Juan Pablo Colmenarejo
Periodista. Director y presentador de 'Buenos días Madrid' en Onda Madrid.
El centro derecha tiene una tradición mucho más consolidada que la izquierda a la hora de crearse problemas para estropear lo que va bien.
El Gobierno ha decidido atribuirse poderes extraordinarios con la Ley de Seguridad Nacional mientras se espera la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el primer estado de alarma de la pandemia.
A Escrivá se le escapó la verdad en un Gobierno acostumbrado a manejar el lenguaje como fin en si mismo. Tal vez lo que ha ocurrido, al desvelar que los 11 millones de españoles nacidos entre 1960 y 1975 tendrán pensiones menores a las actuales, no es más que un acto de sinceridad intelectual por parte del ministro.
Los asesores se han hecho fuertes en la política española. Y si hay alguno que sobresale es Iván Redondo. Del PP en Badalona y en Mérida, a la Moncloa con el PSOE de Sánchez, agitando los sentimientos para conseguir los objetivos, que se resumen en uno: llegar al poder para mantenerse al precio que sea necesario.
Pedro Sánchez se queda con una carta, la de los fondos europeos, para jugarse lo que queda de legislatura después de una debacle en Madrid, de la que no se da por enterado.
Si por alguna ausencia brilla el gabinete de Pedro Sánchez es por el flanco de la transparencia. No existe. Ni siquiera se disimula. El presidente se quita la máscara, versión clásica y teatral de la mascarilla higiénica, cuando equipara la sentencia del Tribunal Supremo con una venganza.
El futuro ya esta aquí. Los problemas no vendrán, sino que se hallan bien anclados hasta el tuétano. España en 02050 seguirá pagando la deuda contraída en estos meses para engordar el agujero bajo custodia, menos mal, del Banco Central Europeo.
La anomalía la desperezó Rodríguez Zapatero quien, tras ganar las primeras elecciones, confesó necesitar la tensión para vencer en las vísperas electorales de 2008. Sánchez no ha demostrado su desacuerdo, sino que alimenta esa estrategia incluso utilizando el BOE para estigmatizar al PP como enemigo de la democracia.