Francisco Luis Molina | 31 de marzo de 2017
He leído hace poco un libro de Herbert Hendin titulado Seducidos por la Muerte, sobre la eutanasia. El autor es un psiquiatra estadounidense que fue enviado desde su país a estudiar las experiencias con la eutanasia en Holanda, con vistas a juzgar la conveniencia de su introducción en EE.UU. Después de un estudio a fondo, incluyendo muchas entrevistas con médicos, familiares de pacientes muertos por eutanasia, etc., ha emitido un informe estremecedor. Resumiendo mucho, dice que las leyes que limitan la eutanasia no se respetan. Muchos médicos e incluso personal sanitario deciden sobre la vida de los pacientes, determinando si una persona merece seguir viviendo o no. Una vez asumida la eutanasia como normal, las autoridades no llevan los controles para asegurar que el paciente haya solicitado de manera libre y reiterada que se le dé muerte. En muchos casos de depresión, el paciente puede expresar deseos de morir y, en lugar de ayudarle a salir de la depresión, con lo cual desaparece ese deseo, se le toma la palabra y se pone en marcha el proceso, en el que el paciente se ve como atrapado. Muchos médicos no se preocupan de resolver problemas complicados de salud en sus pacientes mayores, porque ya tienen a mano la eutanasia como salida fácil. Los cuidados paliativos, que serían la alternativa a la eutanasia para una verdadera muerte digna, se abandonan. Habla el autor de que muchos pacientes, cuando expresan deseos de morir, quieren expresar que están sufriendo anímicamente y necesitan más cariño y más atención. También habla de presiones por parte de familiares, que están hartos de cuidar a una persona dependiente. En algunos casos, la persona no se terminaba de morir con los fármacos que se le administraban y entonces se le ponía una bolsa de plástico por la cabeza para que muriera asfixiada.
Muchos médicos no se preocupan de resolver problemas complicados de salud en sus pacientes mayores, porque ya tienen a mano la eutanasia como salida fácil. Los cuidados paliativos, que serían la alternativa a la eutanasia para una verdadera muerte digna, se abandonan
En España se está hablando ahora de introducir la eutanasia. Como siempre, se empieza con eufemismos (muerte digna) para ir colando las cosas de manera que parezca que no tienen importancia. Pero ese libro nos ayuda a ver la realidad que nos espera.
La eutanasia es un paso más en el proceso de descristianización de la sociedad. Primero se afirmó, utilizando mal a Freud, que todos teníamos derecho al sexo y que el que no tenía relaciones sexuales era un reprimido. Luego, al aumentar lógicamente el número de embarazos no deseados, se afirmó que la solución eran los anticonceptivos y se empezó a hacer publicidad de los mismos y a distribuirlos en las escuelas. Esto trajo consigo una banalización de la sexualidad, con lo cual, en lugar de disminuir, aumentó en número de embarazos no deseados. Entonces se afirmó que era necesario el aborto, que se fue introduciendo paulatinamente, primero para algunos supuestos más restrictivos y luego liberalizándose hasta convertirse en un derecho de la mujer, incluso para menores sin la conformidad de sus padres y sin contar para nada con el padre de la criatura. El aborto, los anticonceptivos y la destrucción de la familia han llevado a una fuerte disminución de la natalidad, que está por debajo de la tasa de reemplazo de la población.
La eutanasia es un paso más en el proceso de descristianización de la sociedad. Primero se afirmó, utilizando mal a Freud, que todos teníamos derecho al sexo y que el que no tenía relaciones sexuales era un reprimido
El hecho de que haya menos jóvenes, junto con la fuerte crisis económica, en parte producto de la automatización y digitalización crecientes, ha causado un desfase entre las aportaciones al sistema de pensiones y las obligaciones del mismo, de manera que cada vez es más lo que cobramos en conjunto los pensionistas, mientras que el dinero que entra para pagar nuestras pensiones no aumenta. En otras palabras, para cuadrar las cuentas, los viejos empezamos a sobrar.
Ahora bien, con el aborto libre se ha introducido un principio de comportamiento tácito pero efectivo, que podríamos formular como “al que te estorba, lo puedes eliminar”. Según ese principio, a los viejos, que ya estorbamos porque somos una carga y costamos dinero, se nos puede eliminar. Eso explica los indicios que me llegan por diversas vías de que eso ya se está practicando en algunos hospitales de España y que algunas personas se sienten legitimadas para decidir si otro ser humano merece seguir viviendo o no.
La sociedad poscristiana ya no será una sociedad del amor, donde cada uno es responsable de los demás y donde se respeta la vida humana en todas las circunstancias. Cada vez será más una sociedad del placer y del poder, donde cada uno busca gozar al máximo, cueste lo que cueste, y busca para ello alcanzar poder. La competencia entonces es feroz y despiadada, no existe la verdad, los débiles son explotados y pisoteados, como los esclavos de la Antigüedad, y su vida solo vale mientras sean útiles. Curiosamente, los partidos de izquierda, cuya misión supuestamente es defender a los débiles, son el principal instrumento para estas transformaciones. Se nos está prometiendo un paraíso consumista, pero me temo que nos estamos dirigiendo a un infierno de egoísmo, donde cada uno mira solo por sí e intenta pisotear y someter a los demás. Entonces, se hará realidad la frase de Jean-Paul Sartre: “El infierno son los demás”.