Rocío Solís Cobo
Coordinadora del Instituto John Henry Newman en la Universidad Francisco de Vitoria.
El escritor, que ha publicado La vida pequeña: el arte de la fuga, afirma que «cuántas veces hemos aprendido que en las pérdidas hay un reencuentro posterior. Y hablo en este caso de la espera que este mundo está haciendo desaparecer, el sentido de la espera».
Javier Viver, imaginero, profundiza en la necesidad de poner en valor la capacidad del arte de comunicar «realidades muy profundas como las pasiones, el sufrimiento, la belleza, la justicia, la paz, la inmortalidad».
Lodge tira con maestría la cuarta pared para mirar a los ojos al lector y esculpe con pericia el relato, pero pone su destreza al servicio de la foto fija que quiere hacer, no camina con sus personajes.
Guadalupe Arbona acaba de publicar su segundo diario, Enredada en azul, y afirma que «en la escritura de un diario se establece una dinámica de la preferencia, hay ciertas cosas que prefieres y otras que se quedan en la vida y que nunca llegarán a ser reflejadas en una conciencia escrita».
Lo sagrado, o mejor dicho, lo santo, ya no tiene cabida en nuestro modelo de entender el mundo. La restricción por el protocolo COVID en los ritos funerarios indica cuán poquito nos importa la herida del alma y cuánto la del cuerpo, y la del bolsillo.
José Jiménez Lozano se fue hace un año, pero nos dejó la obra de sus manos para acompañarnos, como instrumento de entendimiento, con el carácter profético del que sabe leer los signos del presente para entender la vida que se debe a su pasado y que está sedienta de camino.
Un encuentro para leer a Jiménez Lozano, para hablar de él, para conocer su escritura. Pero termina siendo un encuentro para hacer memoria del hombre que fue don José.
¿Qué silencio podrá sanarnos? Cualquier mutismo no hace efecto. No se trata de quedarse mudo ante la imposibilidad. No es el silencio del vacío, sino el de la escucha.