Ramón Pi | 10 de marzo de 2017
Ramón Pi: ¿Cómo ha sido eso de presidir la Federación Internacional de Farmacéuticos Católicos?
Ana Rivas: Eso viene de bastante lejos. Yo, hace unos años, era una católica que no tenía mucha idea del significado profundo de ser católica; estaba bautizada, había hecho la Primera Comunión… pero mi vida no se distinguía mucho de la de cualquier buena persona que no fuese católica. Hasta que un día, en un viaje por Tierra Santa que yo imaginaba que iba a ser turístico, caí en la cuenta de que Dios es muy grande y yo, muy, muy pequeña; y que con lo grande que es Dios, envió a su Hijo a que lo matasen y resucitase para que yo, entre otros muchos, pudiera ser feliz eternamente y que yo no había hecho ni estaba haciedo nada en correspondencia a este amor inmenso. Era un sentimiento de pecado de omisión: mira lo que has hecho por mí y yo no he hecho nada por Ti.
R.P.: Una especie de conversión…
– No, no. Bueno, en cierto modo; yo creo que eso les pasa a muchas personas y a unos les deja más huella que a otros. A mí me impactó por dentro ver que mucha gente cree que Jesús fue como Gandhi o alguien así pero, en realidad, es el Hijo de Dios, ¡y está vivo! Y cobré conciencia de que ahí hay algo importante que afecta a mi vida de verdad. Así fue cómo entablé contacto con la Asociación Española de Farmacéuticos Católicos. Lo demás ha venido rodado, sin yo proponérmelo.
Los farmacéuticos son como el resto de conciudadanos: los hay católicos y no católicos, los hay más fervorosos y menos. La Asociación busca que los que se quieran formar bien tengan a su disposición los medios que esta les proporcione
R.P.: Supongo que la Asociación pretende que sus asociados sean buenos farmacéuticos y también buenos católicos.
– Más bien al revés. Primero se trata de ser conscientes de que somos católicos. Y luego viene lo demás.
R.P.: El hecho de asociarse, ¿obedeció a defenderse de ataques de fuera o a la necesidad de mejorar en su vida espiritual?
– Es que me parece que todo está relacionado. El ambiente está muy enrarecido y se trata de formarnos, pero también de ayudarnos unos a otros y ver que no estamos solos, que cada uno no es un individuo con una escopeta en plan francotirador.
R.P.: ¿Qué encontró en la Asociación española?
– La Asociación cumplirá en mayo 25 años de existencia. Al llegar, vi que la media de edad de los asociados era bastante alta, aunque se podían hacer cosas y, de hecho, algunas se hacían, pero siempre puede hacerse más.
Me propusieron, al cabo de poco tiempo, ser presidenta y yo acepté, porque veía que esa sensación de pecado de omisión de que hablaba antes podía superarla ahora que tenía ocasión de hacer algo por el Señor y por la Iglesia. Porque la AEFC es una asociación de fieles de la Iglesia, conforme al Derecho Canónico, y la Conferencia Episcopal nombra un asesor espiritual. El actual es un sacerdote que es médico, se llama Juan Carlos García de Vicente.
R.P.: ¿Y cómo fue lo de la presidencia internacional?
– Eso fue porque los italianos, los polacos y los croatas me animaron a presentar mi candidatura, pues decían que había que rejuvenecer la Federación y mover todo aquello un poco; y no supe decirles que no. Una de las ideas que algunos tenemos en la cabeza es que la sede de la Federación Internacional –que también es una asociación de la Iglesia– o su Presidencia o Secretaría General deberían estar en Roma, cerca del Papa, y no en Bruselas como hasta ahora.
R.P.: Pero en Bruselas es donde se cuece la legislación europea en materia de sanidad pública y eso tiene muy importantes implicaciones éticas o puede tenerlas, desde luego.
– Eso es cierto, pero hay que hacer dos precisiones. La primera es que no podemos estar en todos los sitios que quisiéramos. Hay muchas otras organizaciones, civiles o eclesiales, y no necesariamente de farmacéuticos, que defienden intereses compartidos por nosotros.
Estamos preparando unas charlas sobre donación de óvulos y fecundación in vitro. Los intereses económicos están detrás de este tipo de manipulaciones, como ocurre con los vientres de alquiler que, además, van contra la enseñanza de la Iglesia
One of Us, por poner un ejemplo, son los únicos en la práctica que defienden al embrión humano y creo que hay que conseguir una relación fluida y permanente con ellos. Otra cosa es que los legisladores o la Comisión Europea les hagan caso, pero hay que hacer un frente común y ayudarnos unos a otros. Hay algunas resistencias a entablar una relación estrecha con esa organización y no sé por qué. Tal vez, algunos quieran que nosotros tengamos algún mayor protagonismo, pero esa no es mi manera de pensar. En cuanto a la escala nacional, formamos parte de la Plataforma por las Libertades, que preside Jaime Mayor Oreja.
La segunda precisión es que lo de Roma creo que tiene sentido, para que tengamos claro que seguimos la doctrina social de la Iglesia y estamos con el Papa. La proximidad genera contactos y los contactos generan confianza. Es muy importante no perder ese cordón umbilical con la Iglesia.
