Antonio Olivié | 29 de septiembre de 2020
El papa Francisco firmará la encíclica Fratelli tutti en el arranque de un curso marcado por la dimisión del cardenal Becciu, el coronavirus y la necesidad de apostar por «el camino de la solidaridad».
Roma | (Italia) El próximo 4 de octubre, el Papa publicará su tercera encíclica, Todos hermanos, dedicada a la solidaridad en tiempos de COVID. El nuevo texto se presenta en un entorno en el que el Vaticano afronta la controvertida dimisión del cardenal Becciu, la renovación del acuerdo de colaboración con el Gobierno de China y la negociación con los representantes del Sínodo Alemán.
El papa Francisco firmará en Asís la tercera encíclica de su pontificado. Lleva por título Todos hermanos (Fratelli tutti) y profundiza en el mensaje que lanzó en los días más duros de la COVID: «Ninguno se salva solo». Una de las preocupaciones que ha manifestado el Papa en estos meses es que la pandemia ha ensanchado la brecha social en muchos países, debido a un planteamiento económico egoísta. A su juicio, «esta obsesión de poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios».
A la hora de plantear soluciones para el día después de la pandemia, Francisco ha adelantado que en este tiempo debemos pensar en cómo reformar lo que no funciona. «Tenemos que salir mejores para remediar la injusticia social y la destrucción medioambiental. Hoy contamos con una ocasión para construir algo distinto. Por ejemplo, para hacer crecer una economía de desarrollo integral para los pobres y no de asistencialismo».
En este momento, el Papa no pide solo «ayudar a los demás», insiste en la necesidad de aplicar la justicia, para que todos tengan las mismas oportunidades. Por eso, en su primera audiencia pública de septiembre ha manifestado que «la solidaridad hoy es el camino para vivir en un mundo pospandemia hacia la curación de nuestras enfermedades personales y sociales. No hay otra opción: o vamos adelante por el camino de la solidaridad, o las cosas serán peores».
La publicación de la encíclica coincidirá con una situación difícil en el Vaticano, donde la dimisión del cardenal Angelo Becciu ha vuelto a poner el foco en la gestión financiera. Las dudas sobre los favores a la familia del cardenal, a través de encargos o donaciones de la Santa Sede, así como la inversión en un edificio de Londres, han llevado a las autoridades vaticanas a promover una investigación que está en curso. El Papa ha hecho saber que no confía en él, exigiendo su dimisión.
Una vez abandonado el cargo, el cardenal Becciu se ha mostrado absolutamente contrariado. Clama por su inocencia y no considera que los pequeños encargos a sus hermanos, o la inversión en Londres, sean una razón suficiente para forzar su dimisión y ser apartado de toda responsabilidad. Considera que el Papa ya le ha condenado, antes de comenzar un proceso legal.
Desde el Vaticano, la dimisión se ha certificado con un comunicado de apenas tres líneas. Se espera que en los próximos días comience un proceso jurídico que vuelve a poner sobre la mesa los mecanismos de control financiero y la transparencia en este pequeño Estado.
Toda esta polémica se encuadra en un momento realmente complejo para la economía del Vaticano. Una de las principales vías de ingresos, los Museos, se ha derrumbado por la escasez de turistas. Pese a ello, el prefecto para la Economía, Juan Antonio Guerrero, insiste en que las cuentas de este pequeño estado son más limitadas que las de una universidad media americana.
Los gastos están en torno a los 320 millones de euros, algo asumible si se tiene en cuenta el patrimonio con que cuenta la Santa Sede dentro y fuera del Vaticano.
A este desafío económico se une un debate teológico y pastoral con representantes de la Iglesia católica en Alemania. El Sínodo que han celebrado durante los últimos dos años presenta unas conclusiones que han sido cuestionadas en un documento publicado este verano por el Vaticano. A partir de ahí, representantes del sínodo (no solo los obispos) han aceptado un diálogo con la Santa Sede, que tendrá lugar en los próximos meses.
El otro gran reto internacional está en el acuerdo con el Gobierno chino, que caducó oficialmente el 22 de septiembre. Es un asunto complejo, en el que el Papa siempre ha insistido en que es mejor contar con un acuerdo limitado, antes que una abierta hostilidad. Por parte del Vaticano, pese a las críticas de parte de los fieles en China, la voluntad es de seguir acercando posiciones con el país asiático, con el interés de facilitar la libertad de culto.
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