Fernando Ariza | 02 de noviembre de 2018
El moralismo domina a Harari en su tercer libro. 21 lecciones para el siglo XXI manifiesta la preocupación acerca del camino que estamos tomando y aborda algunos de los temas más importantes de la actualidad.
Yuval Noah Harari acaba de publicar su tercer libro: 21 lecciones para el siglo XXI. A pesar de que tiene cierto ingenio, el título no tiene la fuerza y la sencillez de sus dos libros anteriores: Sapiens y Homo deus. Nos parece que esa falta de agudeza no se queda en el título, sino que afecta al resto de sus páginas. Nos parece que este libro no es más que un intento editorial de estirar la fama que le llegó de forma súbita con su primer libro y mantuvo con esfuerzo en el segundo. Confiamos en que, si sigue escribiendo, cambie de tercio y no intente estirar más un chicle que, si no se ha roto con este libro, está al límite de su elasticidad.
El autor nos desvela en el prólogo el origen de estas 21 lecciones: artículos, charlas, debates y demás colaboraciones públicas. A pesar de su intención por construir una unidad, nos parece que los veintiún capítulos no terminan de conformar un libro completo. El conglomerado es irregular y combina ideas originales con otras bastante menos novedosas. Estamos de acuerdo con que hay un esfuerzo unificador, pero muchas veces no se queda más que en una repetición de ideas que, ciertamente, atraviesan todo el libro pero que, en lugar de cohesionar, producen el cansancio de un estribillo poco pegadizo.
Esas dos ideas fuertes ya aparecieron en sus libros anteriores, aunque aquí han adquirido otro matiz. Básicamente, propone el fin de los relatos y su sustitución por los algoritmos que formarán parte de la inteligencia artificial. Ya en Sapiens defendió la idea de que el hombre necesita de la ficción para vivir, y que de hecho fue un elemento esencial en su desarrollo social y político. Nos parece una idea interesante, pero como tantos pensadores, Harari la extiende a toda la realidad humana y ahí nos chirría más.
Para él, la ficción (creencia en algo que no existe) es ideología política, religión, hábitos de vida, países o incluso sentimientos. Todo lo humano es ficcional, según él, y hasta ahora nos ha sido útil, pero opina que el ser humano ya no necesita de ficciones: es el momento de saltar al mundo real gracias a los avances tecnológicos. A lo largo de estas lecciones, defiende (con amplia bibliografía detrás, todo hay que decirlo) que el ser humano no actúa más que gracias a una serie de procesos bioquímicos fácilmente sintetizables mediante algoritmos.
En Sapiens escribía sobre una supuesta revolución gnoseológica mediante la cual el hombre fue capaz de organizarse en gran número gracias a relatos compartidos. Desde este hipotético momento sucedido hace más de cien mil años, el hombre se ha expandido por toda la Tierra, ocupando espacios inaccesibles como Australia o América, y se ha desarrollado, política, social y tecnológicamente, hasta poder salir del planeta Tierra. Y lo que nos queda.
Sin entrar a valorar su teoría, se pueden contradecir sus ideas utilizando sus mismos argumentos. Si el hombre hasta ahora ha utilizado la ficción para ser lo que es, qué nos dice que a partir de ahora puede desembarazarse de tan útil, y casi esencial, capacidad. Postula que estamos en un momento en el que los grandes relatos se han caído (eso ya lo dijo Gianni Vattimo hace treinta años), yo diría que el único que está resquebrajándose es el liberalismo democrático que resulta ser su ideal. El resto, se llamen como se llamen y gusten más o menos, siguen vigentes y tienen bastante fuerza. No hace falta más que leer el periódico cualquier día para percatarse de ello.
Hay, sin embargo, un cambio de tono en este libro si lo comparamos con los anteriores. Hasta ahora estábamos acostumbrados a un Harari analítico, frío y despiadado con la realidad (histórica o futura) que describe, mientras que ahora se permite enjuiciar aspectos concretos del mundo en que vivimos y se muestra preocupado por el camino que estamos tomando. En estas Lecciones se mueve entre la Arcadia y el apocalipsis, pues piensa que estamos en el filo de la navaja y cualquier pequeña decisión puede equilibrar el futuro de la humanidad hacia un lado o el otro: la civilización o la barbarie. Este nuevo Harari ha perdido fuerza, el moralista ha sustituido al polemista, pero tenemos que reconocer que se ha vuelto mucho más humano.