Juan Orellana | 01 de septiembre de 2017
Churchill (***)
Gran Bretaña/EEUU, 2017
Director: Jonathan Teplitzky
Reparto: Brian Cox, Miranda Richardson, John Slattery, James Purefoy, Julian Wadham, Richard Purnell, Danny Webb, Jonathan Aris, George Anton, Steven Cree, Angela Costello, Peter Ormond, Suki Waterhouse
Continúa la interesante racha de películas de revisión histórica de hechos y personajes, siendo la última Guerra Mundial un pozo sin fondo. Cuando aún saboreamos la magistral Dunkerque, nos llega este producto menor, pero no carente de interés. El guion nos sitúa en la citada Segunda Guerra Mundial, pocos días antes del Día D, en el que tendría lugar uno de los desembarcos más descomunales de la historia. Los generales Eisenhower, norteamericano, y Montgomery, británico, ya tienen dispuestos todos los planes de la irrupción aliada en Normandía para comenzar la liberación de Francia. Pero tienen un problema: el primer ministro británico, Winston Churchill, se niega a ordenar esa operación, argumentado que será una masacre humana y una catástrofe bélica irreversibles. La razón: su experiencia de una operación similar en Gallipoli, en 1915, ideada por él y que terminó en tragedia.
Al frente de la película está el director Jonathan Teplitzky, que ya nos conmovió con otra historia de conflicto moral en la Segunda Guerra Mundial, Un largo viaje (2013), y que con Churchill nos trae otra cinta británica del mismo estilo, pero ciertamente por debajo del nivel de aquella. No se trata de un clásico biopic sobre el famoso estadista, sino más bien de la observación minuciosa de un episodio que se dilata únicamente durante tres o cuatro días de la vida del primer ministro. En el estilo de Jackie, que analizaba las primeras horas de Jacqueline Kennedy tras la muerte de su esposo, Churchill indaga en los conflictos de conciencia de un hombre atormentado por sus recuerdos de Gallipoli en la Gran Guerra y su miedo a que el sacrificio inútil de miles de jóvenes británicos caiga de nuevo sobre su responsabilidad. El film nos presenta a un hombre muy problemático, con un cierto complejo frente a los militares, de un carácter endemoniado y proclive al recurso del alcohol. Frente a él, su esposa, Clementine, trata de reconducirlo, apoyarlo y llevarlo como puede, a pesar de que se va agotando su paciencia. Incluso el rey Jorge tiene que usar su mano izquierda para bregar con la terquedad de este hombre.
El gran acierto del film está en su reparto: Brian Cox y Miranda Richardson son los pilares de una película que merecía un guion más desarrollado y un presupuesto de producción más elevado. La interpretación de Cox hace más llevadero un exceso de introspecciones reiterativas que obligan al personaje a tocar una sola nota durante toda la partitura. Es una pena que el guion no profundice en otros aspectos del hombre Churchill, que aparece obsesionado por una idea fija y alejado del carisma popular y del liderazgo del que gozaba. El film introduce una dimensión religiosa del protagonista, que también merecía un cierto despliegue posterior. Por otra parte, el largometraje también supone el retrato de un matrimonio que no se viene abajo gracias a la solidez y entereza de una mujer. Retrato que casi es lo mejor del argumento. Además, como decimos, si la película hubiera contado con más presupuesto, se habrían podido mostrar en paralelo los preparativos del desembarco de Normandía, así como su ejecución, que es algo que la película -y el espectador- piden en todo momento. El limitarse a personajes y diálogos, a veces en exceso shakesperianos, empobrece el resultado y subraya los defectos apuntados más arriba. No obstante todo lo dicho, Churchill tiene un indudable interés histórico, plantea un dilema serio y ofrece un recital de buenas interpretaciones.