Gregorio Varela | 20 de marzo de 2018
Hipócrates afirmó «que los alimentos sean tu mejor medicina» y hoy se puede asegurar que de cómo nos sentemos a la mesa dependerá nuestra calidad de vida y la cantidad de años que cumplamos. Y, por supuesto, el rendimiento diario en el trabajo.
Salud y trabajo van unidos y se influyen mutuamente. Puesto que la alimentación es uno de los factores que afectan a nuestra salud, es muy importante adaptarla a la actividad laboral para mejorar el rendimiento y reducir la fatiga. El trabajo es el lugar en el que los adultos pasamos la mitad de nuestro período de vigilia, aproximadamente un tercio de las horas del día. Además, si nos fijamos en una jornada de trabajo, está estructurada en torno a las comidas y los refrigerios: descansos para el café, horas de almuerzo, pausas para la merienda y, más recientemente, visitas a los dispensadores o máquinas vending de alimentos y bebidas. Pero, además, la pausa para el café o para comer constituye, sin duda, el momento social y de relación en el trabajo, de manera especial en España. Y qué importante puede resultar para cumplir con los principios de una alimentación saludable, en los que salud y placer deberían ir unidos.
Sin embargo, la realidad, en la mayoría de las ocasiones, resulta ser bien distinta y suele considerarse la alimentación en el trabajo como un «estorbo», un aspecto secundario al que no se le presta la importancia debida… en definitiva, una “oportunidad perdida”. Y, como comenta Christopher Wanjek, uno de los mayores expertos en alimentación y salud laboral: «Los programas de alimentación deficientes y la mala nutrición tienen que ver con una serie de asuntos relacionados con el trabajo: la moral, la seguridad, la productividad y la salud a largo plazo de los trabajadores y sus países. Son pocos los trabajadores que están contentos con sus comidas«.
Recientemente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desvelaba los datos de un estudio internacional realmente reveladores: una nutrición inadecuada da lugar en las empresas de todo el mundo a unas pérdidas de productividad del 20%.
El pan, un pilar de la dieta diaria . Satisface la necesidad de energía y mejora el perfil calórico
Evidentemente, hay muy diferentes tipos de trabajo, que exigen también que las recomendaciones y acciones a desarrollar sean distintas. Pensemos en los trabajos sedentarios, los más frecuentes en la actualidad, y con un gasto energético relativamente bajo; al mismo tiempo, trabajos de gran estrés físico o psíquico; en estos casos, si el estrés o desgaste es principalmente físico, la dieta debe contener cantidad suficiente de calorías como para compensar el gasto de energía que conlleva la actividad, como es la de trabajadores de la construcción, del campo, de la industria del metal, deportistas profesionales, repartidores, etc.
Si el estrés es de tipo psíquico, las necesidades calóricas no son tan elevadas como en el caso anterior y lo verdaderamente importante es que la dieta contenga cantidad suficiente de todos aquellos nutrientes que se relacionan con un buen funcionamiento del sistema nervioso. Además de las personas en puestos de responsabilidad, empresarios y directivos de empresas, jefes de servicio o de grupo, gerentes, también estaría incluido el personal que trabaja en «cadena», ya que están sometidos a estrés por su trabajo monótono y repetitivo.
Comer fuera de casa . Una oportunidad para incrementar la variedad de alimentos
Muy importante también, y un gran reto, aquellos trabajos por turnos o con horarios especiales, poniendo en riesgo frecuentemente la consolidación de los hábitos alimentarios o «atentando» de alguna manera contra nuestro reloj biológico, de gran importancia en la actualidad, como nos está demostrando la cronobiología.
Deberíamos recordar y reflexionar, en definitiva, sobre el hecho de que una alimentación monótona, repetitiva o en la que faltan alimentos indispensables para nuestro organismo puede dar lugar a la aparición de determinados síntomas tanto físicos: cansancio excesivo, falta de reflejos… como psíquicos: falta de interés por las cosas, irritabilidad, etc. La alimentación en el trabajo, y todo lo que ello conlleva, nunca debe considerarse como un gasto, sino como una inversión presente y futura, y tanto a nivel individual como colectivo. Desde luego, ¡hoy sabemos que merece la pena intentarlo!