Fernando Bonete | 19 de septiembre de 2020
Libros del Asteroide recupera una nueva novela teológica de Graham Greene. Jesús Montiel protagoniza nuestro Cuestionario Proust. Sumamos nuevos títulos a nuestro listado quincenal de novedades editoriales.
Literatura de entretenimiento versus literatura seria. Una discusión socorrida. Un debate al acecho. A veces salta porque un escritor se hace el ofendidito mientras se lo lleva calentito, y otras porque un crítico se pone gallito. No siempre fue así, ni la controversia ni el cabreo.
El revés de la trama
Graham Greene
Libros del Asteroide
241 págs.
22,95€
Nada menos que Graham Greene gustaba de etiquetar su obra entre novelas de verdad, de cierta profundidad ética y religiosa, y meros «entertainments», relatos para pasar un buen rato, dedicados a la trama criminal en su mayoría, y con un ojo puesto –o los dos, si había acuerdo previo– en el cine y la televisión.
Eran otros tiempos. Eran los tiempos de la Inglaterra de posguerra; una Inglaterra cansada, replegada en sí misma tras el esfuerzo bélico y con un imperio en liquidación. Una Inglaterra que prefiere el localismo laborista a la vocación universalista del Churchill conservador.
Algo así sucede con su literatura. No siempre el declive de una nación viene acompañado de una edad dorada para la cultura. Se han ido Joyce, Woolf y Eliot, adalides de la vanguardia y el extranjerismo. Llegan voces más tradicionales y domésticas. Y llega la televisión y el consumo de masas.
A la nueva hornada de novelistas, a Greene, a Iris Murdoch, y no digamos a Anthony Burgess, no les importa poner toda su habilidad y talento al servicio de una trama popular, que se ajuste a los gustos de una mayoría de lectores, venda bien en librerías y se pueda explotar en pantalla. De hecho, su refinamiento narrativo parece chocar con argumentos basados en supuestos literarios en principio menores, como la intriga criminal o las aventuras amorosas.
Y así llegamos al objeto de esta crítica, que no es otro que El revés de la trama (1948) en la nueva edición en español que ha publicado hace unos meses Libros del Asteroide. La editorial parece haberse propuesto recuperar el catálogo de novelas consideradas por el autor como serias, y etiquetadas hoy como «novelas teológicas». Fueron cuatro en total: El poder y la gloria (1940), El revés de la trama (1948), El final del affaire (1951) –la mejor manera de introducirse en el mejor Greene–, y Un caso acabado (1960). Faltarían por reeditarse la primera y la última.
–Nos dicen que el infierno puede consistir en un sentido de privación permanente.
–Esa clase de infierno no me preocuparía– dijo Fellowes.
–Quizá usted nunca ha perdido nada realmente importante– dijo ScobieGraham Greene, El revés de la trama, p. 246
En El revés de la trama se dan todos los elementos ya comentados. La colonia británica del África occidental en que se sitúa la trama es el último lugar del mundo en que a uno le gustaría ser y estar, y el rechazo a la presencia británica, de propios y extraños, es palpable. Por cierto, que una traducción más literal del título original en inglés, The Heart of the Matter, daría como resultado El corazón del asunto, poco o nada natural en español, pero más expresivo de un posible homenaje –a decir de José María Valverde– hacia El corazón de las tinieblas de Conrad, con la que comparte localización y el mismo aire colonial irrespirable, opresivo y violento.
Como funcionario y espía de la Administración británica, Greene conoció de primera mano este y otros parajes en los que tuvo destino. Viajes que le reportaron material para diversas novelas, entre otras: El americano tranquilo (1955), sobre la guerra de Indochina, con dos adaptaciones cinematográficas, la primera en 1958 por el oscarizado Joseph L. Mankiewicz, la segunda en 2002 por Phillip Noyce; Nuestro hombre en La Habana (1958), con adaptación de Carol Reed tan solo un año después de su publicación; o Un caso acabado (1962), situada en el Congo.
En verdad, El revés de la trama no deja de ser un culebrón amoroso con algún que otro toque policiaco en el que el protagonista, el comandante Henry Scobie, se debate entre su esposa, a la que se esfuerza en querer sin mucho éxito, y una amante por la que siente el más irrefrenable de los deseos. Una intriga digna del bestseller en el que se convirtió en su día.
Pero como me empeñaba en aclarar más arriba, hasta el argumento más facilón presenta, en manos de literatos como Greene, Murdoch o Burgess, la más exquisita de las prosas y la más honda de las intenciones, que en el caso del primero y la novela que nos ocupa tienen que ver con su conversión y particular drama religioso.
La referencias autobiográficas que Greene ofrece en el argumento no terminan con la lacerante descripción de una colonia que conoció en persona. Ahí tenemos a Louis, la esposa del comandante Scobie, cuando suelta: «A veces pienso que te hiciste católico simplemente para casarte conmigo».
