Elio Gallego
Profesor de Teoría y Filosofía Política y del Derecho en la USP CEU. Titular de la Cátedra Ángel Herrera para el Estudios de la Doctrina Social de la Iglesia.
En una época dominada por el emotivismo y en la que el sentir define el ser, la condición de víctima de la injusticia y la discriminación consiste en sentirlo así. Poco importa aquí la objetividad de los hechos, lo real objetivo, pues todo es objeto de sentimiento.
La ola de ataques a templos católicos por parte de radicales islamistas o de izquierda obedece a la idea de prender fuego a todo lo que representa la Cristiandad occidental por lo que tuvo de auténtico cristianismo.
La izquierda europea va contra la clase trabajadora de sus propios países porque entiende que ha traicionado la Revolución, se ha «aburguesado» y se ha convertido en conservadora, cuando no reaccionaria.
Atribuir el crimen de George Floyd al racismo obedece a una lógica perversa. Si alguien de una «minoría» mata a otro, nunca será objeto de esta acusación. Pero si es un blanco sobre alguien de una «minoría», siempre estará latente.
Los grupos de ultraizquierda que se dedican a perseguir y acosar a quienes disienten del poder son jóvenes sin patria y sin religión que viven del «sistema».
El proyecto de ley de igualdad de trato ha suscitado una polémica entre las ministras del PSOE y de Podemos. Las últimas defienden el derecho a la libre autodeterminación sexual, por lo que el feminismo cae por su base.
Los bukaneros son jóvenes de ultraizquierda que intentan saquear las posesiones más preciadas para los españoles de buena fe. El silencio impuesto en Vallecas es el modelo de sociedad que le gusta a la izquierda en el poder.
Nuestra sociedad es cada vez más injusta. Una losa de gran peso y grosor amenaza con aplastarnos a todos los españoles, pero muy especialmente a los más jóvenes.