Paloma García García | 29 de junio de 2017
Los descubrimientos en diferentes planetas de un niño de pelo rubio, inocente y con una mirada al mundo totalmente transparente, que se encuentra con un piloto que intenta arreglar su avioneta en el desierto, han escrito su nombre en la historia para ser recordado siempre: Antoine Saint-Exupéry. Nació hace 117 años y hoy el mundo desempolva El Principito para recordarlo.
La aviación fue su primera gran pasión. La combinó con la escritura y, de esa mezcla tan personal, nació el cuento que inmortalizó su nombre. Saint-Exupéry escribió El Principito en 1943, justo un año antes de morir. Murió joven, con solo 44 años, tras sufrir un accidente de avión. Despegó en Córcega y nunca más se volvió a saber de él hasta que, 66 años después, en el 2000, se encontraran los restos de su avión y su identificación personal.
No tuvo tiempo de comprobar el éxito que tendría en todo el mundo su cuento, ilustrado por él mismo con dibujos sencillos y trazados con acuarela.
Desde la primera página y con su primer dibujo, Saint-Exupéry ya habla de la metamorfosis que sufre una persona cuando deja de ser un niño y se convierte en adulto. El personaje del aviador, que se encuentra con el principito en un desierto, le muestra una imagen abstracta al niño que él mismo dibujó en su infancia. Se trata de una serpiente que se ha comido un elefante y el pequeño lo acierta a la primera, mientras que los adultos ven un simple sombrero.
El Principito es un relato lleno de símbolos. El autor trata los valores y critica las convenciones y muchos aspectos de la realidad social, a través de los diferentes personajes que surgen en la historia. Es un cuento con tantas interpretaciones como lecturas se haga de él. Dos personas pueden entender algo totalmente diferente del relato, pero incluso una misma persona que lo relea varias veces encontrará distintos significados con cada lectura. Cuanto más se lee, más cerca parece que logramos estar de lo que Saint-Exupéry quería contarnos.
Hay que tener en cuenta que escribe este manuscrito mientras la Segunda Guerra Mundial le ha obligado a exiliarse de París a Nueva York. Comienza la guerra como piloto militar en su país, pero debe huir tras la batalla de Francia. El mundo está agitado y El Principito parece un grito al sentido común humano. Uno de los elementos que incluye en la historia son los baobabs, las semillas que crecen sin control y arrasan con todo el planeta del principito si no se retiran antes de que crezcan. Los expertos que han analizado en detalle el relato ven en los baobabs el reflejo del nazismo que estaba destruyendo Europa.
El niño es muy amigo de la rosa que ha dejado bien protegida en su planeta. Es el símbolo del ego, del amor, de la manipulación incluso, según qué lectura hagamos. La rosa es quien confunde al principito y le hace dudar de sí mismo, a la vez que le empuja a descubrir nuevos mundos. La rosa le anima a perder parte de su inocencia incitándolo a tener nuevas experiencias.
El propio personaje del niño da lecciones al lector constantemente de lo importante que es quitarse los prejuicios y normas sociales para entender mejor el mundo. El aviador se queja de que no responde a sus preguntas, que responde lo que quiere. Con ello, puede entenderse que debemos dejar hablar a los niños y escuchar las lecciones que nos dan desde su visión inocente y sencilla de la vida.
El aviador es el narrador de la historia. Podría parecer la voz del propio autor a través de él, pero incluso la voz del principito parece estar cargada de los gritos figurados del propio Saint-Exupéry. Es como un diálogo entre su parte adulta, contaminada por los prejuicios y el horror de la guerra que vive en el momento, y su parte infantil, con la que quiere volver a creer en un mundo mejor a través de los ojos del niño. Es una crítica social vista desde dos posturas muy diferentes que conviven en una misma persona.
Incluso el desierto, donde se desarrolla el encuentro entre el aviador y el principito, está cargado del realismo que vivió en primera persona Saint-Exupéry. En 1935, se quedó varado en el Sahara con un compañero porque su avioneta se averió. Anduvieron por las dunas perdidos, deshidratados y viendo espejismos.
El Principito se ha versionado en infinidad de ocasiones: teatro, cine, musicales, series… A finales del año pasado, se estrenó en España la última versión cinematográfica, donde pudimos ver un principito que se hace mayor y pierde su visión noble de la vida. Gracias a la ayuda del aviador y de una niña, a la que cuenta su experiencia con aquel niño con el que coincidió en el desierto, lo buscan y lo rescatan para que recupere su esencia.
Quién le iba a decir a Antoine Saint-Exupéry, un siglo después de nacer, que escribiría un libro corto que serviría de inspiración a cientos de personas, incluso para dar charlas motivacionales como esta:
Es un manual que debe vivir en cada hogar, haya niños o solo adultos. Porque es un cuento que gusta a los más pequeños, por sus ilustraciones y la fantasía de los planetas que presenta, pero es un libro repleto de mensajes dirigidos a los mayores. Es una obra filosófica y didáctica que pasa de generación a generación para comprender algo que nunca debemos olvidar y es que… qué raros son los adultos…