Idoia Salazar | 07 de abril de 2017
Año 2050. A plena luz del día, Richard, un hombre de mediana edad, camina tranquilo por una de las calles más transitadas de Nueva York. Plenamente consciente de lo que está sucediendo a su alrededor, va avanzando con paso firme y decidido hacia su próxima cita. Su vida ha cambiado mucho en los últimos años.
Nació ciego y con parálisis de cintura para abajo. La necrosis obligó a cortar sus piernas a la altura de la rodilla. Hasta el “gran cambio”, se había limitado a sobrevivir. Se acordaba muy bien de esa sensación de oscuridad total, de la apatía que muchas veces le invadía de la esperanza que jamás le faltó. Quizá fue gracias a ello por lo que se animó a ponerse en manos de la tecnología para hackear su cuerpo. Los avances tecnológicos de los últimos años le ofrecían una fiabilidad del 95%. Con la robótica e inteligencia artificial, la precisión estaba casi asegurada. Y no falló.
Sus piernas, en apariencia, no son muy diferentes de las de cualquier otra persona, aunque debajo del tejido se halle un avanzado mecanismo robótico flexible y también… sin imperfecciones
Ahora no solo puede ver, sino que su sentido de la vista es aun más potente que el de cualquier ser humano en su nacimiento. No hay imperfecciones, ni degradación por el paso del tiempo o por factores externos. Además, puede ver en la oscuridad. Sus piernas, en apariencia, no son muy diferentes de las de cualquier otra persona, aunque debajo del tejido se halle un avanzado mecanismo robótico flexible y también… sin imperfecciones. Podría correr un maratón en un tiempo récord, saltar a una altura considerable y sortear obstáculos con una precisión asombrosa. La fuente de energía de sus implantes es su propio movimiento, conectado a una pequeña batería de grafeno. No hay recargas… no hay molestias.
Richard acaba de llegar a su destino, una empresa dedicada a la holografía con la que está trabajando para su próximo proyecto. No hay secretaria que anuncie su llegada. Le basta pasar su mano –sin tocar- por un lector para identificarse. Sus gafas de realidad aumentada le permiten guiarse, sin pérdida, a través de los corredores hasta la puerta de acceso al centro de reuniones. En su propia visión le aparece un código de entrada que le da acceso a la habitación donde ya le están esperando. Físicamente son 3, pero hay otros seis colaboradores de distintas partes del mundo proyectados en forma de holograma. Comienza la sesión. Están desarrollando una aplicación holográfica para un hospital que permitirá a los médicos visualizar en toda su dimensión el interior de cualquier persona, incluyendo todos sus parámetros físicos. Será revolucionario para el campo de la medicina. Ante ellos aparece un prototipo manipulable por todos los presentes.
Richard no es un personaje de ciencia ficción, simplemente es un “hombre aumentado”. Podríamos llamarlo Ciborg, como ya bautizaron hace años a aquellos hombres con implantes robóticos. La revolución ya ha empezado y, hoy día, son cada vez más las personas que se benefician de esta tecnología y que mejoran, gracias a ella, su calidad de vida. Por tanto, “El hombre aumentado” ya existe. Simplemente, se incrementará su capacidad exponencialmente en los próximos años…
Vivimos en una sociedad compleja, un mundo que ha evolucionado incansablemente desde los primeros homínidos con apariencia humana hace 1.750.000 años. La propia naturaleza ha ido marcando nuestro destino, seleccionando a la especie más fuerte y descartando a las más débiles. El gran científico Charles Darwin lo expuso en sus teorías sobre el origen de las especies. Solo aquellos que sean capaces de adaptarse mejor al medio en el que viven sobrevivirán.
Esta capacidad de adaptación sigue siendo un factor clave hoy día y lo será, aún más, en un futuro cercano. La única diferencia estriba en que antes era la propia naturaleza lo que lo marcaba y ahora se nos brinda la oportunidad de modificarlo de forma artificial, principalmente mediante la manipulación genética o la tecnología robótica. Será una opción, al menos durante un tiempo, abierta a todas aquellas personas receptivas a los avances científicos. Gracias a ellos, mejorará su calidad de vida en muchos ámbitos; como a Richard que, además de lo expuesto, conoce a la perfección su código genético y es capaz de cuidarse con la medicación y alimentación personalizada adecuada. Su agente personal virtual le proporciona cada mañana la información -a nivel mundial- más relevante siguiendo sus intereses, le informa de sus citas del día, de la situación del tráfico y del tiempo. Es capaz de elaborar informes basados en millones de datos en un tiempo récord y dar precisas conclusiones.
