Javier Arjona | 03 de agosto de 2018
Aunque existe una discusión sobre la existencia de un creciente cambio climático global en el planeta, los indicadores no ofrecen dudas. Las emisiones de CO2 producidas por el hombre son la causa del problema y en su mano está también la solución.
En el año 1988 se definió conjuntamente por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el denominado Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el objetivo de analizar la información científica necesaria que permitiera abordar el problema del cambio climático, evaluar sus consecuencias medioambientales y socioeconómicas y formular estrategias de solución.
Desde la creación del IPCC, se han elaborado y publicado una serie de Informes de Evaluación, Informes Especiales, Documentos Técnicos y Guías Metodológicas que se han convertido en sólidas referencias sobre el problema del cambio climático. En noviembre de 2014 se publicó el último Informe de Síntesis y está previsto que el próximo Informe de Evaluación concluya en 2022, para ser incluido en el primer balance mundial de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
La realidad es que el fenómeno del cambio climático hoy en día es un hecho que no ofrece discusión. Existe una serie de indicadores básicos, como el aumento de la temperatura media en el aire y en el océano, la disminución creciente de las capas de hielo y nieve o el aumento del promedio del nivel del mar, que marcan un cambio contrastado en el comportamiento del planeta en los últimos años. Es una evidencia científica que cada uno de los tres últimos decenios ha sido sucesivamente más cálido cualquier decenio anterior desde 1850, y el IPCC incluso establece, con un nivel de confianza medio, que la temperatura media del hemisferio norte en el periodo 1983-2012 ha sido la más alta de los últimos 1.400 años.
En el periodo que va desde 1880 a 2012 se ha constatado un calentamiento medio de 0,85 ºC en la superficie terrestre y oceánica, lo que ha supuesto una serie de cambios en el clima de la Tierra. Mientras en determinadas zonas del planeta hay una mayor intensidad y duración de las sequías, en otras existen episodios de precipitación intensa, con mayor frecuencia, intensidad y cantidad de lluvias que en periodos precedentes. De igual forma, han aumentado los episodios de olas de calor en la mayoría de las zonas continentales, así como la intensidad en la actividad de los ciclones tropicales.
Las causas del cambio climático hay que buscarlas en la acción del hombre como consecuencia de la creciente emisión de gases de efecto invernadero (GEI), que han alterado el equilibrio del planeta de manera significativa a partir de la segunda mitad del siglo XX. Estas emisiones por efecto antrópico han aumentado un 70% entre los años 1970 y 2004, siendo el dióxido de carbono (CO2) el principal causante del problema, al constituir el 76,7% del total de GEI, según el Informe de Evaluación 2007 del IPCC. En el periodo de tiempo citado, las emisiones de CO2 han pasado de 21 a 38 gigatoneladas (Gt), siendo una Gt el equivalente a mil millones de toneladas.
Según la contribución del Grupo de Trabajo I al Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se considera que el ritmo de pérdida de hielo en los glaciares en todo el mundo ha sido de 226 Gt/año, durante el período 1971–2009, habiéndose acelerado en las últimas décadas con un ritmo de 275 Gt/año, en el período 1993–2009. De igual manera, el ritmo de la pérdida de hielo del manto de la Antártida ha pasado de 30 Gt/año, durante el período 1992–2001, hasta 147 Gt/año, en el período 2002–2011.
También en su Informe de Evaluación 2007 el IPCC establece el riesgo para los sistemas hidrológicos. El aumento de la escorrentía, la anticipación de los caudales máximos primaverales o el impacto en la calidad del agua derivada del aumento de temperatura en ríos y lagos son consecuencias directas del cambio climático, como también lo son las modificaciones que sufren los ecosistemas terrenos. La flora y la fauna se están desplazando paulatinamente hacia zonas de mayor latitud y a puntos de mayor altitud sobre el nivel del mar, donde las temperaturas son similares a las existentes unas décadas atrás.
En definitiva, de un total de 29.000 series de datos analizados, el IPCC establece que más de un 89% de los cambios de tendencia observados tiene una relación directa con el calentamiento global. En un informe complementario de expertos españoles de 2003, integrado posteriormente en el Informe de Evaluación Preliminar de los Impactos en España por efecto del Cambio Climático, publicado en 2005 por el Ministerio de Medio Ambiente, se estableció que los recursos hídricos sufrirían en nuestro país una disminución del 17% en los próximos 50 años, hasta 2060.
Dado que la proyección futura elaborada por el IPCC arroja unas cifras de aumento de emisiones de GEI de entre un 25% y un 90%, según los escenarios modelizados de más a menos favorables, la tendencia indica que el calentamiento global continuará agravándose en los próximos años y que, por tanto, el sistema climático mundial experimentará a lo largo del siglo XXI unos cambios todavía más pronunciados que los observados en el siglo XX. Según el modelo realizado, la temperatura del planeta seguirá incrementándose a razón de 0,2 grados centígrados por decenio e incluso, en el caso de mantenerse constantes las emisiones actuales, el calentamiento sería de 0,1 grados cada diez años.
En este sentido, las acciones que pueden adoptarse para frenar esta tendencia pasan por medidas que limiten y reduzcan la dependencia de los combustibles fósiles, para lo que se hace indispensable un acuerdo entre las distintas potencias mundiales. Los primeros pasos en esta línea se dieron con el desarrollo del Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005 y, más recientemente, tras la Cumbre del Clima de París (2015). En cualquier caso, nunca se ha logrado un consenso internacional en la reducción de emisiones, y de hecho, en junio de 2017, el presidente norteamericano, Donald Trump, anunció la retirada de Estados Unidos del reciente Acuerdo de París.
Adicionalmente, el IPCC propone también una serie de medidas adicionales orientadas al almacenamiento del CO2 en estado supercrítico en acuíferos salinos profundos o en yacimientos de petróleo o gas agotados. Aunque se han llevado a cabo prototipos en esta línea, como son los proyectos Sleipner (Mar del Norte), Weybum (Canadá) e In Salah (Argelia), el coste de captación, transporte y almacenamiento del gas es alto, no cubriría la demanda mundial y, por tanto, no evitaría que siguiesen aumentando las emisiones. Se trata de proyectos que podrían ayudar a mitigar en una pequeña parte las emisiones mientras se materializan los acuerdos en la restricción de emisiones.
La conclusión que podemos sacar es que el cambio climático es un hecho contrastado y que se debe inequívocamente a la acción del hombre, que a partir de la Revolución Industrial ha ido incrementado exponencialmente las emisiones de gases de efecto invernadero. La solución debe pasar necesariamente por la toma de conciencia de la situación para impulsar desde los Gobiernos leyes y acuerdos concretos a nivel nacional e internacional que aseguren que dejaremos a las próximas generaciones el mismo planeta que se encontraron los primeros seres humanos.