David Cerdá
Economista y filósofo, consultor, profesor, conferenciante, escritor y traductor.
Si dicen que aman, amen: porque el colmo de la tontería edulcorada es este tropo de los reguetones de que te sigo amando, pero de amor ya no hay nada.
El libro no es como la televisión, que será superada y suplantada; es como la silla, la rueda, o la humilde cuchara, tecnologías que perdurarán porque son insuperables.
Creímos ser conquistadores, pero fuimos los nativos engatusados con baratijas; no hay alternativa a la grandeza para quien quiere huir del absurdo.
En última instancia, «quererse» es un mandamiento (el primero, tal vez el único) del ponzoñoso evangelio del consumo. Para el consumista -que anda, perpetuamente, «queriendo encontrarse»- todo lo relativo a amar está contenido en sí mismo.
La corrección política es el púlpito de quienes quisieron derribar todos los púlpitos; el imperialismo ideológico de quienes se dicen antiimperialistas. También es el campo de juego de los pelmazos.
Puesto que no sabemos en qué trabajará la gente en la próxima década, es decir, a qué desafíos se enfrentarán los alumnos, ¿no será mejor idea, para su capacitación profesional y sus posibilidades creativas, conseguir que sepan mucho, en vez de poco?
Quienes ocupan puestos de mando o son referentes sociales deben acompasar sus privilegios con superiores deberes. Tanto eres, tanto puedes, es la ecuación toscamente obvia; tanto eres, tanto debes, es lo que noblesse oblige sanciona.
Creativo no es quien acumula potencialidades —con el lenguaje de hoy: quien rebosa talento—, sino quien da a luz algo que el mundo nunca ha visto. Crear es un acto de gracia.