R.P.: Sería, digamos, una cuestión de reforzar la identidad confesional de las Asociaciones y la propia Federación, ¿no?
– Podría decirse así, porque la realidad es que la FIPC y las Asociaciones nacionales corren siempre el riesgo de desvirtuarse, de desnaturalizarse asumiendo funciones que corresponden a los sindicatos sanitarios, a los colegios profesionales o a las organizaciones patronales del mundo del medicamento.
No podemos estar en todos los sitios que quisiéramos. Hay muchas otras organizaciones, civiles o eclesiales, y no necesariamente de farmacéuticos, que defienden intereses compartidos por nosotros
Y no es ni debe ser así: ¿qué diríamos si los sindicatos o la patronal o los colegios profesionales quisieran entrometerse en lo que tiene que enseñar la Iglesia católica? Claro está que nuestra Asociación española tiene excelentes relaciones con todas estas organizaciones, especialmente con los comités deontológicos de los colegios profesionales, como es natural. Pero ni podemos estar en todas partes ni es de nuestra competencia el entrar en cuestiones ciertamente importantes para la profesión (como el precio de los medicamentos o los horarios de atención al público) que son ajenas a la específica naturaleza de la Asociación de Farmacéuticos Católicos.
R.P.: ¿Este es el mismo criterio de la Federación Internacional?
– Sí, pero hay otro tipo de complicaciones. Se están intentando aprobar, desde hace unos cinco años, unos nuevos Estatutos y no hay mucho acuerdo entre los países. Por eso yo creo que es importante, al menos, una Secretaría fuerte en Roma, porque me parece que la Santa Sede no está muy contenta con los farmacéuticos católicos y esta proximidad mejoraría mucho las cosas. Pero los actuales Estatutos no prevén que la sede cambie de ciudad, que es Bruselas.
R.P.: ¿Por qué Bruselas?
– Eso fue un regalito a los belgas, pues la Federación nació en su país, en 1950, por una iniciativa conjunta con los franceses. Pero, en fin, yo espero que se irán arreglando estas cuestiones y otras más de tipo administrativo que me he encontrado al llegar como presidenta.
Me propusieron al cabo de poco tiempo ser presidenta y yo acepté, porque veía que esa sensación de pecado de omisión de que hablaba antes podía superarla ahora que tenía ocasión de hacer algo por el Señor y por la Iglesia
R.P.: Los farmacéuticos católicos españoles, ¿se parecen a los católicos españoles en general?
– Son exactamente igual: son parte de la sociedad; lo que pasa es que se enfrentan a veces a cuestiones que les afectan más directamente como, por ejemplo, ocurre con la dispensación de según qué productos y por eso deben estar bien formados en estas cuestiones específicas.
Por lo demás, los farmacéuticos son como el resto de conciudadanos: los hay católicos y no católicos, y entre los católicos los hay más fervorosos y menos, como ocurre siempre y en todas partes. De todo hay en botica. Pero la Asociación no entra en eso, lo que busca es que los que se quieran formar bien tengan a su disposición los medios que esta les proporcione.
R.P.: Organización de actos, cursos o seminarios, tal vez un servicio de publicaciones…
– Por ejemplo, estamos preparando –en colaboración con la Fundación Jérôme Lejeune, que cuenta con muchos expertos en bioética– unas charlas en la Facultad de Farmacia de la Complutense sobre donación de óvulos y fecundación in vitro, que son cuestiones que tienen una fuerte carga ética. Además, a las mujeres que van a donar óvulos no se les informa muy bien sobre las particularidades de estos procedimientos o sus efectos secundarios a largo plazo. Los intereses económicos que están detrás de este tipo de manipulaciones son muy fuertes, como ocurre, por dar otro ejemplo, con los vientres de alquiler, que además van contra la enseñanza de la Iglesia.
R.P.: Y no tendría que ser una cuestión solo de creyentes, porque los vientres de alquiler van contra la dignidad de la mujer.
– ¡Efectivamente! En este caso, las feministas están de acuerdo con la Iglesia. Pero yo no soy una experta. El papel de las Asociaciones de Farmacéuticos Católicos y de su Federacón Internacional no es entrar en las cuestiones técnicas ni económicas ni siquiera éticas, de la profesión, sino ser puentes, lazos de unión con las fuerzas sociales, entre las cuales están de manera muy principal los colegios profesionales. Nosotros queremos ayudar a que las comisiones deontológicas de los colegios ejerzan un verdadero liderazgo social, para que los farmacéuticos sean líderes éticos en sus farmacias, para que sus empleados mejoren como personas, para que sus clientes reciban una información correcta y un consejo prudente cuando lo pidan… No queremos ser protagonistas de nada. El protagonismo corresponde a los líderes sociales.
R.P.: No se plantean ustedes ser un lobby, un grupo de influencia en legisladores o gobernantes…
– No. Hay muchos grupos de presión y lobbies. No creo que sea nuestro objetivo. Lo que sí sería muy aconsejable es que mantuviéramos una buena comunicación con los médicos y otros profesionales católicos de la Sanidad. Y en ello estamos.
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