Gonzalo Fuentes | 22 de enero de 2018
Alemania sorprende con Dark, una espectacular serie sobre viajes en el tiempo que invita a reflexionar acerca de la capacidad del ser humano de cambiar su destino, campos de Higgs y bucles espaciotemporales. También es muy entretenida.
Desde hace ya un tiempo, Netflix decidió sabiamente invertir en proyectos de ficción europeos para entrar en el mercado televisivo de cada país con producción propia. Como ejemplos, tenemos la serie Marseille en Francia, Las chicas del cable en España (que acaba de estrenar segunda temporada) o el caso que acontece, Dark, de nacionalidad alemana.
Con los primeros teasers y aprovechando el tirón de Stranger things, los medios se encargaron de compararla con esta, debido a que ambas se desarrollan en un pueblo, hay niños que desaparecen en el bosque y ocurren sucesos extraños. Pero no se equivoquen, estamos ante un proyecto mucho más complejo y adulto que el de los hermanos Duffer. Además, lo que separa el género de la fantasía del de la ciencia ficción es la posibilidad de que, en algún momento de la vida real, la ciencia avance hasta tal punto que se pueda cumplir la trama narrada. Y, así como en Stranger Things resulta un tanto complicado que un Demogorgon haga aparición en nuestras vidas, sí resulta plausible la invención de una máquina que permita viajar en el tiempo.
Dark nos sitúa en 2019, en un pueblo, Winden, con el bosque y una central nuclear como telón de fondo, y nos presenta a tres familias. A partir de ahí comienzan a desaparecer niños y a aparecer otros con el rostro quemado y los tímpanos reventados. Los tres primeros capítulos resultan confusos, pero es a partir de este cuando ya no puedes despegar los ojos de la pantalla. La trama se complica con la presentación de otras dos líneas temporales, 1953 y 1986, una misteriosa cueva y una habitación infantil con una litera y una silla que parece ser de tortura.
El espectador va conociendo la realidad de los personajes con gotero escaso pero constante, y los viajes en el tiempo no hacen sino subrayar la intriga y el deseo de conocer lo que esconde la enrevesada trama. Eso, y una fotografía lúgubre espléndida, un sonido sofocante y unos protagonistas llenos de aristas. Nada ni nadie es lo que parece en Winden y la incógnita del destino predefinido frente al libre albedrío marca el principal tema de la serie. “No solo el pasado influye en el futuro, sino que el futuro también influye en el pasado. Es como el dilema del huevo y la gallina, no sabríamos decir cuál apareció primero. Todo está conectado”, dice uno de los personajes.
Como ya estará imaginando el lector, no es una serie fácil de digerir y las paradojas temporales no hacen sino complicar aún más las teorías que nos vamos creando conforme avanzan los diez capítulos que componen la primera temporada. Los temas que van surgiendo durante la historia son el suicidio, la infidelidad, la desesperación ante la desaparición de un ser querido… pero principalmente la posibilidad de enmendar los errores del pasado para evitar las consecuencias del futuro.
¿Cada acción que llevamos a cabo determina las siguientes? ¿Existe la relación causa-efecto? ¿Casualidades o causalidades? ¿Hasta qué punto tenemos control sobre nuestras propias decisiones? Son cuestiones universales que Baran bo Odar y Jantje Friese, creadores de Dark, han sabido abordar con maestría y prudencia. Porque, además de la intriga, invita a la reflexión y al debate, a cuestionarse dudas sobre uno mismo y el mundo que le rodea, y esa es la mayor satisfacción que otorga la obra.
Muchas obras que tratan los viajes en el tiempo producen irritación por la forma de abordar las paradojas temporales, ya que resulta jugoso utilizarlas para engañar al espectador y escudarse en tal circunstancia. Todo se resume en la clásica “paradoja del abuelo”: si una persona viaja en el tiempo y mata a su abuelo antes de que conozca a la abuela del viajero, este no sería concebido y, por lo tanto, no existiría, por lo que no podría ir al pasado a asesinar a su abuelo. Este, por tanto, existiría y tendría a su nieto, quien podría viajar al pasado a asesinarlo… y así sucesivamente. ¿Y si todo ya estaba escrito y realmente al que mató no era su abuelo? ¿Y si al hacerlo se crea una nueva línea temporal paralela con otra realidad?
Como ven, estos temas dan para muchas líneas (escritas, no temporales… ¿o también?); por eso, para cerrar me decanto por la frase del teólogo y filósofo Reinhold Niebuhr, que también es pronunciada en la serie: “Dios, dame serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.