Javier F. Mardomingo | 01 de febrero de 2018
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, no cesa en su empeño de coartar las libertades de los taurinos y vuelve a centrar sus ataques en La Venta del Batán. Lugar de culto de los aficionados de la capital, un pedazo de historia de la ciudad de Madrid que, únicamente por su relación con la fiesta, vuelve a ser objetivo del intolerante ayuntamiento de Ahora Madrid-Podemos.
No es la primera vez que la Venta del Batán es noticia y para mal. No es la primera vez que el Ayuntamiento de Madrid y la fiesta de los toros vuelven a cruzar sus caminos. Primero fue la escuela de tauromaquia Marcial Lalanda, ubicada precisamente en la venta. Hoy es el recinto al completo el que sufre el ataque. Exigen cambio de cerraduras y entrega de llaves, clausura al fin y al cabo.
Esta es la carta que hemos remitido desde @ftorodelidia a @ManuelaCarmena por el cierre de La Venta de El Batán decretado por parte del Ayuntamiento de Madrid, esta es nuestra postura. https://t.co/L9M6bJ78Z0 vía @victorinotoros
— Victorino Martin (@victorinotoros) January 24, 2018
Un desahucio en toda regla. Como aquellos contra los que tanto peleó y sigue peleando el partido de la alcaldesa, pero con un par de diferencias. La primera, que esta vez no es un banco quien desahucia, es una institución que se supone que gobierna para todos. La segunda, que el objetivo del desalojo es un colectivo. No son los profesionales que allí entrenan, los aficionados que allí se reúnen o los directores de la escuela que siguen acudiendo allí a trabajar. El objetivo a atacar es el mundo del toro y, por extensión, la cultura. La cultura de una ciudad que siempre ha presumido de que aquí caben todos. Una ciudad cuya máxima siempre fue la tolerancia y la amplitud de miras. Una historia que Manuela Carmena sigue manchando con acciones como esta, que denotan, como bien dijo el presidente de la Fundación El Toro de Lidia, Victorino Martín, en el programa La Linterna de la Cadena COPE, “la actitud inquisitorial de una alcaldesa que no respeta a los millones de aficionados a la tauromaquia por el mero hecho de que a ella no le gustan los toros”. Una actitud más propia del fascismo y totalitariasmo contra el que aseguran luchar a diario que del talante y tolerancia de que presumen. Al final, polos opuestos se atraen, siempre fue así, y para muestra, un botón.
La Venta del Batán es mucho más que un simple lugar de entrenamiento. Es un símbolo de la tauromaquia madrileña. Venida a menos en los últimos tiempos, la venta fue hasta hace no demasiados años lugar de reunión de aficionados cuando allí se exponían los toros reseñados para la Feria de San Isidro. Un lugar en el que profesionales y curiosos se juntaban para ver y hablar de toros. Un reducto de otro tiempo presa fácil de los verdugos de Podemos.
En su día, la alcaldesa, en un gesto populista, como casi todo lo que hace, dijo que no tenía intención de prohibir las corridas de toros. ¡Estaría bueno! No puede hacerlo. Aunque quisiera, la plaza de toros de Las Ventas es propiedad de la comunidad y no del consistorio, por lo que no tiene allí competencia alguna. Sin embargo, donde sí tiene, por ejemplo en el Batán, Manuela Carmena empuña el rejón de muerte y no duda en apuñalar la fiesta. Ya lo hizo con la escuela Marcial Lalanda retirando una irrisoria subvención que permitía su supervivencia. En esa ocasión, la comunidad salió al rescate y hoy la escuela renace en Las Ventas con más de 70 alumnos bajó el nombre de José Cubero Yiyo, precisamente una de las grandes figuras del toreo de Madrid, que dio sus primeros muletazos en la Venta del Batán.
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A Manuela Carmena no le gustan los toros. Esa es la única razón por la que se empeña en atacar una y otra vez al sector. Ni a ella ni a sus concejales podemitas, claro. Si por ellos fuera, Madrid no tendría corridas de toros y, por lo tanto, el millón de personas que pasa por Las Ventas cada año no tendría cabida en la capital. Los miles de puestos de trabajo que se sustentan gracias a la tauromaquia no importan. Los millones de euros generados tampoco. Qué decir de la recaudación para las arcas municipales… Todo pasa a segundo plano cuando nos ponemos a hablar de toros. Todo deja de importar.
Porque el populismo barato de izquierdas ha emprendido una lucha contra los toros que parece no tener fin. Sucede en Madrid, en Barcelona, en Alicante y en cualquier lugar de los que gobiernan. Parecen no saber que en los toros, como en cualquier lugar a excepción de donde ellos mandan, hay de todo y caben todos. Tal vez deberían saber que Enrique Tierno Galván, el viejo profesor, hombre de izquierdas de verdad, fundó la Escuela de Tauromaquia de Madrid que hoy ellos han liquidado. Podrían leer el Llanto por Sánchez Mejias, de un Lorca fusilado en la Guerra Civil -junto a dos banderilleros pertenecientes a la CNT, por cierto-, al que ellos tantas veces han defendido por su reconocida ideología. La misma de Rafael Alberti, de Miguel Hernández o de Antonio Chenel, al que se le revolvían las tripas cada vez que le obligaban a saludar a Franco cuando estaba presente en la tradicional corrida de Beneficencia en Las Ventas.
Lo único que demuestran con estos actos, además de su desmesurada incultura, es que les puede la animadversión hacia un colectivo que erróneamente tachan de derechas. Los toros no son de nadie. Fue Chenel precisamente quien dijo que para ver cómo estaba España bastaba con mirar a los tendidos de una plaza de toros. Allí están todos. El rico, el pobre, el de derechas, el de izquierdas, el homosexual y el heterosexual, los hombres y las mujeres, los ancianos y los niños. Todos. Allí caben todos, como cabían en Madrid no hace demasiado tiempo. Hoy, por desgracia, ya no es así. Porque hoy, los taurinos somos repudiados, atacados y perseguidos simplemente por nuestros gustos. Por nuestra pasión. Una pasión que nuestros gobernantes están en su derecho de no compartir, pero que tienen obligación de respetar. Queda claro que Manuela Carmena, de historia de su ciudad, de cultura de España y, sobre todo, de respeto sabe más bien poco.