Javier Pérez Castells | 26 de abril de 2017
¿Qué nos mantiene saludables y felices? ¿Cuál es la receta para vivir más y con mejor calidad de vida? Poco podemos hacer, de momento, sobre el fuerte componente genético que condiciona este asunto, quizá en más de un 60%. Pero podemos actuar sobre el porcentaje restante. En una reciente encuesta realizada a individuos de la generación denominada “millennial” (nacidos entre 1981 y 1995), se les preguntó cuáles eran sus objetivos principales en la vida. El 80% respondió que hacerse rico. Otro porcentaje importante mencionó entre sus prioridades hacerse famoso y en cuanto a trabajar duro y hacerse a sí mismos, poco a poco…
Los que vamos estando rodados sabemos que se equivocan, pero ¿cómo convencer a tan abultada cohorte de su error? Para argumentar en contra de una encuesta tan desasosegadora, habría que tener informes científicos que mostraran el nefasto resultado de poner estos y otros objetivos como principales en la vida. Necesitaríamos disponer de datos que estudiaran trayectorias vitales completas. En general, lo que sabemos sobre la vida humana lo sabemos de lo que le pedimos a la gente que nos cuente sobre su pasado. Pero la mayoría de lo que nos pasa en la vida lo olvidamos y, además, la memoria es muy creativa y selectiva en sus recuerdos. Si fuéramos capaces de observar vidas enteras, si pudiéramos estudiar personas desde que son muy jóvenes hasta que llegan al final de su vida, podríamos saber mejor qué es lo que les mantiene saludables y felices.
Si fuéramos capaces de observar vidas enteras, si pudiéramos estudiar personas desde que son muy jóvenes hasta que llegan al final de su vida, podríamos saber mejor qué es lo que les mantiene saludables y felices
Tal estudio existe y constituye uno de los proyectos científicos de más largo plazo que se han hecho jamás. Se trata del estudio sobre vida adulta realizado por la Universidad de Harvard. En los años 30 del siglo pasado, se reclutó a 724 hombres pertenecientes a dos grupos: por un lado, estudiantes de segundo curso de la Universidad de Harvard llamados a ser la élite de la sociedad y los futuros dirigentes del mundo; por otro, un grupo el doble de numeroso de chicos de los barrios bajos de Boston, pertenecientes a familias desestructuradas y sin recursos. Durante 75 años, se ha seguido la vida de estos hombres año tras año. Se les ha preguntado por su trabajo y su vida privada. Se han recogido todo tipo de datos sobre su salud. Los proyectos de este tipo, como mucho, duran una década, porque los investigadores se van o se jubilan y nadie sigue con ello. En este caso, varias generaciones de investigadores han conseguido que este estudio sobreviva y, además, no se han buscado titulares impactantes como resultado. Actualmente, 60 de los 724 hombres iniciales siguen vivos, todos con más de 90 años. El estudio sigue con ellos y sus más de 2.000 hijos, capitaneado por Robert J. Waldinger, que es su cuarto director.
Los participantes en el estudio lucharon en la Segunda Guerra Mundial, luego regresaron, unos para trabajar en fábricas, como abogados y médicos, uno fue presidente de los Estados Unidos. Hubo quien cayó en el alcoholismo y quien tuvo enfermedades mentales, algunos subieron la escalera social desde lo más bajo hasta lo más alto y otros hicieron el mismo camino pero en dirección contraria. Por cierto, que el alcoholismo es citado como la más eficaz causa de destrucción personal. Los que proceden de Boston se preguntan por qué su vida sigue interesando, cosa que nunca preguntan los de Harvard… Después de tantos años recogiendo datos médicos y antropométricos, así como acerca del tejido social de cada participante, el estudio ha producido millones de páginas de resultados y algunas conclusiones generales. Se ha buscado especialmente obtener resultados acerca de la felicidad, la satisfacción y el bienestar de las personas.
Y, después de todo el tiempo transcurrido, ¿qué conclusiones han sacado? Si el lector espera encontrar sorpresas absolutas, nuevos paradigmas de vida y conceptos que nunca antes escuchó, quizá se decepcione. Lo que el estudio ha determinado es de puro y mero sentido común. Son cosas que hemos escuchado toda nuestra vida, pero a las que no les viene mal un respaldo científico. La respuesta es: las relaciones humanas. Pero no vale cualquier relación humana. Se trata de hacer relaciones humanas de calidad.
Los participantes en el estudio lucharon en la Segunda Guerra Mundial, luego regresaron, unos para trabajar en fábricas, como abogados y médicos, uno fue presidente de los Estados Unidos. Hubo quien cayó en el alcoholismo y quien tuvo enfermedades mentales
No tiene que ver con el trabajo duro ni con la fama ni con el dinero. El principal mensaje que han aprendido es: las buenas relaciones humanas nos mantienen más felices y más sanos. Esta conclusión general se puede desgajar en tres grandes lecciones. En primer lugar, las conexiones sociales son muy buenas para todos y la soledad mata. Las personas que son más sociables están más conectadas a su familia, a sus amigos y eso les hace más felices, más sanos y viven mucho más que los más solitarios. La soledad es tóxica, la gente más aislada es menos feliz, su salud decae antes y sus funciones cerebrales también se deterioran antes. Sus vidas son más cortas y este mensaje nos llega cuando el número de personas que declaran reconocerse solitarias está en aumento, superando el veinte por ciento entre los americanos. La segunda lección es que esto no tiene que ver con la cantidad de gente que nos rodea, porque se puede sentir uno solitario en un matrimonio y se puede uno sentir solitario aunque tenga muchos amigos. Es la calidad de las relaciones humanas lo que importa. Un matrimonio permanentemente conflictivo puede ser perjudicial para la salud. Las personas que tienen buenas relaciones humanas dicen que en los días de mayor dolor físico sus buenas relaciones les hacen mantener el buen humor y ser capaces de sobrellevarlo. Las que las tienen malas dicen que el dolor se amplifica con un dolor emocional adicional.
La tercera lección es que las buenas relaciones humanas no solo protegen nuestro cuerpo sino nuestro cerebro. Las personas con una relación de pareja satisfactoria, que se sienten unidas a otra persona en edades avanzadas, tienen en general mejor conservación de su memoria y capacidades cognitivas. Estadísticamente, la memoria de las personas solitarias decae antes. No se trata de que tengamos relaciones perfectas, sino simplemente saber que hay una persona con la que puedes contar.
No tiene que ver con el trabajo duro ni con la fama ni con el dinero. El principal mensaje que han aprendido es: las buenas relaciones humanas nos mantienen más felices y más sanos
Los resultados de este estudio no constituyen ideas ni complicadas ni nuevas. Pero en una sociedad cada vez más volcada en el individualismo, la vida sana y un egoísmo rampante, es bueno contar con datos plenamente científicos y con rigurosidad estadística como los que se desprenden del estudio de Harvard. Muchos participantes en el estudio cuando eran jóvenes también pensaban lo mismo que los millennials de ahora, pero con el tiempo los que fueron más sabios y depositaron sus esfuerzos en las relaciones humanas satisfactorias han llegado a ser ancianos más felices y sanos. Sería bueno que los que venimos detrás escarmentáramos en cabeza ajena y aprendiéramos de nuestros mayores.
Para saber más. El tercer director del proyecto y actual director emérito, George E. Vaillant, ha publicado recientemente Triumphs of Experience: The Men of the Harvard Grant Study.