Hilda García | 28 de octubre de 2017
«Crimen y castigo», obra capital de las letras rusas, es un intrincado drama psicológico y policial con tintes filosóficos y sociales que refleja la lucha del hombre contra su propia conciencia. Fiódor Dostoiesvki se revela en su obra como un gran conocedor de la mente y el alma humanas, de la sempiterna lid entre razón e instinto.
Suscríbete a nuestro canal en iVoox
Cuando uno tiene la íntima convicción de que podría ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposible contenerse
Este revelador pasaje bien podría condensar la esencia de Crimen y castigo, obra imperecedera del escritor Fiódor Dostoievski (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881). Poco después de la conmemoración del centenario de la Revolución Rusa, nos adentramos en una de las novelas más apasionantes que ha dejado la fecunda literatura del país euroasiático.
El relato gira en torno al personaje de Rodión Románovich Raskólnikov, un joven estudiante universitario cuya aguda inteligencia es solo comparable a su absoluta falta de principios.
El hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices. Esto ya es un axioma
La historia se divide en seis partes, a las que se añade un epílogo. La primera mitad está dedicada al particular infierno interior que vive Raskólnikov. Reducido a la extrema pobreza, sueña con abandonar el medio lumpen en el que está sumido y alcanzar un bienestar que le ha sido negado. Guiado por este firme propósito, concibe la idea de cometer un crimen.
No, yo no tengo más que una vida; yo no quiero esperar la “felicidad universal”. Quiero vivir para mí mismo; de otra manera es preferible no existir
Raskólnikov cree estar por encima del resto de los mortales, se considera una suerte de ese superhombre que años más tarde concebiría Nietzsche.
Y ahora sé que quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el más osado es el que más razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a los hombres y los desprecia conquista su respeto y llega a ser su legislador
Durante un tiempo, madura su proyecto y decide ponerlo en práctica. En su delirio se atropellan los pensamientos criminales, que van in crescendo en cada página. La descripción de cómo nace y se fragua su plan está detallada con precisión de cirujano y una genialidad fuera de toda duda.
Inmediatamente emprendió el regreso a su casa. Tenía la impresión de que había cortado, tan limpiamente como con unas tijeras, todos los lazos que le unían a la humanidad, a la vida…
Una vez cometida la atrocidad, el protagonista intenta evitar que el delito salga a la luz. El recuerdo comienza a torturarlo. A partir de entonces, todo adquirirá un nuevo significado para él.
Y si el destino le enviara por lo menos el arrepentimiento. Un arrepentimiento candente, que le desgarrase el corazón, un arrepentimiento cuya espantosa tortura hace pensar en la soga y en las aguas oscuras… ¡Oh, con qué deleite lo hubiera acogido! Porque el tormento y las lágrimas también son la vida… Pero no se arrepentía de su delito
Más que el remordimiento, lo que atormenta al joven estudiante es el orgullo, un sentimiento perverso que es lo más característico de su pensamiento. Una sensación que se desata cuando advierte que no ha obtenido ninguna satisfacción con el éxito de su plan.
El que sufre reconociendo su error, recibe un castigo que se suma al del penal
Al hecho de tener que afrontar las secuelas morales de su delito, se une la inseguridad de saberse débil e indefenso. Raskólnikov se acerca a la Policía como quien se aproxima a un precipicio, le gusta jugar con el peligro, es consciente de que un mal paso lo delataría. En el fondo, necesita ser descubierto para despojarse de sus cadenas.
Quería suicidarme para huir del deshonor; pero en el momento de ir a arrojarme al agua me dije que un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza
A medida que transcurre la narración, la obra va adquiriendo mayor intensidad hasta convertirse en un intrincado drama psicológico, no exento de tintes filosóficos, que refleja la lucha del hombre contra su propia conciencia.
La segunda mitad de la novela está consagrada a la liberación de Raskólnikov. Tras “torturar” al lector con sus obsesivas cavilaciones, el escritor consigue derribar el orgullo de su personaje y reconciliarlo con la expiación de su crimen.
A lo largo de todo el relato, Dostoiesvki se revela como un gran conocedor de la mente y el alma humanas, de la sempiterna lid entre razón e instinto.
La razón es esclava de la pasión
El amor también está presente en Crimen y castigo. Raskolnikov lo encuentra en Sonia, una muchacha humilde que empeña su honra para escapar del hambre y la miseria, otro tema recurrente en la novela.