En Madrid, recientemente, se presentó la primera edición de las conferencias “Augmented Human”- Hombre Aumentado-, en la que siete expertos españoles en ingeniería robótica, realidad virtual y genética, expusieron los avances a nivel mundial en este ámbito, sus ideas y sus perspectivas de futuro. Para ellos, nuestro “Richard” ya es una realidad que será plausible en pocos años.
Pedro Diezma, CEO de Zerintia Technologies, afirmó que, con los avances tecnológicos actuales –transformación digital, el internet de las cosas-, estamos cogiendo inercia para una revolución mucho mayor en la que el Ser Humano integrará en su vida diaria todos estos avances y nos dotará de capacidades inimaginables hasta la fecha. Los análisis genéticos –a precios populares- nos permitirán personalizar la medicación y nuestros hábitos alimenticios, permitiéndonos llevar una vida saludable y adaptada específicamente a nuestras necesidades. Armando Montes, experto en biohacking, reafirmó la idea de que no se trata de usar estos avances para vivir más, sino para vivir con mayor calidad.
Nuestro sistema nervioso se ha extendido y se extenderá aún más gracias a las nuevas tecnologías, permitiendo la sustitución de las funciones, su extensión o la incorporación de nuevas funciones
Por su parte, Raúl Arrabales, doctor en Inteligencia Artificial, recordó que actualmente ya tenemos nuestro cerebro aumentado gracias a los smartphones. ¿Quién se acuerda hoy día de los números de teléfono, direcciones mail… de todos sus contactos? Hemos delegado, de forma natural, en dispositivos que nos hacen la vida más fácil y más cómoda. Los agentes como Siri, de Apple, ya recuerdan a sus usuarios sus citas o son capaces de enviar emails por nosotros.
Como indica Raúl Arrabales, nuestro sistema nervioso se ha extendido y se extenderá aún más gracias a las nuevas tecnologías, permitiendo la sustitución de las funciones (en el caso de que estén dañadas), su extensión (mejor visión, mejor oído…) o la incorporación de nuevas funciones (como visión infrarroja o capacidad de percibir el campo magnético).
La revolución de la tecnología robótica e inteligencia artificial, cuya puerta ya hemos abierto, traerá consigo una transformación del mercado laboral. En realidad, ya ocurrió con la invención de la máquina de vapor y con otras revoluciones precedentes. Sin embargo, ahora, quizá por la sobreinformación a la que estamos sometidos, parece que tenemos más conciencia de ello.
Son muchos los que perciben, con cierto recelo, que los robots son una amenaza para sus puestos de trabajo. Y podrían estar en lo cierto. La robótica e inteligencia artificial permitirán que todas aquellas tareas mecánicas, de precisión o incluso complejos análisis de datos sean realizadas de forma eficaz por los robots.
Isaac Prada y Nogueira, socio director de Keelwit, destacó en la Augmented Human Conference que los primeros puestos de trabajo que desaparecerán serán los que requieran menos cualificación. Entre ellos, nombró los trabajos mecánicos de oficina, los relacionados con logística, comerciales, redacciones de medios de comunicación y contabilidad y registros. En realidad, todos los empleos se verán afectados. Requerirán de nuevas formaciones, de cierta adaptación a estos revolucionarios cambios.
Citando de nuevo a Darwin, «sobrevivirá aquel que se adapte mejor a los cambios«. Y se trata de una adaptación, porque se crearán miles de nuevos puestos de trabajo más útiles y menos mecánicos. Si nos adaptamos, no tendremos problemas. Al revés, las ventajas serán múltiples. Las máquinas –los robots- no son ni serán perfectas, simplemente serán más eficientes en determinadas tareas. La cuestión que se plantea, entonces, no es si llegarán a ser más inteligentes que nosotros o si nos van a quitar nuestro puesto de trabajo, sino de qué forma podemos co-evolucionar con ellas en simbiosis.