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La pérdida auditiva ocupa el quinto lugar en el ranking de causas que inducen discapacidad. Se trata de uno de los campos en los que los estudios de intervención nutricional podrían tener mayor potencial preventivo. Hay 360 millones de afectados en el mundo.

¿Cuántas veces en nuestra vida hemos escuchado la expresión ‘¡Oído cocina!’? Seguro que un sinfín de veces, pero en este caso no vamos a ser estrictos con el significado de la misma, sino en cómo la nutrición puede jugar un papel relevante en la audición.

Concretamente, la pérdida auditiva ocupa el quinto lugar en el ranking de causas que inducen discapacidad, superior a muchas otras enfermedades crónicas como la diabetes, la demencia o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Por otra parte, según la Organización Mundial de la Salud, el número de personas afectadas por pérdida auditiva moderada o severa es de unos 360 millones en todo el mundo, de los cuales aproximadamente un 10% serían niños. La mayor parte de este segmento de población vive en países de renta baja o media, pero este problema afecta también a países desarrollados, donde la población está envejeciendo paulatinamente, calculándose, en este caso, que un 30% de los individuos mayores de 65 años puede estar afectado por un cierto grado de déficit auditivo, incidencia que aumenta exponencialmente a partir de esta edad. Además, se estima que, solamente en Europa, el número de casos de pérdida de audición aumentará entre en 2010 y 2020 en más del 18% y las estimaciones recientes sugieren que, solo en los Estados Unidos, podría aumentar el número de personas que sufrirán pérdida auditiva a 35 millones para el año 2030. Sin duda, la pérdida de audición es una condición limitante de la calidad de vida que incrementa de manera notable el riesgo de dependencia.

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Resulta sorprendente observar que aproximadamente un 50% de los factores que inducen al daño auditivo se puede prevenir, contándose entre ellos el ruido, el uso de agentes ototóxicos (por ejemplo, fármacos contra la malaria o paracetamol, entre otros) o los déficits nutricionales. De hecho, recientemente, distintos estudios epidemiológicos a nivel mundial han demostrado la asociación existente entre los déficits de distintos nutrientes y la pérdida de audición.

Además, otro aspecto a tener en cuenta es que esta influencia de la dieta en la capacidad auditiva es independiente de la renta del país. De este modo, mientras que los países de rentas bajas están condicionados por la disponibilidad de alimentos que permitan mantener una dieta adecuada, en los de rentas medias o altas el envejecimiento progresivo de la población está asociado con ingresos menores y dietas más monótonas.

La nutrición puede prevenir la pérdida auditiva

Diversos estudios epidemiológicos han sugerido que la suplementación de la dieta con ciertos nutrientes esenciales podría prevenir la aparición de esta pérdida sensorial. Concretamente, a lo largo de los años, varios estudios han mostrado que niveles inadecuados de ácido fólico se correlacionan con la aparición de hipoacusia (pérdida auditiva), en presencia de concentraciones reducidas de vitamina B₁₂ o en situación de hiperhomocisteinemia. Por otro lado, también disponemos evidencia acerca del potencial efecto protector de la suplementación dietética con ácido fólico y ácidos grasos ω-3 en la aparición de hipoacusia. Sin embargo, a día de hoy se desconoce cómo la dieta puede influir en la capacidad de ciertos individuos para disparar las respuestas defensivas necesarias frente a un daño auditivo o el mecanismo fisiológico del efecto beneficioso en el oído de ciertos nutrientes esenciales. Por todo ello, la audición es uno de los campos en los que los estudios de intervención nutricional podrían tener un mayor potencial preventivo, especialmente cuando la pérdida de audición se asocia a la edad.

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Así pues, existe un número creciente de datos que apoyan la idea de que la composición de nuestra dieta tiene un alto impacto en la aparición de pérdida auditiva y, en especial, su concentración de nutrientes esenciales. Asimismo, hay evidencias de que las intervenciones nutricionales pueden prevenir, al menos parcialmente, este déficit sensorial. Sin embargo, siguen siendo pocos los modelos evaluados hasta la fecha y, menos aún, los estudios longitudinales llevados a cabo. Por lo tanto, todo el acúmulo de estas evidencias hace que tengamos bien presente la nutrición como posible preventivo auditivo y no dejemos de utilizar la expresión ‘¡oído cocina!’ indicando que lo hemos entendido.