Natalia Úbeda | 02 de agosto de 2017
El café es, en la actualidad, una de las bebidas más consumidas del mundo. Distintas hipótesis parecen situar su origen en África, en Abisinia y Etiopía; de ahí se difundió a la península de Arabia, donde se inició su cultivo y consiguió un gran auge debido, posiblemente, a la prohibición del islam de consumir bebidas alcohólicas. De Arabia, se extendió posteriormente a Asia y Europa y, de allí, a América, donde se sitúa la mayor producción mundial. Hoy en día, es un alimento con un valor económico y cultural indiscutible.
Aunque su valor nutricional es escaso, apenas aporta energía y nutrientes, a excepción de una cantidad moderada de calcio, magnesio, fósforo y potasio, es indudable su valor gastronómico y su carácter hedónico. Sin embargo, sus propiedades sobre la salud van más allá del placer de disfrutar de una buena taza de café. Debido al hecho de que contiene cafeína y es estimulante, el consumo de café no está popularmente considerado como parte de un estilo de vida saludable. No obstante, es una bebida rica en antioxidantes y otros compuestos bioactivos, claramente relacionados con un mejor estado de salud.
Son muchos los estudios que han puesto de manifiesto que el consumo moderado de café está relacionado con una mayor concentración, aumentando el rendimiento intelectual y disminuyendo la sensación de fatiga a través de su efecto sobre el sistema nervioso central. Esto, junto al efecto que tiene sobre la musculatura esquelética aumentando su capacidad funcional, hace que el café sea considerado una buena ayuda ergogénica para los deportistas o personas físicamente activas. Otros efectos que se han comprobado serían contribuir a mitigar las migrañas y dolores de cabeza, ejercer un efecto positivo en procesos asmáticos, tener una cierta acción antimicrobiana, reducir el riesgo de diabetes tipo 2 y reducción del deterioro cognitivo en personas mayores.
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Ha sido especialmente en la última década cuando se han desarrollado una serie de estudios epidemiológicos a gran escala para analizar la posible asociación del consumo de café con la reducción de la mortalidad en general o por causa específica. De hecho, hace pocas semanas han sido publicados los dos últimos, uno de los cuales ha analizado datos en diez países de 521.330 personas de más de 35 años procedentes del European Research in Cancer and Nutrition (EPIC), tras 16 años de seguimiento. Tanto este como otros realizados con anterioridad, encuentran una asociación entre el consumo de café, unas tres tazas diarias, con un menor riesgo de muerte por cualquier causa, en especial por enfermedades circulatorias y del tracto digestivo.
Parece claro que estos efectos se dan de forma similar en distintos grupos de población, ya que en uno de estos estudios publicados en 2017, se han incluido afroamericanos, japoneses-americanos, latinos y blancos, con resultados similares. Igualmente, algunas publicaciones separan su población por género, de forma que se ha podido constatar un efecto más positivo en mujeres que en hombres, aunque ha sido leve.
La mayoría de los mencionados estudios señalan que las personas consumidoras de café tienen estilos de vida en los que predominan el ser fumador, hacer poca actividad física y tener peores hábitos alimentarios, como consumir pocas frutas y verduras y, por el contrario, mucha carne y bebidas alcohólicas. Por ello, los resultados se han tenido que ajustar a estas posibles variables de confusión. También hay que tener en cuenta que se trata de estudios observacionales, en los que no se puede determinar una causalidad. De este modo, la mayoría de los autores aconsejan cautela a la hora de realizar posibles recomendaciones de salud pública en relación al café.
Además, todavía está por elucidar si el efecto se debe a la cafeína o a otros componentes del café. En este sentido, hay que señalar que la composición de una taza de café varía fuertemente, dependiendo del método de preparación y esto es algo que no se suele mencionar en los estudios. Algunos autores se aventuran a mencionar que el efecto beneficioso del café se debería a componentes distintos a la cafeína, ya que encuentran resultados similares entre las poblaciones que consumen café cafeinado y las que ingieren café descafeinado.En cualquier caso, los efectos fisiológicos que se han observado en el organismo, en personas que habitualmente consumen café, son una reducción de la inflamación crónica (determinada por presentar menores marcadores de inflamación y disminución de la actividad de algunas enzimas hepáticas), reducción del estado de oxidación, mejoría en la función endotelial y reducción del colesterol asociado a las lipoproteínas de baja densidad (colesterol “malo”) y una mayor sensibilidad a la insulina y tolerancia a la glucosa.
Por tanto, aunque sería todavía un poco arriesgado recomendar el consumo de café para reducir la mortalidad o para prevenir enfermedades crónicas, es cada vez más evidente que un consumo moderado de café no está asociado con efectos adversos para la salud en adultos e incluso podría presentar algunos beneficios. Eso sí, hay que procurar que el resto de los hábitos, tanto de estilo de vida como alimentarios, sean saludables y considerar particularidades personales como, por ejemplo, que sí podría tener algún efecto poco deseable en personas que ya presenten algún factor de riesgo como hipertensión.