En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble
Sonia soporta su desdoro con resignación y se aferra al único hombre que no la ha tratado con desprecio. Al ver atormentado a su amado, descubre el terrible secreto en sus ojos sin necesidad de palabras. Y es que el vínculo entre ambos se sostiene más por la compasión y el dolor compartido que por el amor puro.
Los demás personajes, aunque perfectamente descritos, son accesorios, meros “coristas” de Raskólnikov. Tanto es así que sus hechos carecen de consecuencias, a excepción de la posible influencia sobre los planes del protagonista.
De Pulqueria Alejandrovna (madre de Raskólnikov): (…) podía admitir muchas cosas opuestas a sus convicciones, mas había un punto de honor y de principios en los que ninguna circunstancia podía impulsarla a transigir
Zajárovich Marmeládov (padre de Raskólnikov): (…) Cuanto más bebo, más sufro. Por eso, para sentir más, para sufrir más, me entrego a la bebida. Yo bebo para sufrir más profundamente
Dostoievski, cristiano converso, incluye en su novela referencias a la Biblia y paralelismos con algunos de sus pasajes. Expresa con indudable habilidad la dialéctica entre el bien y el mal, la confesión como liberación de la culpa, la fuerza redentora del sufrimiento.
Me gusta que se equivoquen. En esto radica la superioridad del hombre sobre los demás organismos. Así llega uno a la verdad. Yo soy un hombre, y lo soy precisamente porque me equivoco. Nadie llega a una verdad sin haberse equivocado catorce veces, o ciento catorce, y esto es, acaso, un honor para el género humano
La acción se desarrolla en San Petersburgo, capital de la Rusia Imperial. Ciento cincuenta años después de la publicación de la novela (1866), en esta ciudad se puede disfrutar de un recorrido por las sucesivas viviendas en las que el autor habitó y visitar distintos escenarios donde localizó algunos de los episodios.
El ambiente de Crimen y castigo irradia una atmósfera similar a la que se respira –o, más bien, la que se hace irrespirable- en Los Miserables, de la que Dostoiesvki era un gran devoto. Esta influencia se advierte también en la sordidez económica y moral que circunda a algunos personajes, como el alcohólico Marmeládov, padre de Sonia, o Dunia, hermana del protagonista, que se plantea un matrimonio con Svidfrigáilov para escapar de la pobreza. Los ecos de la ficción de Victor Hugo llegan incluso hasta el personaje encargado de la investigación del crimen, cuyo perfil se asemeja al de la obra francesa.
En nuestra época, amigo mío, el dinero es la miel de la humanidad
Las descripciones, en ocasiones muy detalladas, no representan un obstáculo para la lectura del texto. Si bien Dostoiesvki es autor de creaciones muy reconocidas, como Los hermanos Karamazov, El idiota o El jugador, Crimen y Castigo posee una perfección plástica que la convierte en una novela única en su género.
¿Y si el hombre no es un ser miserable, o, por lo menos, todos los hombres? Entonces habría que admitir que nos dominan los prejuicios, los temores vanos, y que uno de debe detenerse ante nada y ante nadie. ¡Obrar: es lo que hay que hacer!
La obra, perteneciente a la corriente del naturalismo -que refleja la realidad en toda su crudeza-, tiene también una importante carga de denuncia social. Es una lástima que la narración pierda parte de su esencia con la traducción, porque el autor utiliza juegos de palabras que solo cobran sentido en la versión original. Incluso juega con los nombres de los protagonistas y su significado en ruso.
Al final de las páginas, puede que invada al lector la sensación de que el relato invita a una segunda lectura para captar los múltiples matices que pueden pasar inadvertidos en la primera.
El sufrimiento y el dolor van necesariamente unidos a un gran corazón y a una elevada inteligencia. Los verdaderos grandes hombres deben experimentar, a mi entender, una gran tristeza en este mundo
Algunos pasajes bien merecen esa revisión por su carga metafísica.
Yo soy un hombre, y lo soy precisamente porque me equivoco. Nadie llega a una verdad sin haberse equivocado catorce veces, o ciento catorce, y esto es, acaso, un honor para el género humano
Con Crimen y castigo, Dostoiesvki deja un legado muy recomendable para amantes de la literatura rusa, del drama psico-filosófico y para todos aquellos que quieran disfrutar de una interesante trama policial magistralmente resuelta. Y lo mejor, sin duda, es ese dualismo ético en forma de vertiginosa montaña rusa que sube al cielo del orgullo, desciende al infierno de la culpa para escalar finalmente la cima de la redención.