Esther Carrera | 03 de octubre de 2017
Cuando hablamos de seguridad alimentaria hacemos referencia al derecho de cualquier ciudadano a consumir productos alimenticios seguros, es decir, inocuos y aptos para su consumo, sin que comprometan o perjudiquen nuestra salud, siendo este un aspecto lógicamente perseguido y exigido por las autoridades sanitarias a todos y cada uno de los operadores que forman parte de la cadena alimentaria. En consecuencia, y según establece la legislación alimentaria europea, todas aquellas organizaciones que producen, transforman, manipulan, almacenan, distribuyen y/o venden productos alimenticios están obligadas a ofrecer a los consumidores alimentos seguros (Reglamento 852/2004, de 29 de abril, relativo a la higiene de los productos alimenticios). No obstante, en ocasiones surgen alertas alimentarias en las que se ve comprometida la seguridad de los alimentos y, en consecuencia, la salud pública; véase como ejemplo reciente la contaminación de huevos procedentes de Bélgica, Holanda, Alemania y Francia con un plaguicida de uso prohibido en la cadena alimentaria, el Fipronil (Reglamento 396/2005, relativo a límites máximos de plaguicidas en alimentos y piensos de origen vegetal y animal).
Por otro lado, el término calidad está directamente relacionado con la satisfacción de los requisitos exigidos por los clientes/consumidores, entendiendo como tales requisitos, además de la seguridad, aquellos acordados de mutuo acuerdo entre el cliente y el suministrador (nutricionales, organolépticos, tecnológicos…). Es incuestionable que un alimento de calidad debe ser, por definición, un alimento seguro o, dicho de otro modo, no se concibe la calidad alimentaria sin seguridad.
«Comer fuera de casa es un reto a la hora de mantener un buen estado nutricional». #Nutricion #db Por @achontu https://t.co/FQR5UAYBc9
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) 12 de julio de 2017
En este contexto de seguridad y calidad alimentaria se publicó, en el año 2005, la norma internacional de “Gestión de Seguridad Alimentaria” ISO 22000:2005, cuyo alcance abarca a toda la cadena de suministro alimentario, desde la producción primaria hasta la distribución y venta de alimentos al consumidor final, implicando a organizaciones directa e indirectamente involucradas en uno o más pasos de la cadena de suministro alimentario, como productores de alimentos para animales, agricultores, ganaderos, productores de materias primas y aditivos para uso alimentario, fabricantes de productos alimentarios, cadenas de distribución, caterings, organizaciones que proporcionan servicios de limpieza, transporte, almacenamiento y distribución de productos alimentarios, etc. Al tratarse de una norma ISO (International Standarization Organization), es una norma de reconocimiento internacional, de carácter voluntario, certificable por entidades acreditadas y está basada en el Codex Alimentarius, documento del que recoge los principios del Sistema de Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico (APPCC).
La próxima versión de #ISO22000 de #SeguridadAlimentaria hará más hincapié en minimizar los riesgos https://t.co/KvClWlq6Bn #RevistaAENOR pic.twitter.com/14gXwvzDmz
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Dicha norma ISO 22000:2005 surgió ante la necesidad de las empresas de disponer de criterios comunes, armonizados y simplificados, entre el amplio y creciente abanico de normas de gestión de calidad y seguridad alimentaria (BRC: British Retailer Consortium; IFS: Internacional Food Standard; SQF: Safe Quality Food; EurepGap, etc.). No obstante, existen claras diferencias entre la norma ISO 22000:2005 y normas como BRC e IFS. La principal diferencia radica en que ISO 22000:2005 es una norma de certificación de “sistema de gestión”, mientras que BRC e IFS son normas cuyo cumplimiento muestran certificación de “producto”. En concreto, BRC e IFS son estándares que los distribuidores británicos (BRC), alemanes y franceses (IFS) exigen a sus suministradores de productos de “marca propia” como garantía de calidad y seguridad.
En nuestro blog de #nutrición hablamos de los problemas derivados de la obesidad infantil #salud por @TPartearroyo https://t.co/aaOwxVCcCu
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Más recientemente y basada en la norma ISO 22000, encontramos el estándar FSSC 22000:2013 (Food Safety System Certification), reconocido por la Iniciativa Global de Seguridad Alimentaria (GFSI, Global Food Safety Initiative). Dicho esquema combina los requisitos de ISO 22000 con prerrequisitos específicos para cada sector. Una tercera modalidad también reconocida por el GFSI es el estándar FSSC 22000Q, resultado de la combinación de la norma ISO 9001 y FSSC 22000. FSSC 22000Q ofrece, por tanto, una gestión enfocada, por un lado, en los elementos de calidad recogidos en la norma ISO 9001 y, por otro, en los requisitos de seguridad que un alimento debe necesariamente cumplir.
De lo expuesto anteriormente se deduce que la implantación de sistemas de gestión de calidad y seguridad alimentaria y su posterior certificación proporciona a los diferentes integrantes de la cadena alimentaria una herramienta efectiva para reducir errores, normalizar y gestionar más eficazmente los procesos, incrementar la productividad y, en definitiva, potenciar al máximo los estándares de calidad y seguridad del producto, velando por la salud de los consumidores. En este sentido, y considerando los aspectos mencionados, son cada vez más numerosos los profesionales del sector alimentario que implantan en sus organizaciones estos sistemas de gestión, motivados por la demanda y presión que ejercen sus clientes y, en último término, los consumidores finales.
Estas son las 20 naciones con más “seguridad alimentaria” en el mundo – Mitre y el campo https://t.co/uetfwoDEYh pic.twitter.com/rIxDo38AhP
— Agroalimentando (@agroalimentando) October 1, 2017
En resumen, las empresas del sector alimentario, mediante la certificación de normas de calidad y seguridad, pretenden enfatizar la garantía de seguridad y calidad de los alimentos que ponen a disposición del consumidor. Por consiguiente, los consumidores somos testigos de un momento privilegiado, en el que la seguridad y la calidad de los alimentos nunca habían tenido tanto protagonismo. Por ello, es necesario que, ejerciendo nuestro derecho a recibir alimentos seguros y de calidad, conozcamos el alcance e importancia de estas certificaciones.