Sabemos por la entrevista que el escritor concedió a L’Unitá y el testimonio de Leopoldo Durán, sacerdote y confidente íntimo del novelista, en Graham Greene. Amigo y hermano, que el escritor llegó al catolicismo tras una «conversión intelectual» a raíz de su estudio de la teología, pero sobre todo de su enlace matrimonial: «Antes de casarse, dado que su futura mujer era católica, quiso conocer su religión: o, mejor pensó que si ambos eran católicos, el matrimonio podía ser más fácil, más feliz». La «conversión afectiva» vino después, y no estuvo exenta de conflictos con lo sagrado y diversas crisis de fe, sazonados con desacuerdos manifiestos con el Vaticano.
A través de su narrativa, Greene intenta racionalizar los «reveses» de la fe, aquellos aspectos del credo que resultan, desde la perspectiva humana, menos racionales. A través de sus personajes, se preocupa y se duele de las incoherencias que genera el deseo humano. En El revés de la trama, el amor dividido y la infidelidad hacia otros y hacia uno mismo conducen a la contradicción insalvable que desemboca en el trágico final ante el cual solo caben la compasión y la misericordia.
Cuestionario Proust, con Jesús Montiel
Jesús Montiel es doctor por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Su obra literaria ha recibido numerosos reconocimientos: Premio Nacional de Poesía Universidad Complutense (2011) por su libro Placer adámico; Premio de Poesía Leopoldo de Luis (2012) por Díptico otoñal; Premio Internacional de Poesía Alegría (2013) por Insectario; y Premio Hiperión (2016) por Memoria del pájaro. Su obra poética se completa con La puerta entornada, Notas a pie de instante, Sucederá la flor, El amén de los árboles, Señor de las periferias y Casa de tinta. De Christian Bobin ha traducido Resucitar y Prisionero en la cuna, que se publicará este año en la editorial Encuentro.
Tu momento y lugar para escribir.
Por pura adaptación evolutiva (seis niños pequeños), me he acostumbrado a tomar notas en cualquier lugar y momento. La escritura es el último eslabón, el más breve. En mi caso, lo primordial es la mirada, el corazón. No consigo escuchar la Realidad si no estoy en paz, si no tengo armonía. Necesito estar en comunión con los que me rodean, con mi mujer, mis hijos, para poder leer todo cuanto me sucede. Una vez tengo eso, la mirada, llegan las notas, y por último las correcciones. Pero si estoy en descomunión, si le doy la espalda al espíritu y me fijo en mis sombras, entonces estoy perdido. Entonces solo escribiría desde el ego, y eso es de lo que huyo.
Y para leer…
Igual, me he acostumbrado a leer a intervalos, a veces en silencio, otras con ruido. Me es indiferente. Pero te confieso que cada vez leo menos libros, a veces puedo estar una o dos semanas sin leer nada. Sí releo. He aprendido que leer mucho es una tontería. Leer con avidez, leer para acumular cultura o conocimientos, es algo que no me hace bien, que me ha causado daño durante algún tiempo. He aprendido que es mejor leer poco, leer libros nutritivos, y luego masticar despacito, durante días, un solo párrafo, una frase. De este modo, la lectura, como el alimento, pasa a las células del organismo, y luego nos da vida.
Tu «top 3» literario: un novelista, un poeta, un ensayista.
No creo en los géneros, así que te diré tres autores que releo: Thomas Merton (sus diarios), Christian Bobin y, por decir uno más cercano, Eloy Sánchez Rosillo, por ejemplo.
¿Te gusta prestar libros?
Si te soy sincero, casi nunca me piden libros. Quizá sí me costaría prestar cualquiera de mis libros de cabecera. Aún soy un esclavo de mi ego.
En la lectura, ¿subrayas y haces anotaciones?
Subrayo mucho.
La lectura que tienes ahora entre manos.
El tercer tomo de Mi lucha, de Karl Ove Knausgard: La isla de la infancia. También La oración. Entre la lucha y el éxtasis, de un cartujo anónimo.
Un clásico pendiente.
Muchísimos, la verdad. Por decirte uno, y para mi humildad, El Quijote. Lo he comenzado tantas veces en el colegio, siempre por obligación, que todavía no he conseguido adentrarme en sus páginas sin prejuicios. Me enseñaron su contenido en clave marxista, en la facultad, y eso acabó conmigo.
Un libro sobrevalorado.
Los míos, sin duda. Sobre todo Sucederá la flor.
El libro que no pudiste acabar.
Ninguno. Estoy trabajando desde hace tiempo mi ego, y creo que ya no albergo aspiraciones literarias, la verdad.
El último libro que te han regalado.
El señor Marbury de Alfonso Paredes.
El libro que te gusta regalar.
Cualquier libro que me haya ayudado a vivir mejor, con más dignidad.
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