Purificación González | 11 de diciembre de 2018
Actualmente, existe un grupo de alimentos cada vez más numeroso a los que se les atribuye unas supuestas propiedades beneficiosas y que, según sus defensores, debemos incluir en nuestra dieta regularmente por sus poderosas virtudes curativas y sus efectos casi milagrosos para la salud. A estos alimentos se les conoce con el nombre de superalimentos.
No hay alimentos buenos o malos por sí mismos, es una evidencia científica demostrada. Son las dietas o los patrones alimentarios los que marcan el carácter más o menos saludable. Están demostradas científicamente las propiedades de la dieta mediterránea y de sus alimentos emblemáticos, como el aceite de oliva, las nueces, las manzanas, los espárragos, el brócoli, el salmón o el aguacate que, por su riqueza de nutrientes, pueden ser considerados prácticamente superalimentos.
La moda de atribuir propiedades beneficiosas de forma indiscriminada a algunos alimentos incluidos en la categoría de superalimentos puede servir para enseñar al consumidor distintas posibilidades recomendables en su dieta, pero siempre en el contexto de la variedad, el equilibrio y la moderación.
El aceite de oliva virgen extra es el más utilizado en la cocina mediterránea. Nos aporta vitamina E, beta-carotenos y ácidos grasos monoinsaturados. ¡Acuérdate de aliñar tus ensaladas variadas con #AOVE! #CulturaMediterránea #AlimentosdEspaña #DietaMediterránea #mediterraneamos pic.twitter.com/S8jd1wUPjz
— alimentación.es (@Alimentacion_es) November 11, 2018
Año tras año, las cifras extraídas de los informes de consumo de alimentación en España publicados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación muestran una mayor preocupación por la salud por parte de nuestra sociedad, con el correspondiente impacto en nuestra dieta alimenticia. Esto se hace evidente no solo por un aumento en los modos de preparación más fáciles y saludables (plancha, hervido y horno), sino también por el creciente consumo de alimentos a los cuales se les asocia unas supuestas propiedades mágicas con un efecto beneficioso sobre la salud. Ello confirma que la creencia de la actuación de estos superalimentos como intervenciones dietéticas favorables para la prevención de enfermedades y para el mantenimiento de la salud es tan atractiva que el consumidor es capaz de desconectar el superalimento y su componente organoléptico sociocultural, y acepta alimentos exóticos, como pueden ser, entre muchos otros, algas, o también las hojas, raíces, flores y semillas del árbol de moringa, alimentos ajenos a una dieta mediterránea estándar.
La mayor parte de las declaraciones nutricionales, terapéuticas y de salud atribuidas a alimentos tildados como superalimentos no se fundamenta en una evidencia con adecuado rigor científico. Por ello, se puede afirmar que, en muchos casos, los superalimentos componen una categoría creada más bien por el reclamo comercial, cuyas supuestas propiedades milagrosas no justifican los cambios propuestos en la dieta y menos aún el precio pagado por ellos.
Existen alimentos considerados como superalimentos que destacan por un alto contenido de un nutriente específico. En este caso, no hay que recurrir únicamente a alimentos desconocidos y exóticos como la chía, semilla que está de moda por sus efectos beneficiosos para la salud. Es cierto que contiene una alta concentración de ácidos grasos omega 3, concretamente ácido alfa linolénico, fibra dietética y micronutrientes como el hierro, el selenio, el magnesio, el calcio y el fósforo. Sin embargo, en la dosis utilizada en nuestra alimentación (por ejemplo, unos 10 gramos que podemos añadir en un yogur), la cantidad de omega 3 es bastante inferior a la aportada por una ración de cualquier pescado azul. Nuestra gastronomía tradicional se caracteriza por ser muy rica en alimentos seguros y nutritivos, y no es esencialmente necesario buscarlos al otro lado del mundo, si bien todo contribuye dentro de una dieta variada y equilibrada.
Ahora bien, numerosos estudios epidemiológicos han asociado el consumo de diferentes tipos de dieta con la prevención del desarrollo de enfermedades, lo que se ha atribuido a la presencia de determinados compuestos bioactivos de algunos alimentos. El interés de estos compuestos ha surgido tras estudios nutricionales que muestran un beneficio para la salud más allá de los beneficios nutricionales básicos tras su consumo. Esto es, sus efectos se orientan hacia el tratamiento o la prevención de enfermedades como obesidad, cáncer, enfermedad cardiovascular y neurodegenerativa. Sus propiedades biológicas, entre las que destacan sus actividades antiinflamatorias y antioxidantes, están estrechamente relacionadas con su estructura química y las concentraciones que se consumen en la dieta.
España 2017-2020 . Hacia una dieta más saludable con menos grasas, azúcares y sal
La evidencia que respalda el papel positivo de algunos alimentos que los contienen, como son las frutas y hortalizas, para la salud es aplastante. Un ejemplo lo encontramos en las uvas, fruta que destaca por su alto y variado contenido de una amplia variedad de compuestos, como los polifenoles, incluidos los flavonoides, los ácidos fenólicos y el resveratrol en la piel, los tallos y las semillas. Investigaciones epidemiológicas durante la última década sugieren que la ingesta dietética de uvas y productos que contienen las uvas posee efectos favorables sobre la función endotelial y la inflamación que podría disminuir la presión arterial. También muestra efectos protectores contra el cáncer de piel, mama, próstata, cabeza y cuello y pulmón fundamentalmente, además de reducción de la mortalidad cardiovascular.
Sin embargo, aún se desconocen los componentes activos de muchos alimentos y sus productos, que pudieran tener acciones bioactivas. No existen suficientes validaciones científicas adecuadas y, a pesar del valor de los nutrientes, enfermedades como el cáncer, la hipertensión relacionada con la obesidad, la diabetes y muchas enfermedades incurables están en aumento.
En el futuro, son necesarios más estudios científicos, con el fin de ampliar el conocimiento de los mecanismos de acción y, de esta manera, proporcionar una mayor evidencia para la plena utilización de los recursos de nutrientes y compuestos de los alimentos con eficaces acciones biológicas dentro de una dieta saludable.