura. A pesar de que Sánchez ansía un rescate incondicional por parte de la Unión Europea, los países más serios y responsables, como es el caso de Holanda, Austria o la propia Alemania, exigirán reformas y ajustes para garantizar, de algún modo, la devolución del dinero prestado a los manirrotos países del sur.
Estando Calviño al frente del Eurogrupo, será muy complicado para Sánchez articular un discurso euroescéptico y antieuropeo, tal y como le gustaría
Reformas y ajustes que, en todo caso, chocan frontalmente con los intereses y principios programáticos tanto de Podemos como del PSOE. La cuestión es que, estando Calviño al frente del Eurogrupo, será muy complicado para Sánchez articular un discurso euroescéptico y antieuropeo, tal y como le gustaría, para rechazar tan amargo recetario, mientras que Iglesias podrá acusar a su socio de ser cómplice de la austeridad y el malvado neoliberalismo que impone la UE, elevando con ello la tensión entre ambos bloques.
¿Aceptará Iglesias mayor flexibilidad laboral, recortes en las pensiones y un plan de austeridad pública al estilo del resto de países rescatados en la anterior crisis de deuda? De producirse este escenario, el jaque estará servido, pues a Iglesias no le quedará más remedio que tragar las condiciones del rescate que traerá Calviño bajo el brazo, con la consiguiente traición a su ideario y a sus votantes, o bien romper su tan ambicionada coalición con el PSOE, en cuyo caso se abre una nueva amalgama de posibilidades, desde el adelanto electoral a la reconfiguración de alianzas políticas con Ciudadanos de por medio. Sea como fuere, el futuro de España y su solución vuelven a depender de la UE.
El FMI estima una contracción del 8% para la economía española en 2020, la mayor desde la Guerra Civil y una de las peores del mundo desarrollado, junto a un paro que podría ser superior al 20%.
Desde la entrada de Podemos en las instituciones, la política se ha radicalizado. Su acción se concentra, fundamentalmente, en conmigo o contra mí; en el lenguaje del será así o no será; en ricos y pobres.