Pablo Casado Muriel | 08 de julio de 2020
Reunimos a un claustro de profesores de todas las etapas formativas para analizar y valorar un curso escolar que tuvo que transformarse y adaptarse en cuestión de días.
Decíamos ayer que el coronavirus había convertido el salón de casa en el aula de muchos estudiantes y la mesa del profesor se había transformado en la pantalla de un ordenador. La pandemia ha supuesto un reto para el sistema educativo en todos los niveles y, con el curso finalizado, es hora de hacer balance.
Como afirma Armando Zerolo, profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad CEU San Pablo, este tiempo «ha abierto un debate sobre la educación» y tendrá que resolverse en las distintas etapas formativas.
Los profesores reconocen que el alumno ha ganado peso en el proceso de aprendizaje y ha quedado demostrado «que no necesitan pasar tantas horas en el aula», explica el profesor Zerolo. «Han adaptado su forma de trabajo a un sistema de enseñanza en el que ellos marcan sus ritmos», concluye Marta García Bruno, de la Universidad Francisco de Vitoria.
Esta transformación ha ido acompañada de un esfuerzo por parte del profesorado para adaptar sus metodologías a un modelo a distancia que llegó de la noche a la mañana. Ha sido una oportunidad para «revisar y replantear» la manera de dar clase, como reconoce Iván Alvir, tutor de Formación Profesional en un centro de la Comunidad de Madrid.
En los colegios también valoran de forma positiva la posibilidad de ser más flexibles a la hora de trabajar y proponer actividades «que en el aula no daría tiempo a hacer» y que permiten que los alumnos «puedan aprender de muchas formas distintas», en palabras de Jorge Velasco, profesor de Filosofía y Psicología en el colegio Santa María Maristas de Toledo. Para Marcos Hermosel, director del Colegio Arzobispal de Madrid, «es tiempo de repensar algunas cosas que no funcionan, como el abuso de tareas muy repetitivas, poco creativas y fáciles de copiar».
Un curso que parecía quedar en el aire ha podido concluir de una forma más o menos satisfactoria, sin embargo, por el camino se han perdido muchas cosas. Hay unanimidad en el particular claustro reunido para este reportaje a la hora de señalar la pérdida de contacto humano con los alumnos como uno de los grandes problemas de la enseñanza en tiempos de coronavirus.
María Rodríguez Velasco, profesora de Historia del Arte en la Universidad CEU San Pablo, señala que un docente necesita ver cómo acoge un alumno lo que se le está contando, y más en asignaturas que, como la suya, necesitan de imágenes de forma continua. La falta de feedback, las cámaras apagadas y la frialdad de una pantalla han supuesto un reto «agotador» para quienes imparten las clases, pero también para aquellos alumnos que tienen más dificultades a la hora de organizarse, especialmente en Secundaria o Bachillerato.
Esa falta de contacto humano ha puesto en valor la vida de un campus universitario, donde no todo es ir a clase y donde «las horas junto a los compañeros, el periodo de exámenes en la biblioteca, la cafetería o los debates en los espacios comunes» son una parte fundamental, como recuerda Marta García Bruno. Esos espacios sin pizarra y sin pupitre también son un «hervido de ideas y de iniciativas» para Armando Zerolo.
Hablamos de la vida universitaria, pero podríamos hacer lo mismo en otros espacios educativos, como el de la Formación Profesional. Aquí, donde una parte fundamental de la enseñanza se basa en los conocimientos prácticos y el contacto con las empresas, las consecuencias de la pandemia se han dejado notar. Profesores y alumnos son conscientes de esta situación y tratan de buscar soluciones.
La cafetería, los pasillos, la sala de profesores y tantos otros espacios comunes también educan. Esos lugares sin pizarra y sin pupitre también son un hervidero de ideas y de iniciativasArmando Zerolo
Iván Alvir, que imparte clases en uno de estos centros, especializado en audiovisuales y artes gráficas, explica que la gran mayoría de los estudiantes ha optado por retrasar las prácticas laborales. Los formadores, por su parte, doblarán esfuerzos para impartir en las primeras semanas del próximo curso los contenidos esenciales que un alumno necesita conocer para afrontar con solvencia el año.
Terminar el curso 2020 ha sido un reto, pero preparar el siguiente es toda una aventura a través del «reino de la incertidumbre». Los claustros esperan instrucciones claras mientras organizan protocolos que se adelanten a cualquier escenario posible de rebrotes, confinamientos o medidas extraordinarias. «Hay que tener todo preparado, pero también mucha flexibilidad», explican desde la dirección del Colegio Arzobispal.
La pandemia ha servido para acelerar todavía más el proceso de digitalización de las aulas y hay acuerdo a la hora de entender el sistema online como un complemento a las clases presenciales que ha llegado para quedarse.
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