Javier López-Galiacho | 06 de junio de 2017
Baile de huesos
Teatro Lara
C/ Corredera Baja de San Pablo, 15
Hasta el 12 de junio
Autora: Elena Belmonte
Dirección: Manuel Galiana
Reparto: Manuel Galiana, Óscar Olmeda, Myriam Gas, Jesús Ganuza y Pilar Ávila.
Hace unos años, los alumnos más aventajados del maestro Manuel Galiana, que han montado compañía como Martes Teatro, abrieron una sala muy cerca de la casa natal del actor, en el castizo Barrio de Embajadores. A este arriesgado proyecto le pusieron el nombre del actor, con el evocador subtítulo de Estudio 2, en recuerdo de aquellos míticos Estudios 1 de TVE, cuando la televisión pública de todos los españoles, la que sostenemos con nuestros impuestos, apostaba por la calidad y la cultura y no por la gastronomía o el hígado de los tiempos actuales.
En esa TVE en blanco y negro que algunos alcanzamos a ver de niños, se hizo el gran Galiana, de la mano de una leyenda del tubo catódico como es Narciso Ibáñez Serrador. Olfato tenía Narciso de sobra para descubrir a actores como Galiana, pues por sus venas corría el veneno del teatro como hijo de otros grandes del teatro español, Pepita Serrador y Narciso Ibáñez Menta, y primo hermano de otro estupendo actor como Pastor Serrador. En 1965, y en su serie Historias para no dormir, Galiana conmovió a España, con una audiencia cerca de 20 millones, con el capítulo El último reloj, coprotagonizado junto al padre de Narciso.
Luego llegaría para Galiana la escuela de las compañías nacionales de teatro, el magisterio de grandes como Maria Bassó o la insuperable Valdés, y el bombazo que resultó su inolvidable duelo teatral con un soberbio José María Rodero en El veneno del teatro. Más tarde, el Cyrano de Bergerac en el Español de Madrid le consagró. Nadie como él ha levantado con tanto acierto y matices el difícil personaje de la obra del marsellés Rostand. Incluso fue rotundo su éxito con uno de los personajes más éticos del teatro español, el Pacífico Pérez, del no menos ético Miguel Delibes. Pero pasemos a la obra.
Hasta la histórica Bombonera del Teatro Lara de Madrid, en su corta salita Lola Membrives, antiguo café del teatro, se ha llevado Estudio 2 la obra fetiche durante estos años del proyecto comandado por Galiana. Este rematado Baile de huesos de la manchega y alcazareña Elena Belmonte, estupenda obra dramática ganadora del VI Premio Internacional de Literatura Dramática Lázaro Carreter 2010 del Centro Dramático de Aragón.
El planteamiento de la obra es sugerente desde el principio y nos alerta de que el teatro va a conseguir su función higiénica desde que los griegos le dieron forma: una catarsis de la que sales de manera distinta a como has entrado.
En una asfixiante antesala, a lo que contribuye el propio calor de este improvisado teatrillo, son convocados cuatro personajes que están esperando la llegada de la muerte para argumentar ante ella las razones de seguir con vida. Al principio, te suena al teatro del absurdo de Ionesco y a sus personajes que esperan a la nada en Esperando a Godot, o aquel militar del Golpe fallido de 1981 anunciando a los diputados secuestrados la llegada de una autoridad, “por supuesto militar”.
BAILE DE HUESOS, con MANUEL GALIANA a partir del 24 de Abril en el . ¡Hay que verla! @teatrolara #teatro #teatromadrid #bailedehuesos pic.twitter.com/4oEjw7OEOu
— Estudio2Galiana (@Estudio2Galiana) April 19, 2017
Cuatro personajes que la autora nos pone de inicio en escena para apañárselas ante la muerte, apuntando tan solo costuras de lo que será un traje dramático de puro arte y confección. Y ese es el gran mérito actoral de la representación de Baile de huesos, pues los personajes van evolucionando de un inicial canal apacible a los meandros en el que discurre para los mortales el río de la vida. Todo un reto para cualquier actor o actriz que se precie y que superan con matricula Galiana y sus chicos y chicas, que ofrecen un recital de teatro puro, de palabra y gestos, sin apenas medios, sin micrófonos que alteren la voz, arma natural siempre del buen teatro, haciéndolo desde esa dignidad con la que siempre se ha levantado el viejo y entrañable oficio de los cómicos en España.
Ahí está Mauro (un descubrimiento el actor Jesús Ganuza), un señor cobarde, con una vida sosa y rutinaria. Una mujer soñadora e ingenua como Lisa (pedazo de actriz Pilar Ávila), que solo es pasado, anclada en una aparente infancia apacible. Esa ambiciosa y fría Cora (qué lujo es ver en escena a Myriam Gas). Y ese Tobías (torrente de fuerza y voz Óscar Olmeda), que destila rabia y dolor.
Y en eso llega la muerte, distinta; no al uso de la común, oscura y temible representación que de ella nos hemos hecho, sin guadaña, ni embutida de negro. No. Es un hombre afable, sencillo, despistado, de esos cientos que cada mañana encontramos en el metro o en el bus. De esos que dejas entrar antes de salir y al que le das las gracias o los buenos días. Pero que, desde esa aparente afabilidad, trae debajo del brazo una cartera donde guarda la sentencia de vida o muerte sobre los cuatro personajes. Como si fuera un Nerón romano, dejará que cada uno combata desde la arena de la antesala de la muerte y frente al león de sus miserias y aciertos. Y, al final, la muerte levantará o bajará el pulgar dictando su obiter dicta para los cuatro personajes.
En esta obra, y en la vida, la muerte sabe hablar, y bien que sentencia finalmente, pero también sabe escuchar. La sola conciencia de su presencia hace de tornavoz de nuestros anhelos, fracasos y esperanzas. Y para hacer creíble el papel de una muerte que se muestra amable y razonable con todos y que va a cumplir su misión con sencillez, necesitaba a un Manuel Galiana. Así de rotundo. Ese actor que desde hace más de 50 años está en el otro lado de ese fino alambre del que hablaba Bertold Brecht, tan estrecho, tan fino, que solo atraviesan los elegidos del arte de Talía.
Galiana es uno de los últimos actores de aquella vieja escuela que sabe colocar artesanalmente el teatro, que no es lo mismo que decirlo, y además en una época donde a gran parte de los actores ni se les escucha y, lo que es peor, ni se les entiende. Pero también Galiana es, quizá, el mejor representante vivo de esa academia de saber estar y escuchar en escena cuando la acción está en los otros personajes. Por eso este papel de la muerte le sienta tan bien. Decir y escuchar. Cada mañana, cuando se levanta el telón del escenario de la vida, la muerte nos habla y a la vez nos interpela, en silencio, acerca de si nuestra corta existencia tiene sentido (hacer el bien) y si rebosa anhelo de Esperanza (Dios). Si no es así, siempre hay tiempo para cambiar. Godot sabe esperar.
No se pierdan esta obra. Está hasta el lunes 12 de junio. Belmonte sale a hombros con una obra catártica y el maestro Galiana y su soberbia cuadrilla lo bordan. La placita del Lara toda en pie. Puro teatro, como la vida misma.