César Cervera
Periodista. Especialista en la divulgación histórica de temas militares, curiosidades de la monarquía española y distintos aspectos de la Antigüedad.
A Jorge Juan se le pidió contratar técnicos británicos que enseñaran a los españoles a construir barcos más modernos, pero no tardó en descubrir que los diseños que trajeron los expertos importados eran, en realidad, más anticuados que los aquí se usaban.
La mayor parte de la población de su país no es indígena, sino mestiza o directamente descendiente de los europeos. Reconciliarse con esa identidad es una necesidad para poder avanzar hacia el futuro sin complejos ni riñas atrasadas.
La Ley de Memoria Democrática pretende trazar una línea recta y limpia entre la Segunda República y la Transición, como si la segunda fuera heredera democráticamente de la primera, y no, como en realidad fue, el estrepitoso naufragio que los políticos del 78 buscaron evitar.
La historiografía de EE.UU. empezó un largo viaje para redescubrir la importancia de España en su proceso de independencia y, además, para comprender las enormes huellas hispanas en Norteamérica.
Feminismo, ecologismo, indigenismo y un sinfín de -ismos permiten a la izquierda ocupar a sus votantes en disputas que no tienen una relación directa con la forma en la que van a pagar la matrícula universitaria de sus hijos o lo lamentable que es el salario que perciben al final de mes.
Londres engordó con los beneficios llegados de una India cada vez más famélica, mientras que Madrid, más que crecer, retrocedió en comparación con el esplendor económico y cultural que alcanzaron Lima o México.
La decisión de retirar reconocimientos, de borrar de la vida pública a algunas figuras históricas, resulta arbitraria, confusa y siempre hiriente para una parte. El último ejemplo ha sido la la negativa del Ministerio de Transportes a nombrar al nuevo Aeropuerto de Corvera como de Juan de la Cierva, en honor al inventor del girocóptero.
El enorme prestigio del que gozan en el país las Españas que no fueron, en vez de las que sí fueron, ha convertido a los comuneros, los afrancesados, las minorías religiosas expulsadas y, en general, los exiliados, en un objeto de adoración para ciertos sectores políticos.