Elio Gallego | 28 de julio de 2020
La ola de ataques a templos católicos por parte de radicales islamistas o de izquierda obedece a la idea de prender fuego a todo lo que representa la Cristiandad occidental por lo que tuvo de auténtico cristianismo.
Poco tiempo ha transcurrido desde que la Catedral de Nantes ha sido víctima de las llamas, y apenas un año antes lo había sido la de Notre Dame de París. Todo apunta a que el primero de los incendios ha sido provocado, en tanto que el de la histórica catedral parisina, dicen, fue un accidente. Si bien tengo que reconocer que la explicación del accidente nunca me ha dejado satisfecho del todo. En primer lugar, por la prisa que se dieron en declararlo como tal. Fue una explicación inmediata, cuando ni siquiera habían podido acceder al interior del templo. Y, en segundo lugar, me resultó curioso que no se mencionara en absoluto por los medios de comunicación el intento de quemar Notre Dame en 2016 por parte de un grupo de islamistas, cuando se descubrió en sus inmediaciones a tres mujeres en un coche con cinco bombonas de butano y tres bidones de gasolina. Se trató de un hecho que no tuvo mucho eco en la prensa española, aunque sí fue recogido por algunos medios, como La Vanguardia de 9 de septiembre de 2016.
En todo caso, el incendio de la catedral de Nantes hay que situarlo en un contexto de verdadera ola de ataques e incendios de templos católicos por toda Francia en los últimos años. Para que el lector se haga una idea de la magnitud de esta escalada de ataques, el Ministerio de Interior francés contabilizó sólo en 2019 cerca de 900 iglesias vandalizadas de un modo u otro.
Todo apunta a que es una situación que se ha vuelto crónica en Francia y que no tiene visos de remitir. Un buen amigo mío que ha pasado las últimas Navidades en París me comentaba que el menguado grupo de feligreses que asistió a los oficios fue escoltado en todo momento por una patrulla del ejército, y que le constaba que esa era una práctica habitual en el resto de las parroquias parisinas. Esto es lo que se vive en Francia, y creo que sería muy bueno preguntarse cómo se ha llegado a esta situación y quiénes son sus responsables. ¿O debemos mirar hacia otro lado como si no pasara nada?
Por fortuna, la situación en España difiere bastante de la de Francia, para mejor. Pero no por ello deja de haber síntomas preocupantes. Los eslóganes gritados en asaltos a capillas y actos de cultos o pintarrajeados sobre los muros de las iglesias, tales como «arderéis como en el 36» o «la única iglesia que ilumina es la que arde» están ahí para recordarnos la afición de la izquierda radical española a este tipo de acciones. Como tampoco pueden dejar de recordarse el intento de atentado contra la Catedral de la Almudena de Madrid y el realizado contra la Basílica del Pilar de Zaragoza, en febrero y octubre de 2013, respectivamente.
Añadamos, a todo lo dicho, los ataques a iglesias que, junto con la vandalización o derribo de estatuas, se han sucedido a lo largo de Estados Unidos, con ocasión de la muerte a manos de un policía de George Floyd, algo que apenas ha sido recogido por los grandes medios de comunicación.
Qué mueve a los atacantes, ya sean estos radicales islamistas o de izquierda, no resulta un gran misterio, pues lo manifiestan por todos los medios posibles. Su idea es prender fuego, al menos simbólicamente, a todo lo que represente la Cristiandad occidental. Este y no otro es el objeto de su odio. Pero con ello surge un peligro en forma de tentación para los cristianos, y es el intento de aferrarse a un supuesto cristianismo sin Cristiandad. Puesto que es la Cristiandad la que es objeto de odio, y esta no pasa de ser una forma histórica y por tanto caduca de lo cristiano, bastaría renegar o, al menos, desentenderse de ella, para que el cristianismo fuese tolerado y, quizá, hasta perdonado por su historia supuestamente criminal.
Tentación que, en mi opinión, debe ser evitada por dos razones. Primera, porque dudo del resultado, es decir, que si es verdad que el objeto primero de odio es la Cristiandad, este odio no es a causa de los errores y pecados que aquella pudo cometer en el pasado, sino, mucho me temo, por lo que tuvo de auténtico cristianismo. Y segundo, porque si es un error confundir cristianismo y Cristiandad, no lo es menos separarlos como si esta última fuera una cáscara de la que poder desprenderse sin que ello afecte para nada al núcleo de lo cristiano. Porque afecta. Renegar de la Historia, en efecto, nunca sale gratis y es, además, una de las peores formas de izquierdear.
El problema de las estatuas derribadas es el de una vida convertida en mármol. La verdad se transformó en decorado de un espacio público sin personajes y la política, en un teatro abandonado.
El revisionismo y gran parte de los ataques a figuras históricas como Cristóbal Colón esconden una tradición de desprecio y racismo hacia la comunidad italiana en Estados Unidos.