Juan Orellana | 18 de mayo de 2018
Borg McEnroe
Tras el Masters de tenis de Madrid se estrena esta película sueca que más allá de ser un homenaje al que fuera número uno del mundo -el sueco Björn Borg-, y a su rival -el norteamericano John McEnroe-, es un homenaje al tenis como deporte. El director Janus Metz no hace un biopic, sino que se centra en el torneo de Wimbledon de 1980, en cuya final se enfrentaron Borg y McEnroe, aspirando el sueco a su quinta victoria consecutiva en ese Grand Slam. Evidentemente, la narración está trufada de flashbacks que nos permiten indagar en las raíces de la personalidad compleja de ambos deportistas.
El actor sueco Sverrir Gudnason interpreta con mucho talento al austero y comedido Borg, un hombre cuya disciplina mantenida por años le ha convertido en un ramillete de neurosis y obsesiones. Una figura clave de su recorrido es su entrenador personal Lennart Bergelin (encarnado por el siempre convincente Stellan Skarsgård), que le ha seguido desde niño y que ha hecho de él una máquina de autocontrol, para lo bueno y para lo malo. El otro sustento moral del tenista es su sacrificada novia Mariana Simionescu, que interpreta Tuva Novotny con la contención requerida por el personaje. Por su parte, el agresivo y desquiciado McEnroe es interpretado por el famoso actor Shia LaBeouf, que a pesar de no parecerse mucho físicamente, hace su trabajo con mucha seriedad y convicción. La tensión creada entre los dos personajes es una de las columnas vertebrales del film, pero no tanto una tensión “deportiva”, sino la que origina unas personalidades tan opuestas que hace que no se entiendan mutuamente: McEnroe no sabe cómo Borg puede ser tan impasible, y Borg no comprende esa crispada y hostil forma de ser del americano.
Una vez que la película nos da los suficientes apuntes biográficos como para empatizar un poco más con los tenistas, nos lleva en el tramo final al que se considera el mejor partido de la historia del tenis, el del 5 de julio de 1980 en Wimbledon. Los medios de comunicación lo bautizaron como “El partido del siglo”, un partido agotador y eterno, donde la alta calidad de los contrincantes los llevaba a rascarse los puntos uno al otro en un agotador duelo.
La película, que ha pasado por el Festival de Toronto, el de San Sebastián y el BCN FILM FEST, merece nuestra atención y es muy interesante, pues plantea la difícil pregunta de si merece la pena pagar el precio que hay que pagar para ser el mejor. Un film que no sólo disfrutarán los amantes del tenis.