Manuel Alfonseca | 21 de mayo de 2018
En este contexto hay que distinguir tres cosas:
Para resolver el dilema tendríamos que responder a la siguiente pregunta:
¿Hay alguna forma de demostrar científicamente que la evolución es consecuencia del azar y no del diseño, o por el contrario, que es consecuencia del diseño y no del azar?
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La teoría de la evolución, en su forma actual, afirma que la transformación de las especies (la evolución de la vida) depende de cuatro factores:
La investigación en el campo de la vida artificial (programas de ordenador que simulan organismos vivos y su comportamiento) utiliza herramientas (algoritmos evolutivos) que se inspiran en la evolución biológica. Dichos algoritmos se basan en los siguientes elementos fundamentales:
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Se observará que la estructura de los programas de vida artificial está inspirada en la evolución biológica. Voy a proponer un experimento mental: supongamos que en un futuro muy lejano, después de algunos miles de millones de generaciones, surgieran seres inteligentes en los programas de este tipo. Si estos seres analizaran su mundo, podrían llegar a la conclusión de que su existencia fue resultado de una evolución. ¿Pensarían que esa evolución fue consecuencia del azar, y no del diseño? Sin embargo, todo programa de vida artificial es un ejemplo claro de diseño. Si nuestros futuros entes inteligentes hipotéticos aplicaran la doctrina filosófica que afirma que la evolución es consecuencia del puro azar, llegarían a la conclusión de que los diseñadores no existimos. Y estarían equivocados. ¿O serían capaces de detectar que el azar que los originó no era realmente azar, sino seudo-azar? En ese caso, quizá pudieran demostrar científicamente que habían surgido como resultado de un diseño inteligente. ¿Podrían conseguirlo?
Para simular el azar, en la programación de ordenadores se utilizan algoritmos seudo-aleatorios que generan series de números que cumplen las condiciones que exige la estadística para decidir sobre la aleatoriedad de una sucesión. Estos algoritmos, por el hecho de ser algoritmos, han sido diseñados por alguien (el programador que los ideó). De hecho, no suelen ser estrictamente aleatorios, pues si se ejecutan varias veces, dan siempre los mismos resultados.
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En 1975 el matemático Gregory Chaitin demostró un teorema de incompletitud que dice, en esencia, lo siguiente:
La aleatoriedad de los números enteros es indecidible. Aunque la aleatoriedad se puede definir con precisión e incluso se puede medir, en general no se puede demostrar que un conjunto de números sea aleatorio. Esto establece un nuevo límite a lo que es posible en matemáticas. (Randomness and Mathematical Proof, Scientific American 232, No. 5, mayo 1975, pp. 47-52).
El teorema de Chaitin tiene consecuencias inesperadas. Por ejemplo, obliga a contestar negativamente a la pregunta que nos hemos hecho al principio de este artículo:
Nuestro hipotéticos seres inteligentes no podrían distinguir entre el azar y el seudo-azar (o sea, el diseño a través de un algoritmo) en su propia evolución.
En el año 2011, Fernando Sols señaló que el teorema de Chaitin demuestra que también es imposible distinguir entre el azar y el diseño en la evolución de la vida. (Heisenberg, Gödel y la cuestión de la finalidad en la ciencia, Simposio Internacional Ciencia y Religión en el siglo XXI: ¿diálogo o confrontación? Fundación Ramón Areces, noviembre 2011).
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En conclusión:
La ciencia no puede distinguir entre azar y seudo-azar, entre azar y diseño. Quienes sostienen una cosa o la otra están haciendo filosofía, no ciencia.
En otro artículo he intentado analizar el problema un poco más a fondo. He propuesto el nombre de evolución providencial para la teoría (filosófica) que sostiene que Dios dirige y controla la evolución del mundo y de la vida, pero por el teorema de Chaitin no es posible probarlo científicamente. Dicho de otro modo, lo que para nosotros es azar, quizá sea seudo-azar para Dios.
¿Hay pruebas de esto? Hemos visto que no puede haberlas, sin salir del ámbito de la ciencia. ¿Hay indicios? Creo que los experimentos sobre vida artificial nos proporcionan uno muy fuerte.