José Luis Velayos | 07 de marzo de 2017
Cuando no hay armonía en las tres situaciones, se producen generalmente alteraciones físicas y/o mentales (hipertensión, jaquecas, depresión, etc.).
La condición sexuada está en el modo de ser, corresponde al núcleo íntimo de la persona, afectando a todas las dimensiones corporales/espirituales. El aparato genital masculino está diseñado para que el varón pueda ser padre; el femenino, para que la mujer sea madre. Biológicamente (incluyendo aspectos hormonales, psicológicos, afectivos, etc.), la masculinidad explica la paternidad; la feminidad, la maternidad. No son roles superpuestos, sino funciones insertas biológicamente. Si un varón no puede ser padre, solucionando el impedimento, tendrá tal posibilidad; lo mismo cabe decir en el caso de la mujer, respecto a la maternidad.
En el desarrollo embriofetal, el aparato genital se conforma en sentido masculino o femenino en función de una temprana actuación hormonal provocada por los cromosomas XY/XX. Durante el desarrollo, el testículo desciende desde la cavidad abdominal hasta la bolsa escrotal, para que los espermios puedan madurar correctamente. El ovario se queda en el abdomen; hay un pequeño descenso, pero no llega a alojarse en el labio mayor (equivalente a la bolsa escrotal).
El sexo sociológico tiene relación con la percepción del sexo por el entorno, en gran medida fruto de procesos históricos y culturales que hacen que durante mucho tiempo no se concibiese a una mujer como militar o juez
La morfología externa de los genitales permite distinguir si un recién nacido es varón o mujer. No es algo baladí el aspecto genital externo. Los aparatos genitales están diseñados para la reproducción; son complementarios. Las dimensiones de la pelvis son mayores en la mujer, para que se pueda albergar cómodamente el feto y para que en el parto pueda pasar adecuadamente por el túnel óseo el feto a término.
La cópula presenta aspectos diferentes, de tipo hormonal, morfológico y cerebral: en la eyaculación, en el varón está muy activa el área tegmental ventral del tallo cerebral (importante en los procesos de euforia y recompensa), que también se activa con el consumo de heroína, por lo que la competitividad entre las respectivas señales activadoras puede explicar la disminución de la libido en bastantes heroinómanos. En el coito hay más “fogosidad”, impulsividad, en el varón que en la mujer.
Y hay diferencias que se anotan especialmente en la pubertad, con la explosión hormonal que se da en este período. Es la época en que se “despereza” el hipotálamo. El hipotálamo del cerebro, junto con la hipófisis, elabora un gran contingente hormonal, por ejemplo, de vasopresina y oxitocina (fundamental en los procesos reproductivos), de las hormonas LH y FSH, que actúan sobre ovario y testículo, los que, a su vez, segregan las hormonas propias de cada sexo (andrógenos, estrógenos, progesterona).
Estas características y otras hacen que, biológicamente, el varón sea siempre varón, y la mujer, mujer. En estudios de neuroimagen de cerebros de transexuales se ha visto que el comportamiento del cerebro es como el de su propio sexo genético. La existencia de sexos no es una cuestión cultural; no es posible “liberarse” de lo biológico; además, porque no se trata de una cuestión racional: el plano biológico es distinto que el plano intelectual. El hecho biológico está ahí, con su “tozudez” fáctica. Asumir la propia identidad va en consonancia con la biología. No es posible neutralizar el sexo. La teoría de la performatividad, según la cual el sexo se hace y se puede construir y deconstruir, no va con lo biológico.
La ideología de género es un sistema de pensamiento (ideología) que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer son construcciones culturales y convencionales hechas según los roles que cada sociedad asigna a los sexos. Es contradictoria con los hechos biológicos. Con la ideología de género, el hombre moderno se considera autónomo, se construye a sí mismo; es una pura voluntad autocreadora, que se convierte en un dios para sí mismo. Pero los hechos biológicos no permiten desviar la naturaleza de las cosas.
Dios nos ha hecho libres. La buena práctica de la libertad es la de elegir el bien. No se puede elegir lo que no es biológico, porque está fijado, determinado.